Recursos naturales
Megapesqueros, entre el prodigio y el saqueo
El debate sobre la actividad de estos buques llega a Bruselas en paralelo a la escala en Vigo del 'Margiris', el segundo mayor pesquero del mundo
El pasado 25 de septiembre, colectivos de marineros y ecologistas asistieron al “funeral por la pesca artesanal” en la localidad francesa de Concarneau. En presencia del, a su juicio, verdugo: un arrastrero congelador de 81 metros de eslora, bautizado como Scombrus y construido en el astillero noruego Havyard Ship Technology. Del mismo grupo empresarial, por cierto, que dio la espantada hace un año de Barreras, donde quedaron a medio hacer sus dos cruceros Pollux y Polaris. La armadora France Pélagique quería celebrar una fiesta en la Bretaña para dar buenos augurios al nuevo pesquero, pero se topó con una insurrección.
“Forma parte del lobby de la pesca industrial holandesa y defiende fervientemente métodos de pesca incompatibles con el mantenimiento de los recursos y los puestos de trabajo”, clamó un portavoz de Pleine Mer. En realidad, el Scombrus pertenece a Cornelis Vrolijk, con base en IJmuiden, que lo opera a través de una filial. Puede faenar 200 toneladas diarias de pescado. Para la armadora es un prodigio, un exponente del “gran salto tecnológico” que ha dado la industria; para los manifestantes, un depredador puro de los océanos. La polémica ha llegado al Parlamento Europeo de su mano, y en paralelo a la escala en Vigo del segundo mayor pesquero del mundo: el Margiris, de 142 metros. Que también es de capital holandés, y que casi dobla en eslora al Scombrus.
France Jamet es eurodiputada del partido ultraderechista Frente Nacional, que comanda Marine Le Pen. Como ésta, que tomó los mandos de la formación por herencia casi monárquica –su padre, Jean-Marie Le Pen, fue su fundador–, Jamet fue elegida para ir a Bruselas en una lista que encabezaba su padre. En todo caso, fue ella la que cuestionó al Ejecutivo comunitario por la vigilancia a la que están sometidas este tipo de embarcaciones.
"No podemos pescar lo que queramos, no operamos en las mismas aguas que la pesca artesanal. Nos están tratando mal"
“No contento con saquear el mar frente a las costas de Bretaña antes de desembarcar todas sus capturas en los Países Bajos, y así dar el toque de gracia a la pesca artesanal en Francia, el Scombrus también tendrá una parte considerable de responsabilidad en el empobrecimiento de los recursos pesqueros en aguas territoriales francesas”, arranca en una pregunta parlamentaria dirigida al comisario de Pesca, Virginijus Sinkevicius. “¿Cómo piensa la Comisión lograr su objetivo de restaurar las pesquerías cuando existen barcos de este tipo?”, continúa la eurodiputada ultra.
La respuesta de Sinkevicius ha sido escueta, y políticamente correcta, sin abordar la polémica que, per se, generan buques de este tipo. “La Comisión tiene conocimiento de las actividades pesqueras del arrastrero francés Scombrus, que tiene una autorización de pesca para faenar en el Mar del Norte. Corresponde a las autoridades francesas controlar las operaciones de este buque y garantizar que sus actividades cumplen plenamente las normas de la política pesquera común”. Y culmina: “Todos los barcos pesqueros, grandes y pequeños, deben cumplir las reglas”. En aquella protesta a pie de puerto en Concarneau, el director general de France Pélagique, Geoffroy Dhellemmes, aseguró que no las vulneran. “No podemos pescar lo que queramos, no operamos en las mismas aguas que la pesca artesanal. Nos están tratando mal”.
La polémica alrededor del Scombrus reaviva la polvareda que levantó el Margiris, de mayor capacidad y que fue declarado non grato en multitud de puertos. En septiembre de 2019, por ejemplo, la actividad del pesquero que acaba de recalar en Vigo por mantenimiento fue carne de críticas en redes sociales. Se inició incluso una campaña de recogida de firmas, registrada en la web de peticiones del Gobierno británico, para prohibir la operatoiva de súper arrastreros en sus aguas. “El Gobierno tiene planes inmediatos para prohibir los súper arrastreros en las aguas del Reino Unido”, respondió Downing Street. También fue expulsado de Australia, pese a que la armadora –propietaria también del mayor pesquero del mundo, el Annelies Ilena– quiso rebautizarlo en honor a un marino que cartografió las Antípodas, Abel Tasman. No le sirvió. Se quedó como Margiris.
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