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El pequeño milagro de Arrabalde: reabre el colegio zamorano cuatro años después de su cierre

La reapertura del colegio del pueblo, cuatro años después de su cierre por falta de alumnos, devuelve la esperanza a la localidad en plena pandemia

El pequeño milagro de Arrabalde: reabre el colegio zamorano cuatro años después de su cierre

El pequeño milagro de Arrabalde: reabre el colegio zamorano cuatro años después de su cierre / periodico

Manuel Herrera

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En la Zamora despoblada, cuando un colegio cierra, generalmente no vuelve a abrir. Echar el candado al aula suele ser la consecuencia de un proceso de huida de la población joven en busca de un futuro más próspero; el símbolo de una decadencia que amenaza la propia supervivencia del lugar. Para casi todas las localidades que tienen que pasar por ese trance, el escenario resulta irreversible, de ahí que el logro de Arrabalde pueda considerarse como un pequeño milagro para un lugar que coge aire mientras las grandes urbes se ahogan en medio de la pandemia.

Este pueblo, situado casi en la frontera de Zamora con León, a más de una hora de distancia de cada capital, reabrió el colegio en septiembre, después de cuatro años de clausura forzada por la carencia de niños. El retorno de algunos padres hastiados de la vida lejos del sitio al que llaman hogar, el nacimiento de dos niñas o la decisión de la médico de la localidad de cambiar de centro a sus hijos abrieron las puertas de la escuela en un lugar que vuelve a sonreír de la mano de la algarabía infantil.

El alcalde, uno de los protagonistas

El alcalde, Felipe Martín, es uno de los protagonistas de esta historia. Su interés por reclutar padres para esta causa común vino acompañado del componente personal de tener una hija ya en edad escolar, Cloe: "El año pasado la llevábamos a la guardería en Benavente, pero lloraba y siempre nos decía que quería venir para Arrabalde", explica un hombre cuya historia también resulta atípica. Su familia procede de la zona, pero él nació en Madrid y vivió en Fuenlabrada durante más de 25 años. Hace ya más de una década, perdió su empleo, regresó al pueblo para dos semanas y terminó encontrando a su pareja. Ya no se fue.

Desde entonces, su vida cambió de manera radical. "Incluso, dejé de tener las migrañas que sufría en Madrid", asegura el alcalde, frente al renovado colegio, en un primer viernes de octubre que viene acompañado de un frío que se mete en el cuerpo. Martín observa el centro, donde los niños están a punto de salir al recreo, y se vuelve después hacia la zona del castro de Las Labradas, uno de los recursos que quiere explotar para atraer turismo a la zona y tratar de dinamizar un territorio "con muchas posibilidades".

Ocho niños y niñas

Ajenos a los temas de los adultos, los ocho niños y niñas que comparten el aula de Arrabalde salen a esparcirse por el entorno de su nuevo colegio. Para algunos de ellos, esto es un retorno. En el 2016, sin compañeros para alcanzar la ratio mínima de alumnos, tuvieron que tomar el camino hacia Morales del Rey, a 12 kilómetros de distancia, en un autobús escolar que ninguno añora, como advierte Sofía, una de las pequeñas.

Tampoco parece que Aarón eche demasiado de menos su colegio de Móstoles. Este viernes, el pequeño se incorporó a la escuela de Arrabalde después de que sus padres optaran por dar un giro a su vida y cambiar la periferia de Madrid por Benavente, donde instalarán un negocio. El niño deja atrás, de este modo, un centro abarrotado para tomar contacto con un aula rural de tamaño familiar. Aquí, los partidos de fútbol del recreo son entre seis, en una pista que, lejos de provocar encontronazos, favorece que los pequeños puedan cansarse a gusto de un lado a otro.

Regresar al pueblo

Raúl es uno de los compañeros de pelota de Aarón. Para él, la vuelta a Arrabalde también implica un cambio importante, aunque proceda de otro lugar sin agobios, como Medina del Campo. Sus padres, Gustavo y Teresa, llevaban un tiempo dándole vueltas a la idea de regresar al pueblo, y la pandemia les dio el empujón que necesitaban. Ahora se confiesan "encantados" con esta etapa y con la posibilidad de escolarizar a sus hijos en un entorno tan cercano.

Otra madre satisfecha con la situación es Marta, la médico del consultorio local. Cada día, esta profesional de la sanidad se desplaza desde su domicilio, en un pueblo cercano de la provincia de León, para atender las necesidades de los ciudadanos de Arrabalde y de otros pueblos del entorno. Desde septiembre, Carmen y Rodrigo se montan con ella en el coche: "Para mí es cómodo", indica la sanitaria, que reconoce la ventaja que implica para sus hijos salir de un centro que compartían con otros 200 niños. El virus reclama entornos reducidos.

Todos con mascarilla

No obstante, esa familiaridad no implica que los pequeños obvien las medidas de seguridad sanitaria. De hecho, en el aula y en la calle, todos mantienen su mascarilla con una naturalidad y una disciplina sorprendentes para su edad. Las únicas que dejan su rostro al aire son Elena y Cloe, las dos niñas de Educación Infantil, que comparten juegos con la ventaja de poder divertirse sin la obligación de cubrirse la nariz y la boca.

Entre ellas dos y Claudia, la mayor del colegio, median ocho años de diferencia. La chica que se marchará en septiembre al instituto convive en el mismo espacio con dos niñas que no habían nacido cuando ella tuvo que sufrir el cierre del colegio en el 2016. Ahora, la ambición de los padres es que la escuela resista, al menos, hasta que todos los alumnos actuales culminen el ciclo de Primaria.

Dar varios cursos a la vez

Así lo expresan mientras esperan la salida de los niños del colegio. Dentro del recinto, la responsabilidad recae en Vicente, un maestro que, como Claudia, cerró y volvió a abrir la escuela. "Lloré mucho en su día", reconoce este asturiano que llegó a la provincia con 14 años y que acumula décadas instalado en Arrabalde. Cuando este aula se clausuró, su destino se mantuvo en Morales de Rey; en el instante en que pudo, ya a principios de este curso, pidió regresar.

"Para nosotros es fantástico que el profesor sea Vicente", explica el alcalde, Felipe Martín, consciente de las ventajas de contar con un hombre que conoce a las familias y que tiene arraigo en la zona. El maestro también reconoce la parte positiva de enseñar a los niños de su entorno, aunque subraya que no todo es de color rosa: "Fíjate en que tengo que dar varios cursos a la vez, porque los alumnos son de diferentes edades", remarca el docente, que ofrece la sensación de tener bien entrenada la paciencia.

La ratio mínima marcada por la Junta es de tres alumnos

La idea del profesor también es darle continuidad a este proyecto educativo, y todo apunta a que será así, al menos a medio plazo. La ratio mínima marcada por la Junta se sitúa en tres alumnos, por lo que el margen es grande, a pesar de la inminente marcha al instituto de una de las chicas. El resto continúa en edad de seguir a partir del próximo curso en una escuela cuyo caso ha tenido una importante repercusión mediática: "Vamos a empezar a cobrar", bromea el maestro.

Mientras tanto, el resto de los habitantes de Arrabalde festeja el momento: "Muchas veces hay público en el recreo", asegura el alcalde. Desde luego, la noticia da para celebración en un lugar que tiene apenas 216 habitantes y que ha perdido la mitad de su población en los últimos 25 años. Esa remontada demográfica aún se antoja difícil, pero el primer paso se ha dado desde abajo. La cantera vuelve a formarse en casa.