El fin del toque de queda

El 'efecto Francino' (y 2): Jóvenes que repetirían el jolgorio del 9-M

Participantes en las fiestas callejeras del 9-M no se arrepienten de haber participado en las fiestas noctámbulas.

Aseguran que son conscientes de que la pandemia "no ha acabado" y que los próximos sábados no serán igual.

La plaza de la Virreina de Barcelona el 9 de mayo del 2021

La plaza de la Virreina de Barcelona el 9 de mayo del 2021 / MANU MITRU

Elisenda Colell

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Una noche inolvidable, única y emocionante que se celebró y culminó de la mejor manera, a pesar de que no había ni distancias de seguridad ni mascarillas. Después de la resaca del 9-M, algunos jóvenes que celebraron el fin del toque de queda siguen pensando que no cometieron ningún error. Ni saben quién es Carles Francino, ni han visto el vídeo de su vuelta a la SER tras superar el covid-19. Y son tajantes. "Lo volvería a hacer sin ninguna duda", asiente una vecina del barrio de Gràcia.

No todos son iguales. Jorge, Sara, Jana, Facundo o Júlia son cinco jóvenes entre 18 y 27 años que no solamente critican los botellones que se vieron la noche del sábado, sino que tampoco participaron en ellos. Algunos aprovecharon el toque de queda para juntarse con grupos muy reducidos y tomarse una cerveza en la calle, con la mascarilla puesta. Otros aprovecharon para visitar a algún amigo y cenar en casa tranquilamente. Y Jorge ni tan siquiera salió a la calle. "Mis amigos querían ir a la playa, pero yo vi la gente sin mascarillas, arrimándose unos a otros, diciendo que había acabado la pandemia... Y se me pasaron las ganas", explica. "Lo digo porque es verdad, y porque no todos los jóvenes pensamos igual. Yo sí sé quién es el locutor Carles Francino, vi el vídeo de su vuelta a la SER y me emocioné", añade.

Mireia, 24 años: "No fue tan descabellado"

"Para mí fue una noche emocionante, superespecial, algo muy bonito", describe Mireia, una profesora, vecina del barrio del Guinardó de Barcelona, para hablar de la noche del 9 de mayo. Incluso antes del toque de queda, ya participaba en encuentros callejeros fuera del toque de queda. El sábado, llegada la medianoche, se metió entre el tumulto de la plaza de la Virreina. "Fue muy bestia, parecía una fiesta mayor", recuerda. De su explicación no hay ni un ápice de remordimiento. Se limita en constatar que fue una noche para no olvidar. Para ella, reconoce, salir de fiesta es un "ritual".

"Sí es cierto que hay gente que le molesta que yo me metiera en esas fiestas, pero todos ven la otra cara de la moneda", insiste. ¿Y cuál es la otra cara de la moneda? "Hay una pandemia y nos tenemos que cuidar pero a la vez la incidencia del virus está bajando y la gente necesita socializar... Quiero decir que lo del sábado no fue tan descabellado", añade. Dice que sus compañeros de empleo, mayores que ella, la han comprendido. Y que no ha visto el vídeo de Carles Francino en la SER. "Quien solo vea una cosa, o la necesidad de salir y pasar de todo, o que hay una pandemia y todos nos debemos encerrar en casa.... ", señala la chica.

Mireia no se arrepiente de lo ocurrido en la Virreina y pronostica que las próximas noches ya no volverán a ser lo mismo. "No creo que se repitan tan a lo bestia".

Barcelona se llena de fiestas callejeras para celebrar el fin del estado de alarma

Barcelona se llena de fiestas callejeras para celebrar el fin del estado de alarma. /

Zubi, 23 años: "Sin ninguna duda volvería a llenar la Virreina de nuevo"

Estudia un máster sobre educación, sexualidad y discapacidad y lo compagina con un empleo en comedores escolares. De hecho, busca un trabajo más estable de cara al año que viene. Zubi, 23 años, vecina del barrio de Gràcia, es contundente a la hora de hablar sobre los botellones del pasado sábado. "Yo lo volvería a hacer, yo volvería a estar por llenar la Virreina como lo hicimos. Por muchas veces que me lo preguntes, si se volviera a repetir y me encontrara todo aquello, yo me volvería a meter", cuenta la chica. El arrepentimiento parece ni asomarse. Por muchas preguntas sobre mascarillas o distancias de seguridad. Entonces, la joven se justifica. "Claro que sabemos que hay una pandemia, pero ¿acaso tampoco no hay aglomeraciones en el metro a las ocho de la mañana? Para trabajar y producir sí que les interesa que nos juntemos", se queja.

Ambiente de madrugada en el Born, tras el final del estado de alarma.

Ambiente de madrugada en el Born, tras el final del estado de alarma. / Manu Mitru

Zubi estuvo en las callejuelas de Gràcia durante toda la tarde del sábado. Cenó en casa a partir del toque de queda y volvió a salir a medianoche hasta las cinco de la madrugada. Abandonó la plaza, pues, la segunda vez que los antidisturbios de la Guardia Urbana trataron de desalojar el lugar. "Lo que ocurrió me parece normal, lo necesitábamos. Nos quitaron la libertad de golpe y la gente estaba muy quemada", asume la chica, que a su vez tiene sus padres y abuelos viviendo fuera de Catalunya. "Ni lo he hablado con ellos ni tengo miedo a infectarles", explica.

Anónimo. "Me alegra que la gente haya explotado"

Se está liando un cigarrillo sentada en las escaleras de la parroquia Sant Joan Baptista, en la plaza de la Virreina de Gràcia. Admite que el sábado estuvo "en medio del follón", de la fiesta improvisada, y acepta contar su opinión de lo ocurrido a cambio de no decir su nombre. Solo explica que es estudiante de danza y que tiene 25 años. Apuró la fiesta desde la medianoche hasta las cinco de la madrugada. "Yo recuerdo esas plazas llenas... la del Diamant, la de la Virreina... Era maravilloso", expone.

Tampoco da espacio al arrepentimiento. Tampoco ha hablado de ello con sus padres. "Digo que no estuve, que qué mal lo hicieron y ya está", asume. Pero la verdad es que, para ella, el estallido fiestero del sábado es como una especie de manifestación. Una muestra del cabreo de la gente frente a las restricciones de la pandemia. "Que no te dejen estar en la calle por la noche me parece muy bestia, me parece un recorte de derechos y libertades esenciales muy bestia. Es que nos están reprimiendo, nos quieren controlar, y a mí lo del sábado me alegró: me alegra que la gente haya explotado y diga hasta aquí", explica mientras los ojos le rebosan ilusión y felicidad . La chica tampoco se considera negacionista, admite que hay un virus que se está cobrando vidas y asume que en los próximos meses estas fiestas irán a menos.

"Me cabrea que no nos dejaran estar en la calle. Y más en en este barrio, dónde siempre hay follones con la policía cuando estás bebiendo en las plazas", añade la chica. "Solo nos dejan beber en las terrazas, ¡pero es que la gente del barrio no nos las podemos ni pagar!", exclama. Es decir, que según ella la verbena del 9-M también fue una pequeña revuelta. "Y sí, volvería. No pienso pedir disculpas por ello".

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