frente médico

Tácticas para no rendirse emocionalmente ante la pandemia

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Eva Cantón

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"Da miedo, porque ¡es todo tan incierto!", exclama Flavia, una estudiante de Relaciones Internacionales de 19 años. "Durante la primera ola estaba más preocupada, más atenta a las cifras, casi un poco hipocondríaca, ahora con la segunda sigo en alerta, pero estoy cansada de la situación", explica a las puertas de un centro médico madrileño. "Yo estoy agotada", confiesa sin rodeos Almudena, su madre.  Alberto, de 31 años, dice que su estrategia es "no planificar mucho" y a Mariví, de 59 años, le parece que "la gente está desanimada". "Me preocupa no poder ir a ver a mi padre, que es mayor", admite.

Ochos meses conviviendo con el coronavirus pasan factura y tiene consecuencias sobre la salud mental. Aumentan la ansiedad, las dificultades para dormir o concentrarse, la irritabilidad, tristeza o frustración al no poder llevar la vida de antes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha llamado 'fatiga pandémica' y ha pedido a los países que la tengan en cuenta al diseñar sus políticas de lucha contra el covid-19.

Los antropólogos reclaman de los poderes públicos una mayor atención a los diferentes contextos sociales y la psicología clínica incide en mantener rutinas saludables alejándonos de estímulos ansiógenos, como la sobreinformación, para evitar que nuestro cerebro esté permanentemente en alerta.

"La función del miedo es avisarnos de un peligro, para poder defendernos y sobrevivir, pero si tenemos demasiado, la emoción deja de ser adaptativa y podemos enfermar. Necesitamos estrategias para reponer la energía que el coronavirus nos quita", señala la psicóloga sanitaria Xenia García Romero.

Su recomendación es hacer una lista con cosas que nos gustan y dedicarles un rato diariamente. "Escuchar música, leer, ver una serie o mirar cómo se mueven los árboles... Cualquier cosa vale siempre que nos permita parar", explica.

'Adulto-centrismo'

El profesor de antropología social en la Universidad Complutense de Madrid Jesús Sanz echa de menos en los protocolos sanitarios una mayor sensibilidad hacia los diferentes contextos. "Vemos un 'adulto-centrismo' que en la primera ola no tuvo en cuenta a los niños ni a los adolescentes y ahora pasa lo mismo con los universitarios", lamenta.

En su opinión, si los periodos de confinamiento se prolongan sin ofrecer un horizonte final, hay que ofrecer alternativas. "No le puedes pedir a un adolescente por tiempo indefinido que deje de relacionarse, porque acabará pasando de las normas", abunda el experto, partidario de habilitar "espacios seguros" y opciones de ocio para jóvenes. "Si no, el mensaje implícito es que lo único que pueden hacer es estar enganchados a los videojuegos en casa", agrega.

Su colega Fernando Barbosa cree que el discurso institucional debería cambiar para convertir a la ciudadanía en copartícipe de la solución. "Hay que tratar a las personas como socios. No se hasta qué punto es bueno salir con una cámara para perseguir a los infractores si nadie explica de manera pedagógica que no es momento de fiestas", analiza.

El antropólogo apunta otro tema de reflexión: la distancia física entre personas, que en el mundo mediterráneo es mucho más cercana que en el nórdico o anglosajón. "Deberíamos reeducar nuestra gestualidad. Eso no significa olvidarnos de abrazar, sino de aparcar los abrazos momentáneamente hasta que la ciencia nos diga que es seguro. Mucha gente se dirá: '¿Cómo no le voy a dar un beso a mi abuela?'. La respuesta es que, precisamente porque es mi abuela, no la pongo en riesgo y la beso de lejos".

Navidades difíciles

Para paliar esa ausencia de contacto físico que necesitamos como seres sociales, Xenia García Romero recomienda mantener el contacto de la forma que se pueda, es decir, a través del teléfono, con videollamadas o viendo a la persona desde la ventana de casa. En ese contexto, muchos se preguntan cómo deberíamos plantearnos las Navidades.

"Van a ser difíciles", admite la psicóloga. "Tendrán que ser acordes con lo que uno necesita, pero con toda la protección posible". En su opinión, hay que buscar alternativas para intentar hacer de otra manera lo que nos gusta de esas fechas.

"Si lo que nos gusta es juntarnos, podemos conectarnos a una hora concreta todas las familias", sugiere. "Habrá quien quiera hacer los platos típicos de esas fechas y quien no, porque eso le pondrá triste, pero todas las opciones están bien siempre que aceptemos y respetemos las emociones, empezando por las propias".

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