ENTREVISTA

Carla Vall i Duran: "El testimonio de Rocío Carrasco puede sacudir cimientos"

La abogada penalista especializada en violencia de género valora el debate público abierto y señala que la solución al problema estructural es darnos cuenta de que somos cómplices

"Debemos afrontar los prejuicios y reconocer que a veces han pasado cosas a nuestro alrededor que eran violencia y hemos decidido no intervenir", apunta

Carla Vall i Duran

Carla Vall i Duran / Maria d'Oultremont

Helena López

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¿Le ha sorprendido el terremoto que ha provocado el testimonio de Rocío Carrasco?

Me ha sorprendido positivamente, sí. En el sentido de que alguna cosa sí que ha cambiado en nuestra sociedad a la hora de leer los testimonios de las violencias y cómo se producen. De hecho, lo primero que pensé es, 'ostras, será la primera vez que no haga falta un feminicidio para que la mujer sea creída a nivel público'; y me parece espectacular, en este sentido. Enseguida me vino a la cabeza Ana Orantes. He leído a varios juristas enfadados con que haya juicios populares y que esto no se vehicule de manera estricta por la vía jurídica; pero pienso que seguimos teniendo unas ratios de denuncia bajísimas de este tipo de casos y que, tal y como faltaban pruebas de diagnóstico forense y se hacían barbaridades a nivel de medicina legal a principios del siglo pasado, por ejemplo, creo que eso nos pasa todavía en la actualidad en cuestiones de género. En ese sentido, pienso que que exista este debate público en realidad es sano y puede sacudir cimientos.

¿Cree que puede suponer un punto de inflexión en la mirada sobre la violencia machista, sobre todo en personas de una cierta edad?

Sí. Además desmonta ciertos mitos y prejuicios. De alguna manera estamos avanzando en este debate y estamos viendo que ocupa todas las esferas. A mí la verdad es que este mundo me queda súper, súper lejos, no sé ni quién es quién, prácticamente; pero sí que he visto que ha calado en segmentos sociales que normalmente se encuentran alejados de esta materia. En ese sentido pienso que al final los medios tienen una función pedagógica importante, no solo en este momento, sino también en los días que vendrán.

El testimonio de Rocío Carrasco pone también sobre la mesa las denuncias archivadas.

Las cifras aproximadas que van apareciendo año tras año es que hay un tercio de condenas, un tercio de absoluciones y un tercio de sobreseimientos, es decir, que ni siquiera se llega a juicio. En muchas ocasiones esos sobreseimientos se deben precisamente a que las mujeres deciden no denunciar contra sus agresores por miedo, por falta de recursos o por falta de acompañamiento. No es que no haya pruebas suficientes, sino que por la propia inferencia de carácter psicológico la mujer no está preparada para denunciar. En este sentido, el sistema está fallando a las víctimas. Y, como no nos sabemos adaptar a nivel judicial a este influjo, a estos problemas de carácter emocional, psicológico, que se presentan cuando estás sufriendo violencia, que no es una situación de normalidad como para tomar decisiones, estamos fallando. 

Y en cuanto a las absoluciones... ¿Qué falla para que haya agresores que sigan siendo considerados inocentes por la justicia?

Hay múltiples motivos. La falta de pericia de abogados y de la fiscalía y la falta de formación que puedan tener los jueces en relación a este asunto; pero además, también porque aún hay muchos profesionales que no utilizan herramientas como las de evaluación del riesgo, de carácter forense o los informes forenses que se pueden emitir de carácter psicológico, etcétera, etcétera. Pero estamos en un punto de inflexión. Esas cosas están cambiando, aunque eso no quita que tengamos muchos retos por delante.

¿Cambiar la mirada de policías y jueces es uno de esos retos?

Esa mirada ya ha cambiado en los últimos años. Estamos rescatando cierta humildad en el sector; somos conscientes de que aún no sabemos suficiente. Además, siempre que empiezo formaciones les digo ‘yo también soy alumna, de otros sitios’. Las cosas que sé ahora no son las cosas que sabré dentro de dos años. Tenemos que ser conscientes de que cada vez sabemos más cosas en relación a los mecanismos de la violencia y a los perfiles de los agresores, pero también a nivel victimológico. Y si no estamos actualizándonos de manera bastante constante no es que seremos buenos o malos profesionales, sino que seremos profesionales incapaces de hacer nuestro trabajo de forma correcta. Es una cuestión de capacitación. Sí ha cambiado la sensibilidad, pero los profesionales no tenemos que ser sensibles, tenemos que ser capaces. Y en los últimos tiempos he escuchado comentarios muy diferentes a los que escuchaba años atrás. 

¿Comentarios cómo...?

Un fiscal que le decía a una víctima: 'aunque usted estuviera gimiendo, eso no quita que fuera una violación, no? Porque eso es un mecanismo del cuerpo'. O 'que lubriques no quiere decir que tú te lo estés pasando bien, es un mecanismo del cuerpo'. Escuchar eso fue muy interesante. Pensé: bueno, al fin se está generando un cambio. Solo hace falta ver el documental de ‘Nevenka’ para darse cuenta de que ha habido un cambio social importante. Eso es así, es innegable. Otra cosa es que no esté avanzando al ritmo que desearíamos, pero el discurso de nada ha cambiado, primero, creo que es mentiroso y, después, es prácticamente reaccionario porque nos impide ver las conquistas a nivel de movimientos sociales, movimientos feministas y movimientos por los derechos humanos. Creo que tendríamos que ser cuidadosos cuando hablamos de esa evolución.   

La docuserie de Rocío Carrasco abre también el melón de la salud mental y el estigma de madre loca o mala madre.

Los estigmas a nivel judicial y a nivel de denuncia que se pueden tirar hacia atrás hasta la época de la caza de brujas se han ido adaptando hasta el día de hoy. Están siempre muy presentes. Es evidente que una persona que ha sufrido violencia no puede tener la estabilidad de una persona que no la ha sufrido. Por eso hay ese sesgo tan importante entre los agresores y las víctimas. Me hace gracia que se espere de una víctima que tenga la misma serenidad que un victimario y eso es altamente imposible. Lo que pasa es que asociamos la victimización a un único modelo de víctima, que, como diría Inés Hercovich, es la dama que se desmaya en la escena. Y, cuando una víctima no encaja en eso, de manera automática lo que hacemos es estigmatizarla.  

-¿Qué podemos hacer entre todos para superar eso?

Darnos cuenta de que somos cómplices y afrontar los prejuicios. Darnos cuenta de que a veces han pasado cosas a nuestro alrededor que eran violencia y hemos decidido no intervenir, levantar un muro y decir que era culpa de la víctima. Cuando nos demos cuenta de que todas las mujeres pueden ser víctimas por el hecho de serlo podremos cambiar esa mirada.