EL CERROJAZO DE CATALUNYA

Estudios científicos confirman el papel de los bares en la expansión del coronavirus

Una terraza en Barcelona, este miércoles.

Una terraza en Barcelona, este miércoles. / periodico

Manuel Vilaseró

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Un estudio de la Banca JP Morgan que en su día pasó desapercibido comparó el gasto de 30 millones de titulares de tarjeta de crédito en restaurantes de los Estados Unidos los datos de nuevos contagios de coronavirus que recopila la Universidad Johns Hopkins durante la primera ola de la pandemia y llegó a esta sorprendente conclusión: el nivel de gasto en restaurantes servía para predecir los brotes de coronovaris que se producirían tres semanas después.

La entidad de crédito comparó también los parámetros de otro tipo de compras y no encontró otro sector que tuviera una correlación tan clara con el aumento del casos. Al contrario. El aumento del gasto en los supermercados coincidía con una caída del virus las semanas posteriores. Cuando más personas compraban directamente los alimentos en las tiendas en vez de consumir en los restaurantes, la epidemia retrocedía.

España, líder mudial en bares per cápita, es también de los primeros en contagios

No hay muchos más estudios que aborden de modo directo el papel de los bares en la pandemia, pero los escasos que se han llevado a cabo apuntan en la misma dirección: los establecimientos de restauración son uno de los principales factores de expansión del coronavirus, lo que daría plena validez a la medida adoptada por Catalunya del cierre durante 15 días.

El doble de visitas

Una investigación publicada el pasado 11 de septiembre por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU analizaba el comportamiento de 314 personas que habían pasado por los servicios de urgencias de 11 centros sanitarios del país con síntomas de coronavirus. Resultó que los que habían dado positivo en las pruebas PCR habían frecuentado el doble de veces los establecimientos de restauración en los 14 días anteriores que los que dieron negativo.

En el resto de actividades, los pacientes se habían comportado de modo similar. Habían ido de compras, habían visitado a conocidos o familiares en su domicilio, habían acudido al gimnasio, habían celebrado actividades religiosas, habían viajado en transporte público y habían ido a centros de trabajo en la misma medida. La única diferencia estadísticamente relevante estaba en sus hábitos a la hora de comer y beber fuera de casa.

Comer y beber en estos establecimientos "pueden ser  factores de riesgo importantes asociados con la infección por SARS-CoV-2" al ser lugares donde "el uso de mascarillas y el distanciamiento social son difíciles de mantener", concluían los autores del informe.

Sin mascarilla en las terrazas

En un trabajo de campo mucho más cercano geográficamente, el grupo de investigación Biocomsc de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), detectó en Barcelona que en las terrazas de los bares solo el 2% de los clientes llevaban la mascarilla puesta.   "De las 913 personas que observamos en terrazas, solo 17 llevaban mascarilla. Y cinco de ellas eran de la misma familia y estaban sentadas en la misma mesa", explicaba Enric Álvarez, primer autor del estudio.

Un estudio reveló que solo el 2% de los clientes de las terrazas llevaban mascarilla en Barcelona

Incluso en la reuniones familiares al aire libre el porcentaje de uso era más alto (8%) y no digamos ya en la calle (71%) y en los supermercados (98%).

Seguir con la mascarilla quitada en las terrazas cuando se ha dejado de comer o beber aumenta el riesgo de contagio a través de las gotas que expulsamos. Aunque se mantenga la distancia de seguridad, algunas pueden depositarse en los alimentos que comemos. Es peor aún hacerlo en el interior, porque ahí entran en juego los aerosoles, las gotas microscópicas que pueden permanecer en el aire durante horas si el local no está ventilado.

Estudios de los brotes

Joan Ramon Villabí,  expresidente saliente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) certifica que en los estudios de los contactos de los casos positivos se ha podido observar la importancia de los bares en los brotes detectados, aunque él incide especialmente en el interior de estos establecimientos. "En los espacios cerrados es donde hay más riesgo, como demostraron los informes de la OMS sobre China", advierte.

Daniel López Codina, investigador del grupo que analizó el uso de las mascarillas en Barcelona, aplaude la medida implantada en Catalunya, con una única pega. "Quizás se debería haber tomado antes", señala.

"Cuando los bares reabran habría que comunicar mejor las precauciones a tomar", aconseja un investigador

Cuando reabran, advierte, habría "comunicar con más eficacia" las precauciones que se deben tomar. Si estás dos horas en un bar  no es lo mismo quitarte la mascarilla sólo para beber un momento que estar sin ella todo el rato. También podrían empezarse reabriendo solo las terrazas, extremando ahí la vigilancia.

Codina recuerda que en Italia la desescalada fue muy cuidadosa y muy estricta con los contactos sociales y así afronta el otoño en mejores condiciones. París, con una incidencia que ronda ya la de Madrid, ha cerrado los bares y ha declarado el toque de queda nocturno.

Nueva York solo dejó abrir las terrazas cuando se desconfinó. Un hilo de twitter de Miguel Hernán, un epidemiólogo español de la  Universidad de Harvard, se hizo famoso hace unas semanas al atribuir la diferente evolución de la pandemia en Nueva York y Madrid a esta medida, mientras que los bares en Madrid abrieron al 100% desde finales de junio.

España es el país del mundo con más bares per cápita del mundo, como solía recordar antes de la pandemia el sector de la hostelería. ¡Uno por cada 175 habitantes! También ha sido de los primeros países del mundo en número de contagios y víctimas mortales por habitante que ha dejado la pandemia. Se intuye que puede haber una relación directa entre un podium tan positivo y otro tan negativo, pero ahí no hay ningún estudio que lo certifique. Habrá que esperar.

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