Restricciones por el covid

La fiebre del oro de los test a turistas

Laboratorios alemanes se movilizan para abrir sucursales en Mallorca, en busca de un negocio de decenas de millones de euros

Colas de turistas alemanes para realizarse las pruebas exigidas por Angela Merkel.

Colas de turistas alemanes para realizarse las pruebas exigidas por Angela Merkel. / DIARIO DE MALLORCA

Matías Vallés

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«Es el petróleo de este año en Mallorca», sintetiza un destacado ejecutivo turístico al que le llueven las ofertas desde Alemania, para intermediar la instalación urgente de laboratorios germanos que lleven a cabo pruebas del coronavirus en Mallorca. Se ha desatado la fiebre del oro de los test a turistas.

Cuatro millones de visitantes alemanes llegan a Mallorca en una buena temporada. Ahora mismo, no pueden regresar a su país sin la preceptiva PCR o test de antígenos, ambos negativos. La primera prueba cuesta alrededor de cien euros, cincuenta la segunda aunque con mayor rendimiento económico. Es exagerado multiplicar sin más, hasta los quinientos millones de euros de posible negocio. Sin embargo, una perspectiva de decenas de millones «ha despertado el ingenio de los jóvenes emprendedores alemanes que ya proliferaron en las ciudades de su país, en cuanto se impuso un test para viajar al extranjero». Así resume el proceso un conocedor del mercado.

Un enjambre de laboratorios alemanes se han movilizado para instalarse en las zonas turísticas mallorquinas. En una de las iniciativas más avanzadas, tres empresarios germanos están a punto de abrir un centro de análisis en plena Playa de Palma. Están apadrinados por una clínica privada local, y uno de los involucrados procede de la organización de eventos, lo cual da idea del desplazamiento de la economía hacia aspectos ligados a la gestión sanitaria del coronavirus.

Si flaquean los turistas de temporada, subsiste el mercado de los semirresidentes alemanes, que poseen una vivienda fija en la isla o que se instalan en ella durante meses. Cada vez que regresan a su país, y los había que recurrían a un auténtico puente aéreo de jueves a domingo, están ahora obligados a demostrar que se hallan libres de coronavirus.

La esencia de la vigilancia epidemiológica, a la que se someten los turistas en Mallorca, es el traslado a la isla de la psicosis sobre una cuarta ola con cien mil casos diarios que domina hoy en Alemania. Bajo esta premisa, y en una decisión sin precedentes, Angela Merkel ha expatriado a los compatriotas que desafiaron sus órdenes y se convirtieron en turistas.

El fenomenal negocio todavía incipiente se sustenta en las pruebas que Merkel obliga a superar a sus conciudadanos para acogerlos. En caso contrario, la cancillera ha creado los apátridas sanitarios, contagiados en tierra de nadie. Desde el foco mercantil, todo turista que recala en Mallorca está obligado a entrar en contacto con el sistema sanitario, una vicisitud inesperada y que hasta ahora solo afectaba a una porción mínima de los viajeros. En la versión ajustada de un empresario de la sanidad privada que ha vivido la explosión de las pruebas ligadas al coronavirus, «no son enfermos, pero son clientes".

Si el turismo mallorquín es una industria participada por Alemania, según demuestra la preponderancia del gigante TUI, ¿por qué no debería ocurrir lo mismo con la sanidad turística? De hecho, el desembarco en curso no se limita a aventureros individuales. Una compañía con más de cincuenta sucursales en el país centroeuropeo ha sondeado a importantes ejecutivos locales, para que intermedien su llegada a Mallorca en plena fiebre de las PCR.

Los médicos mallorquines que han vivido en primera línea la evolución microbiológica de la pandemia muestran su escepticismo hacia la raíz misma de los test obligatorios, «porque son falibles y ofrecen muchos falsos positivos y negativos». Pese a esta carencia, son conscientes de que «los laboratorios alemanes saldrán como setas en Mallorca, igual que la fiebre de los vendedores de cassettes en las gasolineras. Y también se acabará, porque es un fenómeno artificial».

La fabricación de vacunas en cantidades suficientes para que puedan liberalizarse su suministro y administración, una holgura que Alemania confía que se produzca en julio, redundará en la esterilidad de la obsesión por los test. Sin embargo, el coronavirus ha inaugurado una tendencia al examen sistemático de la población, con lo cual puede estabilizarse el negocio de los laboratorios en perspectiva.

Hasta la fecha, el flujo de alemanes no se ha visto lastrado por la exigencia de test, en contra de las pretensiones de Merkel. Las colas que se registran en las proximidades de los centros médicos existentes estimulan la avidez de quienes pretenden erigirse en su competencia. Según el responsable de uno de los laboratorios más fructíferos, «hemos de espabilar y acercar el servicio a los turistas, para que no hagan colas».

Los laboratorios recién llegados también se han adelantado en el apartado de las relaciones públicas, y ya han establecido contacto con las compañías aéreas y los hoteleros que se nutren de turismo alemán. Una ventaja para los «clientes» repercutirá en perjuicio de quienes hoy controlan el mercado de los test, conscientes de que «los recién llegados establecerán una guerra de precios a la baja para asentarse».

En el campo de la rentabilidad, los empresarios procedentes de otros campos que debutan en los análisis clínicos se maravillan de los pingües beneficios a extraer de las pruebas del coronavirus. La PCR es una técnica exigente, pero los test de antígenos que también contempla como salvoconducto de entrada la legislación de Merkel gozan de una mayor simplicidad. Es decir, de un excelente rendimiento si se llevan a cabo en número suficiente.

Mientras Mallorca asiste a la medicalización de su litoral, ya ha conocido la primera perversión de las pruebas forzosas. Los test falsificados confirman las prevenciones de los expertos, que prefieren una declaración jurada perseguible en caso de inveraz al veredicto de un laboratorio indeterminado.

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