LA PANDEMIA ENCUBIERTA (3)

Consuelo en las pastillas a falta de atención médica

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Elisenda Colell

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"Cuando tengo una crisis de ansiedad me coloco uno o dos diazepanes bajo de la lengua, espero a que se deshagan y poco a poco me voy calmando, o durmiendo. Es lo que he aprendido a hacer desde la pandemia cuando tengo una crisis de ansiedad. Ya no llamo al psiquiatra, tardan demasiado devolverme la llamada y a veces ni responden. Sé lo que lo que hago no está bien, que no es bueno. Pero en el momento me siento mejor, es lo que me sirve". Quien habla de su automedicación es una mujer que prefiere ser identificada como Sara, y que tiene diagnosticado un trastorno de depresión y ansiedad desde hace ya más de una década. En cambio Judit Palomar, que tiene un trastorno psicótico, no tiene problemas para afirmar públicamente que hace ya más de tres meses que espera ser visitada por su psiquiatra. "Este año he pasado momentos muy duros, con muchos bajones e incluso tendencias suicidas", agrega.

Ambas mujeres forman participan en proyectos comunitarios de la fundación Els Tres Turons, que acompaña a personas con trastornos mentales. Sara, en un taller ocupacional y Judit conviviendo un piso compartido. Hace años que tienen diagnosticados sus trastornos, han vivido importantes crisis en cuanto la pandemia del coronavirus ha impactado sobre sus vidas y conocen suficientemente la red de salud mental pública en Catalunya para afirmar que "es muy mejorable" .

A Palomar le pilló el confinamiento recién llegada al piso compartido de la fundación, después de estar viviendo en una residencia. "Fue muy frustrante porque de repente me vi viviendo con otra gente las 24 horas del día, gestionando problemas de convivencia que jamás imaginé y tuve varias crisis", reconoce. Además, en su caso, también se unió un conflicto familiar que se plasmó con acoso a través de las redes sociales. "Fue durísimo", resume.

El insomnio, la apatía, el miedo y la irritabilidad fueron las primeras reacciones que Sara notó a mediados de este abril cuando se dio cuenta de que volvía a recaer en la depresión. "Me sentía enjaulada en mi casa, perdí las ganas de salir y los pensamientos negativos invadían constantemente mi cabeza. Llevaba varios años trabajando la enfermedad y fue frustrante sentir que volvía a empezar de cero", explica.

"Contactar con ellos es muy difícil"

Sara cuenta que ha tenido dos crisis de ansiedad desde que se instauró el estado de alarma. "Me encontré la red saturada. La ratio que deben tener los doctores debe ser muy grande porque contactar con ellos es my difícil", añade. Según expone, la última visita con su psiquiatra del Centro de Salud Mental para Adultos (CSMA) fue en abril. "Cuando estoy así, necesito contactar con alguien que me ayude", explica. Así que acabó llamando al 061. "La primera vez, me recomendaron tomarme una dosis de mi tranquilizante, el diazepán. La segunda ni llamé. Me tomé una pastilla y a la media hora me tomé otra. Fue la respuesta rápida que necesitaba", reconoce.

Palomar no ha llegado a ese extremo, pero sí dice que cuando ha tenido crisis de su trastorno psicótico, las llamadas al psiquiatra han servido de poco. "Me devolvieron la llamada el día después", expone. Ella hace siete meses que no ve a su psiquiatra de cabecera. "No quiero ir en contra de los médicos del CSMA, porque la verdad es que son muy buenos. Pero es desesperante no poder ir a verlos cuando lo necesitas", añade Sara.

Las dos mujeres luchan a diario contra su trastorno y saben que hay luz al final del túnel. Sara trata de bloquear los pensamientos negativos con otros de positivos. "En vez de aterrorizarme por las secuelas del covid, pienso que seguro que lo investigan y encuentran la cura porque son muchos los que lo padecen". Palomar ha optado por arroparse con su madre y dialogar con las compañeras del piso.

Pero sobretodo, ambas recuerdan que el bienestar mental y emocional es tan necesario como el físico. "Igual que cuando crees que tienes covid vas al médico a hacerte la PCR, si notas algún síntoma que no es normal ve al psiquiatra. Cuida tu malestar, el ‘ya se me pasará’ aquí no vale", recalca Palomar.

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