TRES MESES DE TOQUE DE QUEDA

La Barcelona de las fiestas clandestinas

La Guardia Urbana detecta una fiesta ilegal en un piso de la Diagonal que termina con 27 jóvenes identificados por incumplir las restricciones

A menudo, los denunciantes plantan cara a los agentes y optan por impedir su acceso a los domicilios privados

Los policías han detectado el uso de taxis y Cabify para trasladar clientes a fiestas privadas o que se dedican al trapicheo

Una fiesta en el patio interior de una vivienda de la avenida Diagonal donde asistieron 27 personas.

Una fiesta en el patio interior de una vivienda de la avenida Diagonal donde asistieron 27 personas. / Ferran Nadeu

Elisenda Colell

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"He llegado a mi casa y me he encontrado a toda esta gente. ¿Qué voy a hacer, echarlos? ¡Si estamos en pleno toque de queda!", responde S.A, de 25 años, sancionado por organizar una fiesta ilegal en el distrito del Eixample de Barcelona la madrugada del viernes al sábado, donde se contaron hasta 27 asistentes. Previamente, cuatro vecinos de la zona alertaron del fuerte ruido de la fiesta, que la propia Guardia Urbana pudo oír. Tras las restricciones sanitarias, este es el trabajo de los cuerpos policiales: sancionar a los participantes en la juerga. Una Barcelona clandestina, pese a todo, sigue incumpliendo la normativa sanitaria durante el fin de semana, poniendo en riesgo a la población por el auge de los contagios.

Patrullas durante el toque de queda

Dispositivo de la Guardia Urbana para controlar la movilidad durante el toque de queda. / Ferran Nadeu

Pasan cinco minutos de las once de la noche del viernes. Hace más de una hora que se ha decretado el toque de queda, y dos agentes de la patrulla nocturna de la Guardia Urbana se encuentran a tres hombres bebiendo alcohol en la boca del metro de Arc de Triomf. No llevan mascarillas, y las bolsas que portan en las manos demuestran que la fiesta solo acaba de empezar. "Trabajamos en un bar, acabamos de salir y solo queríamos divertirnos un rato antes de ir para casa", alegan. Se llevan tres sanciones. Una, por beber en la vía pública (que pagan al instante). Otra, por no cumplir con las restricciones sanitarias. Y la tercera, por hacer un directo en Instagram filmando el rostro de los agentes que les están sancionando.

Taxis y VTC en el punto de mira

El coche patrulla, comandado por la agente Mónica y el sargento Albert Jordán, se dirige hacia un control policial ubicado en la calle Mallorca. Antes, se detienen ante la estatua de Rafael de Casanova. Son casi las once y media de la noche. Dos jóvenes cenan juntos en un banco. "Ya saben que a estas horas no pueden estar en la calle, aunque vivan muy cerca", les expone el sargento. Ellos acatan y vuelven a casa, con un expediente de multa iniciado.

A las doce menos cuarto los agentes llegan al control policial en la esquina entre la calle de València con la de Lepant. Dos amigos tratan de salir de un portal, pero al deslumbrarse por las luces azules de los vehículos policiales, vuelven a entrar. Con un patinete, uno alega que debe de ir a la farmacia. El otro, a ver a su novia. Ambos acaban sancionados, pero horas después huyen a pie, por la calle de Lepant. Quién sabe si a buscar otra fiesta clandestina.

Un policía identifica a un joven que iba en un taxi fuera el horario del toque de queda

Un policía identifica a un joven que iba en un taxi fuera el horario del toque de queda / FERRAN NADEU

En el control, van desfilando taxis y vehículos gestionados por la aplicación de Cabify, que llevan pasajeros un tanto sospechosos. "Voy a ver a un amigo que le ha dado un ataque de angustia", justifica uno. "Estamos yendo de camino a casa de mi madre", alega otra, con un vaso en mano, ya medio vacío, y que apesta a alcohol. En menos de una hora, los agentes de la Urbana han incoado una decena de sanciones. "En los últimos días nos hemos encontrado con taxis o vehículos privados que transportan a clientes que únicamente se dedican a vender drogas en varias fiestas", comenta el sargento Jordán. Entre varias otras drogas requisadas, como el hachís o la cocaína, se ha encontrado éxtasis líquido.

Borrachos en patinete

Esta vez no ocurre. Aunque, quien sí demuestra haberse pasado de la raya en el consumo de sustancias es un joven que conduce un patinete en la calle de Urgell. "Se iba tambaleando", reconoce un agente pasadas las doce de la noche. Le practican el control de alcoholemia, y acaba dando 0,53. Está a siete puntos de salir esposado. El patinete queda inmovilizado. "Este control ha sido una escabechina", explica a su superior el mismo agente horas más tarde.

Los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona realizan un control de alcoholemia a un conductor de un patinete que circulaba fuera del horario permitido. 

Los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona realizan un control de alcoholemia a un conductor de un patinete que circulaba fuera del horario permitido.  / Ferran Nadeu

Faltan diez minutos para la una y media y llega un aviso a través de la radio. "Posible fiesta en un gimnasio". Un vecino asegura que los ruidos en el local no cesan. Pero los agentes no oyen ni uno. Además, es imposible entrar. Prometen trasladarlo a la policía diurna. "Es habitual encontrarnos con locales que hacen fiestas ilegales, pero saben que tienen mucho que perder, y estos últimos días ya no recibimos tantos avisos", comenta el sargento. Uno de los riesgos que corren es que les precinten el local y no puedan abrir en meses.

Una fiesta en la zona alta

A pocos minutos de las dos de la madrugada, cuatro vecinos alertan de una fiesta cercana a la calle de Londres, entre las de Aribau y Muntaner. Resulta que un grupo de jóvenes ha organizado una fiesta clandestina en un piso, que además tiene acceso en un patio interior. La policía oye la música y, al final, logra hablar con ellos colándose por unos ventanales de un hotel cercano. Desde allí, se puede ver una mesa repleta de botellas de ginebra y tónica. "La fiesta se ha terminado", les dicen los agentes. Pero los jóvenes, aunque saben que están incumpliendo las restricciones, plantan cara a la autoridad. Se niegan a abrir la puerta, y responden con evasivas. "Yo he llegado a casa y me he encontrado todo esto, tampoco les puedo echar", se defiende el único joven S. A., de 25 años, que reside en este gran piso.

"En otras ocasiones habrían salido impunes, porque esto es una propiedad privada y las patrullas no son infinitas, pero como no tenemos otro trabajo vamos a quedarnos aquí el tiempo que haga falta", afirma el sargento. Una patrulla en la calle de Londres, y otra en la avenida Diagonal esperan a que los jóvenes vayan desfilando, para identificarlos. Tras su negativa a abrir la puerta, las identificaciones se producen de día, pasadas las seis de la mañana. Son 27 personas las identificadas en la fiesta ilegal. Durante la noche, los agentes de la Guardia Urbana han interpuesto 320 denuncias por incumplir las restricciones sanitarias en toda la ciudad, seis veces más que las sanciones durante el día. "Esperemos que les llegue la multa", dice al cruzar la puerta de la comisaría el agente Juárez. "Si no, daremos una sensación de impunidad brutal", añade.

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