La lucha contra el virus
¿Qué pasará a partir del 9 de mayo?
Sin estado de alarma, las autonomías tienen escasas armas legales para decretar normas que afectan a la movilidad y la vida social
Los epidemiólogos insisten en la importancia de extremar las precauciones porque la pandemia no ha terminado
Olga Pereda
Periodista
Especialista en Educación de El Periódico. A los mandos de la sección 'Mamás y Papás' y del Club de Educación y Crianza. Te mando cada viernes una newsletter con contenidos clave para afrontar la maternidad y la paternidad. Escribo en la sección de Sociedad y tengo alergia a la pseudociencia.
Después de 14 meses de pandemia, 78.293 muertos, cuatro olas y unas restricciones a la movilidad, el turismo, la cultura y la vida social inéditas hasta ahora, la gran pregunta es qué va a pasar en toda España a partir del próximo domingo, 9 de mayo, cuando decaiga un estado de alarma que ha durado seis meses. La Sociedad Española de Epidemiología teme que con el levantamiento de esa medida y la llegada de la época estival, la población baje la guardia. "Hay que extremar las precauciones porque la pandemia no ha terminado", recuerda.
A diferencia de las olas anteriores, la vacuna hace vislumbrar la luz al final del túnel. 11,7 millones de personas tienen ya al menos la primera dosis y la pauta completa alcanzará los 5 millones el 5 de mayo. Pero en las ucis de toda España hay ahora mismo 2.323 pacientes luchando contra el coronavirus y solo en Madrid se han notificado en la última semana 89 muertes, según los datos del pasado domingo.
El objetivo del Gobierno era llegar a lo que se considera riesgo bajo (50 casos por 100.000 habitantes) antes de relajar las medidas por completo. La incidencia media española es de 223 y los peores datos los acapara Euskadi, con 496. El lehendakari, Íñigo Urkullu, -que ya ha visto cómo hay jueces que tumban órdenes decretadas por su Ejecutivo, como el cierre de los bares- ha pedido al Ejecutivo central una prórroga del estado de alarma para continuar con las restricciones. Los planes del gabinete de Pedro Sánchez no pasan por ahí. El Ministerio de Sanidad es partidario de ir aprobando disposiciones en función del estado de la pandemia. Esas directrices son de obligado cumplimiento si se aprueban en el consejo interterritorial de Sanidad. En todo caso, Urkullu ha anunciado la inminente aprobación de un paquete de medidas anticovid para compensar la ausencia del estado de alarma.
Desescalada tranquila
Mientras que Euskadi sufre el peor panorama, la Comunidad Valenciana ha conseguido -de la mano de unas severas restricciones durante la tercera ola- tener la tasa de contagio más bajo de toda España: 42 casos por 100.000 habitantes. El presidente, Ximo Puig, tiene claro que la causa de la bajada ha sido “la concienciación” de los valencianos y su “actitud cívica”. Puig ha avanzado que las restricciones no desaparecerán el 9 de mayo y que la desescalada será “tranquila”. La intención de la Generalitat valenciana es que a partir del 9 de mayo el toque de queda nocturno siga vigente, al contrario que la otra gran medida: el cierre perimetral de la comunidad.
A falta del estado de alarma, las autonomías tienen escasas armas legales para decretar normas que afectan a los derechos fundamentales. Por ejemplo, la movilidad y la libertad de reunión. Antes de ser aplicadas, necesitan estar perfectamente justificadas desde el punto de vista sanitario y legal para recibir el visto bueno de los tribunales de justicia.
Instrumentos jurídicos
Para decretar cierres perimetrales y toques de queda, algunas autonomías llevan días pidiendo al Gobierno instrumentos jurídicos, incluida la modificación de leyes estatales, que es una reclamación de dirigentes del PP. Otra opción sería volver al estado de alarma a la carta que ya ofreció Sánchez en otoño y al que ninguna autonomía se acogió.
Una vez pasadas las elecciones en la Comunidad de Madrid (este martes) el Gobierno y las autonomías moverán ficha para decidir cómo será la vida de los españoles sin estado de alarma.
Nada invita al optimismo. El escenario más probable es el de caos y la habitual trifulca política. El cansancio de una población que lleva 14 meses sin apenas vida social y una economía en horas bajas que pide a gritos que vuelva el turismo empuja hacia una desescalada rápida. Pero los antecedentes del pasado verano y las vacaciones navideñas demostraron los peligros que implica precipitarse. Pisar el acelerador para relajar medidas también implicaría un daño a la comunidad médica, que está al límite de su resistencia después de 14 meses atendiendo enfermos de covid y con los hospitales saturados.
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