La lucha contra una lacra social

Rocío Carrasco: un mal ejemplo, un buen espejo

El final de un testimonio de violencia machista en ‘prime time’ agita conciencias en un momento grave de repunte de asesinatos y compromiso de reformas

La protagonista del documental, que ha provocado un hondo debate sobre el fondo y la forma de su denuncia, anima a potenciales víctimas a no callarse

Rocío Carrasco, durante uno de los episodios de 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'.

Rocío Carrasco, durante uno de los episodios de 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'. / MEDIASET / TELECINCO

Gemma Robles

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Para empezar esta crónica, una pregunta. ¿Qué hubiera ocurrido en este país, España, si en el mes de mayo de 2021 el "ismo" que estuviera detrás de siete asesinatos fuera uno distinto al que protagonizan machos que cosifican a la mujer hasta creerse dueños de sus vidas y de sus muertes? Las estadísticas de las últimas semanas son un bochorno para cualquier Estado, para cualquier sociedad que pretenda proteger a sus vulnerables. Especialmente lo son para los que tienen la responsabilidad de detectar las amenazas; de legislar para que haya más herramientas y recursos para ayudar a las víctimas y para los que tienen en su mano hacer justicia en los tribunales. En este contexto el Gobierno ha pedido la convocatoria urgente del pacto contra la violencia de género y se habla ya de un "plan de modernización". Todo esto mientras la ultraderecha alimenta con su sinrazón la voracidad de los negacionistas, aquellos que prefieren intentar tapar con un dedo la violencia machista y el machismo en general antes de enfrentarse a una realidad que los saque de la zona de confort y ventajismo en la que viven instalados. 

A este colectivo proclive a negar lo racional y razonable, especialmente cuando de reivindicar derechos de las féminas se trata, no ha gustado un ápice la 'docuserie' en la que Rocío Carrasco Mohedano, en horario de máxima audiencia en televisión, ha narrado desde marzo, semana tras semana, su versión de lo que ella ha denunciado ahora públicamente y durante dos décadas en los juzgados (con desigual resultado) como maltrato continuado por parte de su exmarido, Antonio David Flores.

Ella, que este miércoles pone fin a su relato en Telecinco con una entrevista, había permanecido lejos de los focos, pero no de la trituradora "de la industria del corazón", como la denominan sus creadores y beneficiarios. El que fuera antaño su cónyuge no lo permitió: durante dos décadas ha estado sentado intermitentemente en los platós, criticando y machacando la imagen de su exmujer, seguro de que la protagonista de su desguace mediático no le daría la réplica. No tendría fuerzas para intentarlo ni para asumir más desgaste. Y de que su relato no sería cuestionado. Y no lo fue, en líneas generales. ¿Que él pudo decir algunas verdades? Claro. Tantas como mentiras. O la mitad. O la cuarta parte. O ninguna. O cuarto y mitad. Es lo mismo. Nadie pedía explicaciones.

Revictimización y riesgos

Todo lo contrario le ha ocurrido a Carrasco. La mujer. La hipotética víctima. Ha inundado la pantalla de documentos jurídicos, informes periciales y médicos, pero al batallón de ciudadanos que semanalmente ha seguido su versión de la tortura que manifiesta haber vivido, no sin llamativos claroscuros formales, ha de sumar el ejército que le cuestiona hasta el modo en que llora o la corrección con la que se expresa. Se le exigen detalles sangrantes para otorgarle la duda de la credibilidad. "Revictimización" se llama, un término con el que seguro se han familiarizado ya los habituales al documental gracias a la participación en los debates paralelos de expertas como Ana Bernal-Triviño, colaboradora también de EL PERIÓDICO. Otros vocablos como "violencia vicaria", "luz de gas" o "trastorno negacionista desafiante" en los menores que llegan a ejercer violencia sobre sus progenitores se han hecho un hueco, para sorpresa de muchísimos y contra pronóstico, en este especial de Mediaset, ‘Rocío Carrasco, contar la verdad para seguir viva’, que algunos han confundido con un juicio o, lo que es peor, con un partido de fútbol en el que no cupiera ni un solo gris.

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Ese era sin duda el riesgo de darle espacio de audiencia máximo al relato de una víctima, que lleva a la vez apellidos de ‘celebrity’, y que ha participado en un formato que ha mezclado a especialistas en psicología, derecho o feminismo para hacer pedagogía con estrellas del ‘corazoneo’ que, hasta hace unos meses, compadreaban con Antonio David Flores. Riesgo ha sido también, claro, que Rocío Carrasco haya elegido justo a la misma productora de televisión en que trabajaba su ex —que ha sido despedido, aunque su actual pareja, Olga Moreno, y su hija, Rocío Flores, participan a la vez en programas de esa cadena— para romper un silencio de décadas.

Ella alega que lo hizo porque precisamente los dueños de esa productora, La Fábrica de la Tele, eran los primeros que debían conocer "la verdad". Bien. Es obvio que también se ha buscado que la réplica que su exmarido no había tenido hasta ahora tuviese, como poco, los mismos índices de audiencia de los que él se había beneficiado durante años para arremeter contra Rocío.

Además, la incógnita sobre cuánto ha cobrado ella por su testimonio ha sido asimismo objeto de debate, pese a que nunca lo fue con él. Se ha afeado desde el mundo jurídico que Carrasco no se atenga a la "verdad judicial", pero no se oyeron las mismos reproches cuando él comentaba los casos en que era el denunciado (por cierto, la guerra en los tribunales continúa). Se ha cargado contra ella por confirmar que su hija, siendo menor, le propinó una paliza. Hay sentencia. Lo hizo para justificar por qué no viven juntas y cómo llegó hasta un intento de suicidio, otro asunto que ha logrado poner en primera línea. Ese y el de la salud mental.. Ella ha tomado decisiones de desvelar cuestiones para defenderse que pueden ser criticables. Por supuesto. Pero... ¿y el doble rasero?

Poca inquietud, según el CIS

La tele ha exhibido incoherencias, pero ha abierto a grandes audiencias temas como el suicidio o la salud mental

Pese a todo esto, pese al halo de "obscenidad" (como subrayó la compañera Emma Riverola) que puede rodear a las formas de la exhibición del relato, Rocío Carrasco ha servido de eficiente espejo. Que no de ortodoxo ejemplo, como ella misma asume. "Yo reconozco que mi actitud de estar en silencio durante 20 años es un error. Total y absolutamente [...]. Las mujeres no lo tienen que hacer. Tienen que gritarlo. Tienen que decir lo que les pasa desde el minuto cero", dijo en el último capítulo de su 'docuserie'.

Son millones las mujeres que pueden identificarse con su testimonio de maltrato psicológico. Su caso ha provocado también el interés de parte de autoridades políticas, sabedoras de que no hay campaña que pueda llegar a tantos y tan diversos hogares como un programa ‘prime time’ de Telecinco. Las llamadas al 016 se han incrementado con la emisión. El CIS de abril evidencia que apenas un 0,3% cree un problema acuciante la violencia de género. Un mes después, hay que enterrar a siete asesinadas.

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