Ante la mejora de la pandemia

Mascarilla al aire libre: hasta cuándo y por qué

Los estudios científicos cuestionan el uso de la prenda en el exterior y con la debida distancia, debido al escaso riesgo de contagio

Sanidad insiste en que España todavía no está en condiciones de relajar la medida y los expertos anticipan que el momento idóneo podría ser julio

Una excursionista con mascarilla

Una excursionista con mascarilla / 123RF

Juan Ruiz Sierra

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El escenario era muy oscuro. Para calcular cuánto tiempo tardaría una persona sin mascarilla en contagiarse de coronavirus en el exterior, un equipo de científicos se situó en Milán y dibujó la siguiente hipótesis a principios de año: en la ciudad del norte de Italia, el 10% de su casi millón y medio de habitantes está infectado. En una situación tan grave como esta, nunca vivida en ningún lugar durante la pandemia, los investigadores emplearon modelos matemáticos y concluyeron que el sujeto en cuestión tendría que estar más de 31 días seguidos en la vía pública, exponiéndose continuamente sin la boca y la nariz tapadas, para contraer el patógeno.  

Casi un año y medio después del virus más intensamente estudiado de la historia, las pruebas no paran de acumularse: el exterior, siempre que se guarde la distancia, supone un riesgo muy bajo de contagio. Un estudio a finales de 2020 analizó 1.245 casos en China y solo encontró uno en el que la transmisión tuvo lugar al aire libre. El organismo encargado de vigilar las enfermedades infecciosas en Irlanda, llamado Health Protection Surveillance Centre, señaló a principios de abril que de los 232.164 casos detectados en el país hasta el momento, el número de contagios en el exterior fue de 262. Es decir, alrededor del 0,1%. 

Pero la mascarilla continúa siendo omnipresente en España, al aire libre y con distancia. En países donde la incidencia del virus es más baja y los niveles de vacunación más altos, como EEUU e Israel, su uso ha comenzado a relajarse. Pero aquí la ley 2/2021, de finales de marzo, es tajante. Hasta ese momento, la prenda solo era obligatoria en el exterior cuando la separación interpersonal no podía ser de más de un metro y medio, según la norma estatal, si bien las autonomías habían aprobado requisitos más duros. La llamada ley de medidas urgentes de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19 zanjó el debate. Prescribe la mascarilla a todas las personas a partir de seis años “en la vía pública o en espacios al aire libre”, sin tener en cuenta la distancia, aunque después el Gobierno y las autonomías acordaron no obligar a su uso en espacios como la playa, la piscina y el campo.  

Pero sí hay que llevarla, por ejemplo, en una calle desierta o en un parque apenas transitado. Puede que una persona compruebe su absoluta soledad y decida quitarse la prenda, pero en cuanto ve a lo lejos que se acerca alguien, la reacción suele ser siempre la misma: cubrirse la boca y la nariz con rapidez, casi ruborizado, como si hubiese sido sorprendido haciendo nudismo en un lugar no permitido. En realidad, concluyen los científicos, la mascarilla cumple aquí frente al coronavirus la misma función que una gorra. Ninguna. 

Sin fecha a la vista

“Es posible que en no muchos días podamos hacer propuestas claras para retirar las mascarillas en situaciones concretas”, dijo el pasado 17 de mayo Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES). Sus palabras dieron la impresión de que el fin del cubrebocas, en el exterior y con distancia, podía ser inminente. Pero el Ministerio de Sanidad es cauto. Fuentes del departamento que dirige Carolina Darias explican que España, con una incidencia acumulada de en torno a 125 casos por 100.000 habitantes (riesgo medio) y el 35% de la población vacunada con al menos una dosis, todavía “no se encuentra en el momento” idóneo para dar ese paso. El ministerio evita poner fechas. Tampoco requisitos para relajar la medida. La ponencia de alertas, formada por especialistas de las comunidades, el Gobierno y las sociedades científicas, “tendrá que evaluarlo”, señalan.   

La mayoría de epidemiólogos y expertos en salud pública sí se atreven a plantear plazos e índices a partir de los cuales sería posible retirar las mascarillas en el exterior, pero comparten este enfoque precavido del Ejecutivo. “Creo que haría falta una incidencia inferior a 50 en toda España y que al menos todos los mayores de 60 años hubieran completado el ciclo de vacunación”, señala José Martínez Olmos, director general de Sanidad de 2005 a 2011 y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. “Aunque en algún momento se darán las condiciones, anticipar semanas antes esta posibilidad genera una sensación de final de pandemia que seguro perjudica”, añade.

“No creo que sea necesario seguir insistiendo este verano en la mascarilla en el exterior. En aquellos territorios donde la incidencia es muy baja y la vacunación ha alcanzado al 50% de la población, las autoridades podrían relajar esta medida. Pero si la incidencia vuelve a repuntar o no continúa bajando, como está ocurriendo en el Reino Unido y Japón, habría que mantenerla”, argumenta Rafael Bengoa, que fue consejero de Sanidad de Euskadi entre 2009 y 2012 y asesor sanitario de Barack Obama. “Aún desconocemos el impacto de las fiestas de las últimas semanas en la trayectoria de la epidemia. A finales de junio lo sabremos –concluye-. Hasta entonces, mejor seguir con mascarillas un mes más”.  

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