Efectos de la pandemia

El ocio nocturno se lo juega todo a una reapertura rápida

El parón de la actividad durante más de un año ha roto al sector, que suma unos 37.000 empleos, y situado a cientos de locales al borde del cierre en Catalunya

Los afectados creen que la falta de diversión reglada aboca a los jóvenes a fiestas sin control sanitario, botellones y un creciente consumo de alcohol a bajo precio

Ensayo del ocio nocturno en Sitges

Ensayo del ocio nocturno en Sitges / Ferran Nadeu

Patricia Castán

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Hubo un tiempo, entre los años 90 y principios de la siguiente década, en que la noche de Barcelona era un sector efervescente, muchos locales rivalizaban en diseño y poderío, y los noctámbulos salían con el billetero cargado para afrontar largas noches que empalmaban cenas con bares de copas, discotecas y hasta algún 'after'. Hasta que el ritual empezó a decaer por obra y efecto de la crisis económica y de la presión municipal contra las zonas con mucha concentración de ocio. Pero ni en los peores momentos de la recesión -cuando el consumo por cliente bajó a apenas una copa (según un estudio), la ruta se redujo para los autóctonos y solo se salvaron del bajón los negocios enfocados al turismo-, ni siquiera entonces, nadie pudo sospechar lo que traerían 2020 y 2021: un cerrojo que ha dejado a los operadores al borde del cierre y a miles de trabajadores bajo un erte o reinventados.

Desde comienzos de la pandemia, las barras y las pistas de baile han estado proscritas. Apenas hubo unos pocos días de actividad el pasado verano, hasta que la segunda ola empezó a bajar las persianas de nuevo. Por el tortuoso camino, un puñado de ayudas casi anecdóticas respecto a los gastos que entraña mantener cerrada su operativa. Y muchos intentos por resucitarla, clamando a gritos planes sectoriales (ha sido el último en llegar, hace unos días), pruebas piloto (como el ensayo clínico este jueves en Sitges) y un torrente de ideas para remontar la actividad con nuevas miras. Con ese recorrido previo, las principales patronales (Gremi d'Empresaris de Discoteques de Barcelona, Fecalon y Fecasarm) se echan las manos a la cabeza cuando ven la alternativa nocturna que ha eclosionado los fines de semana tras el final del toque de queda: botellones y fiestas con pocas mascarillas y mucha población joven no vacunada.

Hay bares que para ser competitivos ofrecen cervezas a 80 céntimos

Las tres reclaman acelerar la reapertura no solo para salvar sus empresas y empleos, sino para reconducir lo que creen que pueden ser nuevos hábitos consolidados, porque el consumo de alcohol (a bajo precio en colmados o venta ambulante) se dispara a pie de calle. Christian Compte, que además de presidir Fecalon es empresario, pone como ejemplo alguna plaza de Tarragona donde hay bares que para ser competitivos ofrecen cervezas a 80 céntimos. "Hay un consumo intensivo que dejará un cambio de hábitos", mantiene, en una opinión compartida en el sector.

Los restaurantes musicales han podido entregarse al llamado 'tardeo' (con discjockey), mientras que las discotecas o los pubs seguían en dique seco

Dobles licencias

No en todos los municipios han sufrido al mismo nivel. Así, pese al cierre generalizado, en numerosos municipios se han facilitado dobles licencias, de modo que un bar musical pudiera funcionar como bar, con los correspondientes horarios y restricciones. Ha permitido mantener activos negocios en puntos como Castelldefels, por ejemplo, mientras que la misión ha sido imposible en el caso de Barcelona. Los operadores culpan al área de Urbanismo municipal de haber sido intransigente en este punto, dado que los restaurantes musicales han podido entregarse estas últimas semanas al llamado 'tardeo' (con discjockey), mientras que las discotecas puras y duras o los pubs seguían en dique seco, se quejan en esta asociación.

Diversos negocios célebres de la noche barcelonesa están viviendo serios apuros para su continuidad. Desde el sector, se rumorea sin cesar sobre inminentes cierres y ventas, aunque los locales interrogados por este diario lo desmienten o tiran pelotas fuera, a veces por no alertar a las plantillas. La situación no es mejor en otras localidades, donde los afectados se quejan de ausencia de planes de ayuda por parte de las compañías de suministros e incluso confiesan no pagar el alquiler o haber pinchado la luz o el agua hace meses.

Entre los que no pueden asumir la renta figura Rodolfo López, de Salsa Republic, una discoteca de Mataró que también ejerce de escuela (cuando se puede) y que hace solo unos días ha conseguido frenar su desahucio por vía judicial. Este empresario con 23 años de rodaje en la ciudad y 5 en un espacio del polígono Pla d'en Boet no ve cómo abonar los 3.200 euros mensuales desde hace varios meses. Hizo un pacto con el propietario del local, pero al acumular unos 26.000 euros de deuda que podría saldar con los 10.000 euros de ayudas del Gobierno que llegarán en breve y aplazar mensualmente el resto de la deuda, ve su futuro pendiente de un hilo. Si se marcha, dejará en el paro a varios empleados (entre 6 y 15 según los días) y se llevará la licencia y el contenido de un negocio que ya no será de ocio, cuenta, desesperado por reabrir. "La escuela está en mínimos porque la gente tiene miedo, y yo solo saco para comer", añade este padre soltero.

Con el agua al cuello

Las casuísticas son inmensas. Edgar Petit es un joven pinchadiscos de Wolf, en Poblenou, que suma más de un año de erte, del que ha percibido apenas un 15%. ¿Cómo a resistido? Viviendo en casa de sus padres y minimizando gastos a la espera de poder volver a la carga. Para otros compañeros "ha sido más bestia", lamenta. Es el caso, entre un sinfín, de Marta L., de 38 años, que ha pasado de trabajar a diario a media jornada en un karaoke (uno de los subsectores más castigados) a reconvertirse en trabajadora de un gran supermercado. Resistió hasta septiembre, cuando decidió dar un "giro radical" a su vida, dejando el piso en el que vivía sola para preservar su independencia. Ahora convive con su pareja y busca "seguridad", por lo que duda si podrá volver a la noche, donde ganaba más dinero en menos horas, con ayuda de las propinas.

Los 370 controladores de acceso (porteros) que movía la empresa Nightman están inmersos en un erte o reinventados como repartidores de Amazon o en la construcción, entre un sinfín de salvavidas laborales, explica Juan Montero, propietario y director. Su empresa custodiaba muchos puntos clave de la noche en Catalunya e Eivissa con futuro incierto. "Tenemos trabajadores con casi 20 años de experiencia, padres de familia, sin trabajo".

En pleno corazón de Barcelona, la plaza Reial vive congelada en el tiempo. Algunos locales resucitan poco a poco, pero la noche sigue en 'off' en el caso de míticos como Jamboree o Tarantos. Roberto Tierz, desde Sidecar, resiste gracias a su multilicencia que le permite latir al ritmo de las restricciones incluso "bajo mínimos". Tiene activos solo a tres de sus 16 trabajadores. Y fe en que la plaza que sobreviva será aún mejor.

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