Colectivos vulnerables

Vivir en la calle y salud mental: el reto imposible

Los expertos señalan que no tener una vivienda dificulta el tratamiento de trastornos mentales

"El gran drama es ver cuando les dan el alta del psiquiátrico y no tienen donde ir", señala un especialista

Recuento de personas sin hogar en Barcelona, organizado por la Fundació Arrels

Recuento de personas sin hogar en Barcelona, organizado por la Fundació Arrels / Laura Guerrero

Elisenda Colell

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El pasado noviembre, un agente de la Guardia Urbana disparó a Marjan, un hombre que vivía en la calle. Habrá que esperar a las investigaciones judiciales que esclarezcan si el hombre atacó a los agentes con un cuchillo, o si estaba preso por un trastorno de salud mental que le hizo reaccionar de una forma sobreexcitada. Más allá de este suceso, tratar y curar los trastornos de salud mental entre las personas que viven en la calle se asoma como "un reto imposible". Lo dice el doctor David Clusa, jefe del departamento de Salud Mental de la fundación Sant Pere Claver, que forma parte del Equipo de Salud Mental para Personas Sin Hogar (ESMES), financiado por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. 

En 2017, el proyecto ESMES cuantificó en cerca del 50% de las personas sin hogar que padecen algún tipo de trastorno de salud mental. Hoy, atienden a unas 500 personas en la capital catalana. Algunas de ellas viven en albergues, y otros pernoctan al raso. El equipo está compuesto por educadores sociales, enfermeros y psiquiatras. "Hacemos el diagnóstico de las personas que puedan desarrollar un trastorno de salud mental, les ayudamos en el tratamiento y pero también hacemos un acompañamiento social. La clave, a diferencia de otros servicios, es que nosotros nos acercamos donde ellos viven, y no el revés", dice el doctor. Y esta es, precisamente, la clave para que el proyecto siga adelante. "En estos casos, una de las dificultades es ir a ver el médico". 

La dificultad que hace que el reto sea imposible, en palabras de Clusa, es que las personas sin hogar puedan seguir adelante con su patología estable, sin sobresaltos, y llevando al máximo una vida normalizada. "¿Cómo podemos hacer que sigan el tratamiento personas que están en un estrés continuo, con miedo? Algunos dejan de tomarse la medicación para no dormirse y poder están permanentemente alerta. Hasta que estas personas no tengan un techo seguro, es un reto imposible mantener a raya los trastornos", asume el doctor. Sin embargo, los trabajadores del ESMES hacen posible lo imposible. Por ejemplo, inyectando altas dosis de medicación incluso en la barra de un bar a personas que no pueden seguir el tratamiento.

Es como el refrán del huevo y la gallina: ¿nace antes el trastorno o el sinhogarismo? "La mayoría padecen trastornos psicóticos o esquizofrénicos, son patologías muy estigmatizadas y que aún hoy generan ya un fuerte rechazo. Puede que la enfermedad les haya llevado a quedarse sin esa red que impide acabar en la calle, aunque también es en el estrés de la calle donde afloran las patologías", argumenta el doctor. Lo que sí es evidente es que muchos de ellos ya han estado atendidos. "El 90% de las personas que acompañamos han estado previamente en un psiquiátrico", añade el doctor.

"Lo que no puede ser es que una persona sin hogar tenga una crisis, la patología se agrave, le ingresen en un psiquiátrico, y luego le manden de nuevo en la calle. Para salir adelante no podemos volverle a situar en esta misma condición estresante", prosigue Clusa. Para detener esta dinámica, al menos en la ciudad de Barcelona, el ayuntamiento y los principales psiquiátricos de la ciudad estaban cerrando un protocolo para que, cuando los médicos den el alta a estos pacientes, se les busque sí o sí un sitio donde dormir. Sin embargo, el documento aún no ha visto la luz porque la pandemia lo paralizó.

Un disparo ante una crisis psicótica

En principio, los protocolos municipales marcan que cuando una persona tiene un brote psicológico en la calle, y casusa un prligro de seguridad debe ser una ambulancia quien le atienda, para determinar si hay que ingresarlo en un hospital psiquiátrico donde pueda estar mejor atendido. "Se puede tramitar un ingreso involuntario en un hospital psiquiátrico si los médicos del SEM lo consideran necesario", expone Bea Fernández, abogada de la fundación Arrels. Clusa coincide con ella. "Es el procedimiento habitual. Y cuando se hace el ingreso, el juez lo autoriza conforme a los informes médicos, y si es paciente nuestro el hospital nos avisa para poder hacer el seguimiento". En el caso de Marjan, nada de esto ocurrió. Pero este hombre tampoco estaba en seguimiento por este equipo de psiquiatras de calle, ni conocían si tenía alguna patología. 

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