sector en guerra

La restauración saca a la calle su rechazo frontal al cerrojazo en Catalunya

El sector de la hostelería y la restauación protesta en Barcelona contra el cierre de locales

El sector de la hostelería y la restauación protesta en Barcelona contra el cierre de locales. / periodico

Patricia Castán

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Catalunya se ha despertado hoy viernes sin la habitual banda sonora cotidiana de las cafeteras de los bares, con las terrazas desmontadas y 44.000 persianas bajadas. Algunas abrirían más tarde para tratar de despachar lo que pudieran en formato para llevar ('take away'), desde cafés a bocadillos o platos en toda regla, pero con pocas esperanzas de que esa vía les permita la supervivencia. La indignación del sector ante el cerrojazo de 15 días impuesto a la restauración por el Govern para tratar de frenar la pandemia se ha traducido a mediodía en una concentración que ha llenado la plaza de Sant Jaume de Barcelona. Un millar de afectados, desde empresarios hasta friegaplatos, de todos los colores políticos y nacionalidades, unían sus gritos por una misma causa: protestar contra la "criminalización" del sector, reclamar la marcha atrás de una medida que consideran "más política que sanitaria" y exigir ayudas de rescate efectivas. Los 40 millones de euros ofrecidos por la Generalitat apenas cubren un 5% de los 780 millones de pérdidas que sumará el actual cierre, según estima Pimec.

El Gremi de Restauració de Barcelona ya había presentado a primera hora un recurso judicial y pedido medidas cautelarísimas para poder reabrir. La rebelión de los bares y restaurantes ha estado apoyada por las patronales del ocio nocturno (también en guerra por su reapertura fallida), las del comercio local, así como Pimec y Foment del Treball, que ven desproporciada la nueva normativa. Por eso, a media mañana ha habido una primera concentración en la plaza de la Catedral, articulada por la plataforma Som Oci Nocturn y los gremios de discotecas de toda la comunidad, que se ha sumado en Sant Jaume a la convocatoria de la restauración. Los manifestantes se han desahogado aporreando cazuelas, sartenes o cocteleras mientras clamaban contra el Govern y su gestión de la pandemia, pidiendo dimisiones y al son de 'No más cierres'. Algunos asistentes han lanzado huevos y harina al Palau de la Generalitat, custodiado por los Mossos.

En una de las cacerolas, Gerard Mir, barman del Brew Wild Barcelona, había escrito con tiza “Menú diario: - restricciones abusivas, -cero ayudas, -abandono. De postre, políticos incompetentes”. Tras su queja había cinco personas de momento sin ingresos. Para el bar Las Fernández, que al carecer de terraza había reabierto hace dos semanas, solo quedaba tristeza y frustración. Berta y Bibiana se disponían a donar sus estocs, mientras renegocian alquileres. Cerca de la protesta se ubica el Tobogán, con la friolera de 38 desempleados. Tras tres meses sin cobrar el primer erte, Abbas, tras 15 años en la empresa, vive sus peores momentos: “No puedo pagar el piso, ni la luz, ni el agua”, confesaba.

Cundía la idea de que la decisión ha sido "ideológica" o para "demostrar que somos más papistas que el Papa", en alusión a Madrid, apuntaba entre otros Jordi Garcia, barman del Suculent. “En Catalunya no ha habido focos en restaurantes, ¿qué mal hacen 35 comensales a distancia?”. Muchos sugerían como alternativa restricciones horarias, confinamientos selectivos o hasta toques de queda para afrontar el problema, que creen que ahora se trasladará a más reuniones sin control en los domicilios.

"No somos el problema"

Parte de los participantes han acudido con su ropa de trabajo, delantales, gorros..., siempre con mascarilla y un arsenal de pancartas, donde podía leerse "+ tristes, +pobres, + divididos", "El covid nos mata de hambre", "Hostelería en pie de guerra, no somos el problema" o "No queremos limosna, solo queremos trabajar para poder comer y para poder vivir". En paralelo, las diversas patronales y sindicatos movilizados lanzaban sus dardos contra la drástica restricción. Empezando por los datos de Pimec, cuyo secretario general, Antoni Cañete, ha cuantificado el "desastre" del cierre de 15 días en 780 millones de pérdidas, que afectan a 44.000 empresas en el territorio y 210.000 trabajadores. Las ayudas de 40 millones anunciadas por el vicepresidente Pere Aragonès son consideradas como irrisorias ante la magnitud de las afectaciones.

Y es que además llueve sobre mojado, teniendo en cuenta que una parte de las plantillas seguía en erte por los recortes de aforo y la desaparición del turismo. Los números, que para muchos ya estaban en rojo, han pasado a ser inasumibles para no pocos pequeños emprendedores. El Gremi d'Hostaleria del Vallès Occidental i Barcelonès estima que el 18% de establecimientos no sobrevivan. Su presidente, Enric Gené, lamentaba una "decisión más política que sanitaria". "¿Quiénes son el Procicat? Parece una entelequia".

El Gremi de Restauració de BCN ya ha recurrido el cierre y pedido medidas cautelarísimas para reabrir

Para Roger Pallarols, director del Gremi de Restauració de Barcelona, es unánime la "indignación colectiva" ante una decisión en la que "el Govern está solo" y que condena a 80.000 trabajadores solo en Barcelona. "Somos aliados contra el covid, hemos tomado todas las medidas y asumido las restricciones y ahora nos cierran y estigmatizan". La entidad ha presentado tanto un recurso contra la clausura de la actividad, como una petición de medidas cautelarísimas para levantar el cierre, que la justicia debe responder antes de 48 horas. También la Fecasarm ha recurrido y pedido la suspensión urgente.

Y mientras que en el confinamiento de marzo el sector tardó en ensayar fórmulas a domicilio o para llevar, en esta ocasión muchos establecimientos tratarán de mantener vivos algunos puestos de trabajo con estos servicios desde el minuto uno. A lo largo de la ciudad, pueden verse persianas a medio abrir y mostradores improvisados en la puerta con pizarras que anuncian su oferta.

Una de ellos es Can Culleretes que promociona ya a bombo y platillo el ‘delivery’ en su web. El histórico local suma 32 empleos, de los que solo cuatro se mantendrán ahora, explicaba a este diario Bena Martínez, con 47 años en las filas del local y su uniforme impoluto de chef. Muy cerca, José Manuel Franco, de las hamburgueserías El Informal recordaba que en marzo eran también 32, que pasaron luego a 18, para reducirse ahora a dos únicos puestos con los que “intentar” el servicio a domicilio. “Los 160.000 euros del crédito ICO se han ido en alquileres e impuestos. ¿Qué haremos ahora?”.

Dramas tras cada cierre

Tras cada pancarta se multiplicaban las historias humanas. El luchador Fernando Díaz, que desde La Llimona ya ha batallado durante años por su terraza en Les Corts, se confesaba “desesperado” y con dudas de si podrá reabrir si la cosa dura más de 15 días. “Empezábamos a cubrir gastos y ahora otra vez esto”, maldecía. Miguel Ángel Celdrán, uno de los siete cocineros (más 11 camareros) que representaban al equipo de cátering de Martín Berasategui afirmaba que ninguno podrá trabajar ahora porque al cerrar el restaurante queda cerrado todo el hotel que lo alberga. “Toca apretarse el cinturón”, con la suerte de tener pareja con empleo.

Al contrario, otros ya bordean el abismo. Patricia Negrete, entre la combativa plantilla del Oviso y el Bahía, ya ha tenido que dejar su piso y mudarse con su pareja a una habitación por la que pagan 450 euros; su compañera Ana comparte piso con otro camarero y un cocinero en la misma situación, mientras que Valeria echa mano de sus ahorros porque su marido también vive un erte en el sector del turismo. Más negro lo veía aún un cocinero del Kuai Momos, en Gràcia: tendrá que elegir entre comer y vivir o pagar 750 euros de alquiler en solitario.