SOS del Banc d'Aliments, Càritas y Creu Roja: "No llegamos a diciembre"

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Elisenda Colell

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"Si no recibimos una aportación extra este mes, para Navidad nos habremos quedado sin existencias". Así de contundente cuenta Lluís Fatjó, director del Banc d'Aliments de Barcelona, la escasez de comida y recursos que están atravesando las entidades sociales, mientras ven como el número de familias que se han quedado sin nada en la despensa no deja de crecer día a día. Es el mismo lamento que hacen organizaciones como Càritas o la Creu Roja, que están redoblando las campañas de recaudación para poder atender a todos los vulnerables.

Los números hablan por sí solos. Este año, los cuatro bancos de alimentos de Catalunya han tocado techo en cuanto a las familias atendidas. Son ya más de 260.000 personas las que requieren de la comida de esta entidad benéfica para poder llenar su nevera. Unos datos que superan incluso los registros del 2014, el peor año de la crisis económica derivada del crack financiero del 2008.

Recortes en los lotes de alimentos

"Ya hemos agotado todo nuestro presupuesto, y ahora lo único que nos queda es reducir la comida que entregamos a cada familia para poder abastecer a todo el mundo", comenta Fatjó. Así que el banco se ha visto obligado a recortar la necesidad más básica de un ser humano. Si en junio el ‘Banc’ repartía 12 kilos de comida al mes por persona, ahora los lotes mensuales por persona no pueden superar los siete kilos. Y por el camino han invertido casi tres millones de euros, de los que ya no queda nada. 

Pero la realidad del Banc d'Aliments no equidista mucho de lo que le ocurre a otras entidades sociales. En Barcelona, Càritas ya ha ha agotado su presupuesto para cubrir necesidades básicas, y la Creu Roja está volviendo a hacer un llamamiento de voluntarios y de donantes para poder ayudar a las familias que, día tras día, pican a las puertas de las colas del hambre. "En cuanto se implementan más medidas de parón económico, las penurias de las familia vuelven a aumentar, y por tanto también las personas que atendemos. Es un efecto dominó, y las previsiones son malas: tendremos que sumar las personas que se les acaban los contratos o las empresas que cierran", cuenta Susanna Roig, directora de intervención social de la Creu Roja en Catalunya. El panorama va creciendo hacia el desastre.

"En cuanto se implementan medidas de parón económico, las penurias de las familias aumentan. Es un efecto dominó y las previsiones son malas"

Susanna Roig

Directora de intervención social de la Creu Roja en Catalunya

Desde la declaración del estado de alarma, la entidad humanitaria ya ha atendido a 263.000 personas, y distribuido casi 3.000 toneladas de comida en Catalunya. Además, a muchos de ellos la entidad también les ayuda con pagos del alquiler o las facturas de los suministros básicos. Unos datos similares que afectan a las diez Càritas de Catalunya, que han triplicado las peticiones de alimentos del año pasado, y superado las 103.000 personas atendidas que piden ayudas de primera necesidad: comida, techo y luz.

En el caso de Cáritas, son las grandes ciudades, y especialmente la diócesis de Barcelona, donde más han notado la necesidad de las familias. En agosto la entidad agotó los fondos presupuestados a principios de año. "Es evidente que este ejercicio tendremos déficit. De momento hemos podido usar otro recursos que teníamos ahorrados para esta emergencia, y estamos haciendo más campañas de captación de fondos que nunca para poder llegar a todo", expone Agustí Adell, vicepresidente de Càritas en Catalunya. Sin embargo, recuerda que los lotes de alimentos que reparten las entidades sociales no copan el 100% de una alimentación saludable. "Nosotros cubrimos entre el 20% y el 30% de la alimentación", coincide también Fatjó. 

"Las familias no saldrán de la pobreza yendo al reparto. Saldrán si los podemos escuchar y apoyar, pero estamos desbordados"

Agustí Adell

Vicepresidente Càritas Catalunya

El lamento la falta de comida para los repartos se extiende también a las entidades más pequeñas y las redes vecinales. En Gra de Blat, una entidad social del barrio de Sants de Barcelona, han llegado a duplicar las familias que piden alimentos mes a mes. "El gran problema es como cuadramos los alimentos de los que disponemos con las largas colas que tenemos", explica la coordinadora del proyecto, Sarepta Novio. "¡Nos quedamos cortos! Cada semana nos llegan más peticiones, más familias en situación precaria que necesitan nuestro apoyo", incide también la red vecinal de entrega de alimentos de La Sagrera, en Barcelona, que reparte alimentos a más de 200 personas del barrio. 

"Esperamos que la ciudadanía y las empresas vuelvan a hacer donaciones para el Gran Recapte, o que las administraciones nos provean de fondos, porque con lo que tenemos en el almacén no llegaremos a final de año", agrega Fatjó. Todas las entidades son conscientes, sin embargo, que la emergencia social derivada del coronavirus debe dejar de serlo. "Es necesario que la administración intervenga, que las personas puedan acceder al Ingreso Mínimo Vital o la Renta Garantizada, para que nosotros volvamos a hacer nuestro trabajo de apoyo", señala Roig. "Las familias no saldrán de la pobreza yendo a la cola del reparto. Saldrán si nos podemos sentar con ellos, escucharles, formarles, y ayudarles a encontrar un empleo. Y ahora esta realidad nos está desbordando", añade Adell. 

Carolina Serrano: "Jamás me imaginé así de un día para otro"

"Todo iba bien. Sin demasiados ahorros, pero viviendo bien". Así es como Carolina Serrano, una barcelonesa de 45 años, define la vida que tenía hace un año. Trabajaba en una editorial, con un contrato a tiempo completo e indefinido, por un sueldo de 1.500 euros al mes. "Lo único que no soportaba era el precio de la vivienda, pero parece que ya todos nos hemos ido acostumbrando", agrega. Aunque tiene un alquiler a su nombre, vivía con dos personas más para poder llegar más tranquila a final de mes y así poder cuidar de sus dos animales, que le suponían un importante gasto.

Carolina Serrano, paseando a su perro en el barrio de Sants de Barcelona / jordi otix

Así era su vida antes de la pandemia, pero de repente todo se truncó. "En abril la empresa nos comunica que estamos en ERTE, y me quedé sin ingresos. Literalmente. He estado cinco meses sin ninguna entrada de dinero en la cuenta", explica. Serrano no dudó ni un segundo. "A la que vi que el SEPE no respondía el teléfono y no sabía cuando cobraría, no lo dudé y llamé a los servicios sociales", cuenta. Y desde entonces se fue de cabeza, una vez al mes, a las colas de alimentos de la entidad social Gra de Blat, en el barrio de Sants. Antes de la pandemia, la entidad asistía unas 600 personas mensualmente. "Ahora estamos en unas mil al mes, en algunos momentos hemos llegado a los 1.200", cuenta la coordinadora de la entidad, Sarepta Novio

"Yo soy vegana, y muchos días la comida que me daban solo me llegaba para una semana", explica Carolina Serrano. Al principio decidió no llevarse la comida de origen animal. "Hasta que un amigo artista y autónomo se vio tan apurado que me acompaña y se los queda él", agrega. Así que, para poder llegar a final de mes ha tenido que pedir dinero a su familia o a algunas amistades. "No me da vergüenza decir que voy al banco de alimentos... pero también pienso que jamás me imaginé algo así ni verme, de un día para otro, en esta situación", agrega. 

A parte de pedir dinero a otras personas, también ha cancelado y demorado todos los pagos que tenía pendientes, entre ellos el plan de pensiones. También dejó de pagar su parte del alquiler durante varios meses. "Es que estaba a cero ingresos, es algo inasumible para mí porque no dispongo de ahorros", cuenta. Sin embargo, Serrano se siente con suerte. "Me he dado cuenta que soy una privilegiada: yo al menos sé que puedo acabar cobrando prestaciones y que tengo una red de familiares y amigos que me pueden ayudar. Hay muchísima gente que no tiene donde agarrarse", reflexiona.

“Es la primera vez que no tengo para dar de comer a mis hijos”

"Yo tenía una vida feliz", evoca Basilia Segura, recordando cuando su marido tenía trabajo de pintor, ella en un hotel limpiando habitaciones y a sus tres hijos no les faltaba de nada. "Cada tarde hacían una extraescolar", recuerda. Ahora, la familia, como 5.000 casos similares en l’Hospitalet de Llobregat (Barcelonès), hace cola en la Creu Roja para llenar su nevera. En la ciudad, según explica la entidad, las familias que necesitan ayuda alimentaria se han multiplicado por diez en tan solo un año.

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Desde el mes de abril, en casa de Segura solo entra un sueldo, el ERTE que cobra ella. "Por suerte tenía contrato", agradece la madre. Con la prestación del empleo pagan el alquiler: "yo ingreso 900 euros y el alquiler es de 750. Nos quedan 150 euros para pasar el mes", agrega. La familia ha dejado de pagar los recibos de la luz, y ha tenido que hacer frente al pago del material escolar de los niños. "Es la primera vez en mi vida que no tengo dinero para dar de comer a mis hijos", lamenta la madre, harta de tener que servir macarrones y lentejas día sí día también."¿Otra vez lentejas? Me pregunta cada día mi hijo pequeño. Yo ya no sé que responder. Solo quiero que entienda que, al menos, él tiene suerte de tener un plato en casa. Aunque sé que pasa hambre", añade.

La luz la han dejado de pagar, pero también de usar."Solo encendemos el calefactor cuando los niños se duchan, y antes le daba un par de enjabonadas, ahora con una sola va sobrado", añade. Mientras los explica, su hermana Luisa asiente con la cabeza. Está en la misma situación. Su marido, camarero sin contrato, se ha quedado sin ingresos, aunque sus hijos son menores que los de Basilia: tienen seis y cuatro años. "Pasamos hambre porqué con el paquete de arroz que me dan en la parroquia no puedo llegar a todo el mes. He dejado de pagar la luz para comprar un poquito más de comida. No tengo otra opción", añade.

Sus hijos pequeños ya han escrito la carta a Papà Noel. "Ellos piden de todo… dicen que quieren una bicicleta", afirma la hermana. La respuesta de la madre no ha podido ser más desgarradora. "Mi amor, que Papà Noel y los renos han tenido coronavirus y este año no pueden cargar tantos regalos. Este año habrá menos cosas", cuenta mientras se le empañan los ojos.

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