Entidades alertan de que el ocio clandestino esconde agresiones machistas y sobredosis

Entidades sociales alertan de los peligros de no poder atender las violencias machistas ni los "atracones" de drogas y alcohol que se viven los fines de semana

"Estamos volviendo a los años 90, cuando la violencia estaba invisibilizada y relegada en el hogar", avisa el Observatorio Noctámbul@s mientras trata de reinventarse

El toque de queda y las restricciones por la pandemia han relegado el ocio nocturno a espacios clandestinos y privados como "válvula de escape" ante tanta angustia y la incertidumbre

Los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona realizan un control de alcoholemia a un conductor de un patinete que circulaba fuera del horario permitido.

Los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona realizan un control de alcoholemia a un conductor de un patinete que circulaba fuera del horario permitido. / Ferran Nadeu

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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El toque de queda ha agravado una situación que ya trajo el confinamiento por la pandemia del coronavirus. Las noches de fiesta, y de borrachera, se siguen produciendo en espacios secretos y clandestinos. Entidades como el Centre Jove d'Atenció a les Sexualitats (CJAS), ven cómo el acoso o las agresiones sexuales siguen ocurriendo en espacios privados y círculos de amigos, cosa que dificulta mucho más las denuncias policiales. Además, las fiestas clandestinas conllevan un consumo alcohol y otras drogas mucho más arriesgado y de "atracones", que ya detectan programas como Energy Control, especializado en sensibilizar sobre los tóxicos entre los jóvenes. El drama es que esta vez no hay ninguna mano amiga que ayude a escapar. Solo una sanción, por saltarse las restricciones sanitarias.

"Quedé en casa de unos amigos. Al ver que se acercaban las 10 de la noche opté, precipitadamente, por quedarme en su casa a dormir. Bebimos alcohol, quizás otras sustancias, y acabé durmiendo en una cama ajena. Desperté sin ropa, pocos recuerdos y al lado de un amigo, con quien no quería mantener relaciones sexuales. Él se salió con la suya. ¿Qué hago ahora? Siento que ha sido mi culpa, y si lo cuento me multarán por saltarme el toque de queda y las restricciones sanitarias". Este es un caso real, que expone Raquel Gómez, coordinadora del proyecto Fem-nos la Nit, del CJAS. Hace un año, gestionaba y organizaba puntos violeta contra las agresiones sexuales en festivales y espacios de ocio. Ahora, solo recibe consultas de adolescentes y jóvenes que no saben ni por dónde empezar.

Volviendo a los años 90

"Las violencias machistas, y las agresiones sexuales no han desaparecido. Pero están volviendo al espacio privado y los agresores, en muchas ocasiones, pertenecen al mismo grupo de amigos", cuenta Gómez. El último caso conocido es el de dos agresiones sexuales ocurridas el pasado sábado en Barcelona con un detenido por los Mossos d'Esquadra. Aunque la mayoría de sucesos, según las entidades, quedan impunes. "Las chicas no solo se encuentran con el estigma de denunciar a un supuesto amigo, sino que también se exponen a una sanción por incumplir las restricciones sanitarias. La sensación de culpa es enorme", añade.

"Lo que nos preocupa es que las violencias ocurren en casa. No hay testigos, y en muchos casos a las mujeres les cuesta identificar que están siendo víctimas de violencia machista. Estamos volviendo a los 90, y esto es terrorífico", concluye Florencia Manns, psicóloga y miembro del Observatorio Noctámbul@as, que trabaja la prevención de las violencias machistas y el consumo de drogas entre mujeres. "Volvemos al secretismo, a los pactos. Las mujeres deben decidir si se quedan en casa y adoptan el rol de cuidadoras, o lo rompen por su propio beneficio y diversión. Y si lo hacen no tendrán ninguna ayuda. O mueren o matan", concluye Manns.

Un ritual que no ha muerto

Antes de la pandemia, beber alcohol con amigos en un entorno de ocio nocturno era un ritual social en el que los adolescentes abandonan la niñez y se adentraban en el submundo de los adultos. Repetir esta escena hoy en día es ilegal y puede comportar una multa de hasta 600 euros por persona. "No nos engañemos, la pandemia y las restricciones no han hecho que desaparezca. Ellos siguen anhelando este ritual y los jóvenes necesitan la interacción social y el placer que les aportan las noches de fiesta", resume Josep Rovira, coordinador del área de drogas de la entidad ABD y miembro del proyecto Energy Control. Más aún en tiempos de tristeza, angustia e incertidumbre social y económica.

Consumo intensivo en espacios privados

"Durante el confinamiento el consumo de drogas se redujo de una forma brutal, aunque el alcohol ascendió. A partir de la desescalada del verano, y a pesar del toque de queda, el consumo se ha reorganizado en espacios grupales y privados", expone Rovira. Vuelven a tomar aquellos que ya lo hacían antes de la pandemia, y se añaden nuevos consumidores, sobre todo menores de entre 14 y 16 años. Lo hacen en hoteles, pisos turísticos, en casa de los padres o en casas okupas. Al menos, estas son las consultas que han llegado hasta Energy Control. "Los consumos que vemos son de atracones, muy intensivos. Y el riesgo de sobredosis o intoxicaciones graves es real", prosigue Rovira.

"Lo que nos preocupa es que estos consumos de riesgo se den en espacios privados que no están supervisados", añade Rovira. Antes, ya fuera en un local nocturno o en la calle, existían proyectos, o profesionales que podían ofrecer ayuda en caso de riesgo. Ahora las fiestas nocturnas se deben alargar hasta las seis de la mañana. Si los asistentes salen a la calle para regresar a su casa y dejar de consumir, se exponen a una sanción.

El reto de las entidades es saber cómo logran ayudar a mujeres y jóvenes ante los riesgos evidentes de las fiestas clandestinas. "Diciéndoles que no pueden hacerlo, que no es responsable, no lo lograremos: no nos escucharán y no nos pedirán ayuda", añade Rovira. El CJAS ha optado por publicar vídeos en las redes sociales para que las chicas tengan estrategias ante casos de acoso, y dejen de sentirse culpables. Noctámbul@as busca profesionales para llegar también a estos colectivos. Las administraciones parece que vuelven a llegar tarde.

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