Cambio de diseño

Periodismo contra los dragones

La redacción de EL PERIÓDICO vive el primer día de la nueva etapa entre la tensión de los momentos de cambio y la excitación de las grandes aventuras

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56065894 60 / ELISENDA PONS

Rafael Tapounet

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En los viejos planisferios, los territorios situados más allá de las zonas exploradas por la civilización occidental se identificaban con la inscripción 'terra incognita', esto es, tierra desconocida. Algunos cartógrafos particularmente imaginativos incluían además la imbatible expresión latina "hic sunt dracones" ("aquí hay dragones") o dibujaban todo tipo de criaturas fantásticas para alertar del peligro potencial que escondían esos confines remotos en los que el hombre caucásico no se había aventurado aún. En esos días, las expediciones consagradas a expandir los límites del mundo conocido eran celebradas como empresas heroicas y temerarias cuyos únicos destinos posibles eran la gloria o la fatalidad.

Algo de ese espíritu de desafío antiguo, de audaz viaje hacia la tierra ignota, pervive en la aventura de refundar un diario (en su versión digital y, lo que es casi más meritorio por lo que tiene de apuesta, también en papel) en un momento de incertidumbre global en el que el futuro de la comunicación de masas es un océano embravecido y poblado de incógnitas, tan parecido a los mares que albergaban serpientes aladas en aquellos fascinantes mapas medievales. Y como aquellas tripulaciones pioneras de antaño, el equipo de profesionales que hace cada día EL PERIÓDICO afronta la nueva singladura con una comprensible mezcla de arrojo, excitación, dudas y temores.

Un gran desafío

Habrá quien vea en los dos párrafos anteriores poco más que un puro desvarío retórico y, bueno, algo de eso hay: renovar el diseño de un rotativo no es exactamente como embarcarse a la conquista del Polo Sur. Pero piense el lector en la cantidad de peligros (tecnológicos y de los otros) que amenazan el éxito de una empresa que, como esta, supone cambiar de un día para otro no solo el aspecto del diario, con la incorporación de nuevas herramientas informáticas y recursos visuales, sino también el orden y disposición de las páginas de la edición de papel, las normas del libro de estilo, los flujos de intercambio con las otras cabeceras del grupo Prensa Ibérica y, en definitiva, la organización integral del trabajo. Algo así como patinar durante toda la jornada alrededor de un cartel que dice 'Peligro'.

Buena prueba de la magnitud del reto es el número de veces que se oyó el miércoles en la redacción barcelonesa de EL PERIÓDICO la expresión "vamos a morir", tan propia de las primeras expediciones árticas y de las películas de catástrofes. 'Spoiler': no murió nadie. Pero el presagio de un desastre inminente rondó a los trabajadores del diario durante todo el día, desde que, a primera hora de la mañana, la generosísima llegada de publicidad a las páginas (feliz noticia, por otra parte) convirtió la confección del planillo en un arduo rompecabezas hasta que, poco antes de la medianoche, los responsables de la edición digital ultimaban, con el corazón en un puño, la mudanza de todos los contenidos a un nuevo gestor de contenidos web.

Fatalismo entusiasta

Esa sombra de fatalismo es, en cualquier caso, una presencia habitual y hasta deseable en los momentos de cambio. Resulta eficaz tanto para anclar los proyectos a la tierra como para mantener alerta a la tripulación y, combinada con el entusiasmo genuino que suscitan las nuevas aventuras, volvió a funcionar como el estimulante que empujó a la redacción a superar todos los obstáculos de una jornada especial y a salir de las turbulencias del primer día con el peinado casi intacto.

Aquí zarpa, pues, EL PERIÓDICO rumbo a ese futuro incierto que los mapas pintan poblado de miedos, datos inconexos y falsas informaciones . Lo hace con las turbinas y calderas renovadas y el casco acabado de pintar, pero con el viejo propósito de siempre: ensanchar los límites de lo conocido ("entender más", como reza el lema de la nueva etapa) y ahuyentar a todos esos dragones que, en tanto que criaturas mitológicas, no son más que una elaborada mentira creada para atemorizar a la gente.