Urbanismo

La transformación de París, ejemplar pero imperfecta

La alcaldesa Anne Hidalgo ha cerrado las dársenas del Sena al tráfico, ha peatonalizado la céntrica calle Rivoli y, una vez al mes, 'privatiza' espacios simbólicos de la ciudad. El volumen de coches ha caído un 42% en el centro urbano, pero los atascos se han desplazado a la periferia.

Un hombre posa en una instalación artística gigante colocada ante la torre Eiffel.

Un hombre posa en una instalación artística gigante colocada ante la torre Eiffel. / Sarah Meyssonier

Irene Casado Sánchez

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Al frente de la alcaldía de París desde 2014, Anne Hidalgo es la principal responsable de la transformación de la capital francesa. El cierre de las dársenas del río Sena al tráfico automovilístico, la multiplicación de los carriles bici, la peatonalización de la céntrica calle Rivoli, la 'privatización', un domingo al mes, de los barrios más simbólicos de la ciudad, incluidos los Campos Elíseos, para uso y disfrute de los peatones, son solo algunas de sus numerosas iniciativas. Pero, la ejemplar metamorfosis de la ciudad de la luz, destinada a reducir la contaminación y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, no está exenta de polémica. 

“Para quienes no tenemos más remedio que utilizar el coche para ir a trabajar, la ciudad se ha convertido es un dolor de cabeza […] El cierre de la calle Rivoli o de las dársenas del Sena se traduce en fuertes atascos en otros puntos de la ciudad, el tráfico no ha desaparecido, solo se ha desplazado y, a mi parecer, ha empeorado”, comenta exasperado Aurele, parisino de nacimiento y nostálgico del París sin Anne Hidalgo.

Según las cifras del Observatorio de los Desplazamientos, al cargo del Ministerio de Transición Ecológica y Solidaria, entre 2002 y 2019, el tráfico medio de automóviles se redujo un 42,7% en unos 196 kilómetros de carreteras parisinas equipadas con sensores. Desde 2014, cuando Anne Hidalgo llegó a la alcaldía, el tráfico ha disminuido un 19%, un resultado nada desdeñable.

Resultados a largo plazo

“Cuando se reduce la capacidad de la red de carreteras, se observa que entre un 10% y un 20% del tráfico desaparece, incluso si se tiene en cuenta su transferencia a otras rutas y la transferencia modal, es decir, la elección de otros modos de desplazamiento. El fenómeno tiende a aumentar con el tiempo”, explicaba Frédéric Héran, profesor de economía en la Universidad de Lille, al diario ‘Le Figaro’ cuando el consistorio parisino anunció la peatonalización de las orillas del Sena.

Una cuestión esencial teniendo en cuenta que la disminución del tráfico en París es mayor que la disminución de la contaminación atmosférica. La razón de tal desequilibrio es sencilla: los atascos han aumentado y una parte del tráfico se ha trasladado a los suburbios penalizando así a la periferia. Para observar los verdaderos beneficios de esta política “libre de humos”, se necesita un importante periodo de adaptación y un cambio de costumbres, cuyo culmen sería el abandono de los vehículos privados en beneficio del transporte público y otras alternativas más respetuosas con el medio ambiente.

Contaminación acústica

El aumento de la contaminación sonora también aparece como una de las principales críticas a la transformación de la capital. En 2017, tras la contestada clausura de las dársenas del Sena, un estudio de la organización Bruitparif de la región de Île-de-France mostró un importante aumento del ruido en las vías afectadas por “los desplazamientos del tráfico y el aumento de la congestión” vinculados a la medida: la contaminación acústica aumentó entre + 1,5 a + 4 decibleios . El incremento del ruido de fondo se vio afectado por “el recrudecimiento de los picos de ruido intempestivos [sirenas de vehículos de emergencia, bocinas, vehículos motorizados de dos ruedas excesivamente ruidosos]”, señalaba el informe.

Los beneficios acústicos se limitarían, según Bruitparif, al entorno de la orilla derecha del río Sena, al servicio de los peatones, donde el ruido de redujo entre 8 y 10 decibelios, lo que supone una disminución del 50% de la percepción de la contaminación sonora. Consciente de este desequilibrio, la Ville de París ha puesto en marcha varias iniciativas destinadas a aminorar este tipo de polución: reducir el límite de velocidad de la circunvalación a 70 km/h, aumentar los carriles limitados a 30 km/h y continuar reduciendo el tráfico -alrededor del 2% anual- en las calles de la capital.

Carriles bici, ¿seguros?

Para reducir el tráfico, la alcaldía parisina apuesta por las bicicletas que, en los últimos años, se han multiplicado al igual que los carriles dedicados a los ciclistas. El pasado mes de julio, el consistorio decidió perennizar los 50 kilómetros de carril bici creados para evitar las aglomeraciones en los transportes públicos en plena pandemia de coronavirus. La apuesta es clara: proponer una alternativa real y accesible al transporte público tradicional e incitar a los parisinos a abandonar definitivamente los coches y motocicletas.

En 2020, los desplazamientos en bici se dispararon casi un 70%, pero los accidentes también fueron más numerosos, con un aumento del 30%. Para resolver esta situación, los usuarios exigen más controles en los semáforos en rojo, una mejor señalización, reforzar la separación de las vías o una ampliación de los carriles, demasiados estrechos en ciertas zonas de la capital. Como dice el refrán, "Roma no se construyó en dos días,” y la metamorfosis de la urbe parisina aún tiene numerosos aspectos que mejorar para contar con el beneplácito de todos sus residentes.

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