Fin del estado de alarma

Cuatro claves para entender la falsa sensación de seguridad en la 'verbena' del 9-M

Los epidemiólogos achacan esta situación a la fatiga pandémica, la impulsividad propia de los jóvenes y a la descoordinación de las autoridades sanitarias

Botellón en Barcelona

Botellón en Barcelona / Manu Mitru

Patricia Martín

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El fin del estado de alarma ha quedadomarcado por las imágenes de miles de jóvenes y no tan jóvenes que el sábado protagonizaron botellones y fiestas callejeras por toda España, sin mascarilla y sin distancias de seguridad, al grito de “libertad”. Una “actitud irresponsable” o “suicida”, según los epidemiólogos, que denota que los congregados no solo festejaban que, después de un año de sacrificios, se relejan las restricciones más duras, sino que han confundido peligrosamente el fin de la alarma con el final de la pandemia, como si ya no existiera riesgo a contagiarse y morir por covid.

¿Era previsible celebraciones tan multitudinarias? ¿Qué las ha provocado y cómo ha influido la actitud de las autoridades sanitarias y judiciales? ¿Qué consecuencias puede tener a corto plazo en la curva pandémica? A estas y otras interrogantes trata de responder EL PERIÓDICO de la mano de cuatro especialistas. 

¿Era previsible?

“Sí y no”, concluye el epidemiólogo <strong>Daniel López Acuña</strong>, exdirectivo de la OMS, quien asevera que las aglomeraciones fueron “más allá de lo previsible” y los congregados tuvieron una conducta “demencial y suicida que atenta hacia la salud”. Hay que tener en cuenta que los consejeros de la Comunidad de Madrid que el viernes informaron del fin del toque de queda, señalaron que a partir de las 24.00 horas se podría salir <strong>“a pasear</strong>” y que las fuerzas de seguridad impedirían los botellones. Si bien, lo sucedido demuestra que no hay efectivos policiales suficientes para dispensar a las masas sin emplear la fuerza, aunque se despliegue, como hizo Catalunya, un dispositivo similar al de Nochevieja. Llamativamente, el hospital de Mar ha registrado este fin de semana más ingresos en urgencias por intoxicaciones etílicas que por contagios de covid.

¿Qué lo ha provocado?

“No hay un factor único”, avisa <strong>José Martínez Olmos</strong>, exsecretario general de Sanidad, quien menciona entre los posibles motivos para la euforia descontrolada la fatiga tras meses de pandemia, sobre todo en los jóvenes, que llevan más de un año sin apenas contacto social, fiestas, conciertos o ligues. Hay que añadir “la sensación de optimismo” servida por la vacunación.

El doctor en Psicología de la Universidad Complutense <strong>Valentín Martínez-Otero</strong> considera que se ha activado un “proceso de psicología de masas”, donde no se impone la “racionalidad del individuo”, sino que la responsabilidad se diluye en el grupo y se activa “la búsqueda de placer, la impulsividad y la euforia desbordada”. 

¿Ha contribuido la actitud del Gobierno y las autonomías?

La “respuesta descoordinada” de las autoridades sanitarias han hecho “percibir a la ciudadanía que si los responsables públicos no se ponen de acuerdo en las medidas a adoptar, quizá es que la situación no es tan grave”, señala Martínez Olmos, quien también apunta que la campaña de las elecciones madrileñas ha pivotado en torno al concepto “libertad” y se han podido ver desde mítines multitudinarios a una gran celebración ante la sede del PP con políticos abrazados y coreando canciones, sin ninguna distancia de seguridad.

“Ha habido un fallo enorme de comunicación”, sentencia a su vez López Acuña, quien achaca el error tanto a las autoridades sanitarias, que “no han trasmitido suficientemente los riesgos”, como al “embrollo judicial” creado tras la alarma, con tribunales autorizando medidas que se rechazan en otras autonomías, lo que “crea incertidumbre y confusión”.

También considera que ha habido un fallo de comunicación la psicóloga social <strong>Gemma Altell</strong>, quien indica que, a través de “influencers y sus modelos de referencia” habría que haber explicado de manera “didáctica” a los jóvenes que el fin del estado de alarma no implica el final de la pandemia. “No se ha hecho un relato de la desescalada”, lamenta, a la par que recuerda que el virus ha provocado graves problemas de salud mental, especialmente en los adolescentes, entre otros motivos por la distancia social. 

¿Qué consecuencias tendrá?

Los epidemiólogos temen que el fin del toque de queda, de los cierres perimetrales y las reuniones multitudinarias, tanto en exteriores como en los interiores, provoquen un “repunte”, que aumente la presión hospitalaria dado que las ucis aún no se han vaciado de los efectos de la cuarta ola. Es verdad que, de producirse, la quinta ola podría tener efectos menos dramáticos dado que la población de más edad está vacunada, pero el porcentaje de inmunización es insuficiente en los menores de 60 años, que también pueden sufrir el covid de manera grave. En Reino Unido, donde también se produjeron llamativas aglomeraciones en los bares, en su reapertura a mediados de abril, no ha habido una subida llamativa de los casos, pero el porcentaje de vacunación era más alto y la incidencia más baja.

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