COVID-19

Vic, viaje al lugar con el que se ensaña la segunda ola del covid

Los vecinos culpan a la irresponsabilidad ciudadana y los expertos denuncian las precarias condiciones de vida de los colectivos vulnerables

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Beatriz Pérez

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En marzo lo fue Igualada, en julio Lleida y parte de la comarca del Segrià y en estos momentos lo son territorios como Vic, uno de los puntos calientes de la pandemia de coronavirus en Catalunya. Si el territorio en su conjunto tiene un riesgo de rebrote (índice que marca el potencial crecimiento de la pandemia) de 838 puntos, el de Vic está situado en los 2.229, según informó el miércoles la subdirectora de la región de la Catalunya Central de la Agència de Salut Pública (Aspcat), Imma Servós. Vic, que está también en el ránking español de los municipios más afectados por el covid-19, tiene una incidencia acumulada de 1.300 contagiados por cada 100.000 habitantes: la media de Catalunya es de 654,64 en los últimos 14 días. 

"Es por la gente joven, por los botellones que hacían cerca del río", dice Gabriel, de 60 años, en la plaza Major de Vic. "Esta plaza estaba antes toda llena. Ahora no hay nadie. Los mercados, el símbolo de Vic, son súper tristes", se queja. "Estamos fatal porque la gente no se está quieta. Aunque los bares estén cerrados, salen todo el día y actúan como si no pasara nada", comenta una dependienta de un horno de la plaza. Aquí hay unos 25 negocios entre bares, restaurantes y tiendas de todo tipo, pero solo alrededor de cinco permanecen abiertos. "Desde el 15 de octubre hemos bajado la facturación en un 90%. Hemos tenido que cerrar el bar y hemos dejado abierta la tienda", dice Fox Mohsen, desde El Racó de l'Ibèric. Antes eran ocho trabajadores; ahora, excepto él, todos los demás están de erte.

Muchos vecinos de Vic creen que el exceso de interacción social de la población ha disparado los contagios de coronavirus. Pero los expertos también ponen el foco en otra realidad para la que hacen falta no solo medidas sanitarias, sino también políticas. Es la misma que se hizo visible en el Segrià el verano pasado: las precarias condiciones de vida a las que están obligadas a vivir las personas inmigrantes en situación de irregularidad legal. 

"El virus sí que afecta de forma diferente en función de la clase social y las condiciones de vida", advierte Daniel López Codina, investigador del Grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (Biocomsc) de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). La comarca de Osona, cuya capital es Vic, tiene una parte importante de inmigración del Magreb y de África subsahariana. Gran parte de esta población se dedica a la economía sumergida. "Las personas inmigrantes que no están empadronadas y trabajan en negro, muchas de ella en empresas de carne: este es el colectivo más grande que nosotros atendemos", dice por su parte Albert Trujillo, director de Càritas Diocesana de Vic.

Personas vulnerables

Vic y su comarca cuentan con una potente industria cárnica que da trabajo a miles de personas. Según la Aspcat, en estos momentos no se han registrado brotes en estas empresas, aunque sí casos. Imma Servós desmintió que este sector sea un foco de infección y atribuyó los elevados contagios al "ámbito familiar, al laboral y al entorno de los colectivos vulnerables". No obstante, López Codina, alerta del "peligro" de estas empresas (que ya han sido el origen de brotes en diferentes países), ya que son "espacios cerrados, con una baja temperatura, en los que las personas respiran intensamente". El investigador advierte de las dificultades que tienen muchos de estos trabajadores para confinarse (una parte considerable vive con muchas personas en un mismo piso) o para respetar las cuarentenas (si no van a trabajar, no cobran).

Lo mismo denuncian entidades sociales como Càritas o el Casal Claret, las cuales a la vez niegan que esté habiendo más contagios entre la población inmigrante. "Tienen mucho miedo, sobre todo quienes trabajan en la economía sumergida. Si no pueden salir de casa para conseguir dinero, no pueden comer", señala Laura Verdaguer, responsable del proyecto de infancia y adolescencia del Casal Claret.

Uno de ellos es Mohamed Berete, de 46 años y original de Guinea. Comparte piso con seis personas y habitación con una de ellas. Accede a hablar con las periodistas siempre que no sea fotografiado. "Si tuviéramos el covid, no nos podríamos aislar porque vivimos todos juntos. No solo aquí, sino en todos los pisos de inmigrantes", dice sentado en la hierba frente al Grupo de Alimentación Baucells, en el polígono industrial de Malloles, donde trabaja. Llegó hace una hora: "Vine andando desde Vic, unos 40 minutos, y llegué antes para descansar". 

"No hay pisos, a nadie le gusta vivir con tanta gente. Esto no es vida", se queja Mohamed. Paga 150 euros por compartir habitación. Trabaja de 15.30 a 02.00 horas, 10 horas seis días a la semana. Cobra ocho euros la hora y asegura que la empresa cumple con unas "buenas condiciones de seguridad". Su mujer y sus cinco hijos, a los que mantiene, viven en Mataró, ciudad que Mohamed tuvo que dejar hace un mes porque "no había trabajo". Pero quiere volver en cuanto lo encuentre. "Me gusta mi vida en España, pero no hay trabajo estable. Y el virus sí me preocupa, me preocupa contagiarme y también el tema económico. No me siento protegido", asegura.

Unos metros más arriba, un trabajador del Escorxador Frigorífic d'Osona (Escofa) toma la temperatura de todos aquellos que tienen que entrar en el recinto. "Y el que sube llega a los 37,5 grados no entra", asegura.

Uci llena de covid

La unidad de cuidados intensivos (uci) del Hospital de Vic ya está llena de enfermos de covid-19. El centro de atención primaria (CAP) Osona, en la ciudad, está al borde del colapso, reconocen sus trabajadoras. "Podemos llegar a colapsar. Hemos doblado las pruebas PCR que hacemos desde septiembre", dice Silvia Rodríguez, auxiliar de enfermería. "Parece que la gente no es consciente del todo de lo que está pasando", asegura.

Muchos vecinos de Vic dan por hecho que, al menos en este municipio, habrá tarde o temprano un confinamiento domicilario. "Mis hijas son sanitarias en el Hospital de Vic y dicen que la próxima semana ya tendrán que hacer turnos de 12 horas porque no se pueden cubrir todos los turnos", dice Dolors Carbasa, trabajadora de Elausa Electrònics, también en el polígono de Malloles. En su empresa hay unas 10 personas de baja por el covid. 

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