Ocho de cada 10 chicos consumen pornografía habitualmente en la adolescencia

Una adolescente con su ordenador

Una adolescente con su ordenador / periodico

Patricia Martín

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“La primera vez que me llegó un contenido [pornográfico] vía redes sociales fue, más o menos, sobre los 13 años. En este contenido el hombre, la mayoría de veces, está en una posición de poder y la mujer acaba siendo la sumisa. Indirectamente nos imaginábamos que esto era realmente cómo funcionaban las relaciones de pareja […] El consumo de pornografía es una vía de escape porque no recibimos ningún tipo de educación sexual”. Estas reflexiones pertenecen a Jaume, un joven de 19 años que ha colaborado con Save The Children para ponerle voz y cara a una investigación de la oenegé que señala que ocho de cada diez chicos entre 13 y 17 años consumen porno habitualmente; con una edad media de inicio de 12 años, lo que “impacta de un modo significativo en su desarrollo”, según el director ejecutivo de la entidad, Andrés Conde.

La investigación, de carácter cuantitativo y cualitativo y en la que han participado 1.753 jóvenes, constata además importantes diferencias entre géneros y orientación sexual. Así, mientras el 87,5% de los chicos confiesa haber visto pornografía alguna vez en su vida, este porcentaje desciende a casi el 40% en el caso de las chicas. Ellos lo ven casi a diario, mientras ellas una vez a la semana o al mes. Y para ellos el primer acceso corresponde a una búsqueda activa o una especie de rito de iniciación. Ellas, en cambio, encuentran el contenido de manera accidental, por parte de anuncios en internet, y están más expuestas a recibirlo de personas desconocidas. Y mientras ellos lo consumen para satisfacer sus “necesidades instintivas”, las adolescentes lo hacen para aprender qué se espera de ellas. Y, en el caso del colectivo LGTBI, para buscar referentes con una identidad sexual similar.

Algunos antes de los 10 años

La edad media a la que comienza el consumo de contenidos pornográficos es a los 12 años pero un 9% admite que empieza a visionarlos antes de los 10 años. Según Conde, la edad cada vez es más baja porque “el acceso a los móviles, el principal modo de visionado, también es cada vez más temprano”.

Además de la frecuencia en el consumo, Save the Children ha preguntado a los participantes, dados los pocos estudios que se han realizado en España sobre este tema, cómo les influyen los contenidos y si detectan si en las imágenes hay violencia, desigualdad y prácticas de riesgo. El análisis revela que un porcentaje alto de adolescentes sí que es capaz de reconocer estos problemas pero, entre quienes más consumen porno, el 36,8% no diferencia entre la ficción de las escenas y sus propias experiencias sexuales y el 38% no encuentra en ellas desigualdad y premia los vídeos en los que existen jerarquías de poder. También destaca que el 27,1% de las chicas no sabe identificar prácticas de riesgo como la ausencia de preservativo.

Asimismo, el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría chicos, admite que la pornografía les da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% les gustaría poner en práctica lo que ha visto. Además, el 47,4% ha llevado alguna escena a la práctica. En relación a este último punto, Save the Children considera especialmente preocupante que, cuando intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento. El 12,2% de los chicos lo ha hecho sin el consentimiento explícito de la pareja y sin que a esta le haya parecido bien, frente al 6,3% de las chicas. 

La educación afectivo-sexual, fuera del currículo escolar

Esta situación viene, en parte, motivada por la escasa educación afectivo-sexual que reciben los jóvenes, tanto en sus casas, como en los centros educativos. La formación en relaciones sexuales sanas e igualitarias no forma parte del currículo escolar –salvo en Navarra, la Comunitat Valencia, Aragón, y Catalunya, donde se está introduciendo poco a poco-, por lo que “la pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad de los adolescentes”, según sostiene Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia de la oenegé.

“El peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, deseos o preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración”, añade.

De hecho, en los últimos años se está produciendo un <strong>aumento de las violaciones</strong> y abusos sexuales, muchos de ellas en ‘manada’, que los expertos achacan a que los jóvenes consumen cada vez más pornografía, donde se empapan de estas conductas agresivas.