CASO SIN RESOLVER
La noche infinita de los padres de Pedro Álvarez
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
Guillem Sànchez
Juanjo Álvarez (Barcelona, 1947) y Carmen Peso (Granada, 1945) se casaron en 1970 y se instalaron en un piso del barrio de La Verneda de Barcelona. Él era mecánico y ella, mujer de la limpieza. Tuvieron tres hijos. El mediano, Pedro, nació el 26 de abril de 1972. "Le chiflaban las motos y alternaba un puesto de reponedor en el Pryca con cursos de automoción y horas de aprendiz en un taller", recuerda su padre. Las motos habrían sido su vida si no hubiera muerto de un tiro en la cabeza a los 20 años, meses después de que la ciudad celebrara unos Juegos Olímpicos que la cambiarían para siempre.
El 15 de diciembre de 1992, Pedro no se presentó a cenar. Era "extraño" porque aquel era el único rato que los cinco pasaban juntos y nadie lo esquivaba sin avisar. A la una de la madrugada, una pareja de agentes de la Guardia Urbana de Barcelona llamó al timbre. "Subieron y nos dijeron que teníamos a un familiar herido en el Hospital de Bellvitge. No nos dijeron cuál. Preguntaron si teníamos coche, respondimos que sí y los dos policías se marcharon". Juanjo rememora aquella visita 28 años después y sigue sin comprender por qué ocultaron que el herido era su hijo y por qué nadie los acompañó al hospital. "No estábamos en condiciones de conducir".
Los padres y las dos hermanas cogieron el coche y salieron disparados hacia el hospital. Que no debían conducir lo demuestra que cruzaron por la plaza de Cerdà pisando el acelerador con angustia y un radar les puso una multa, de "30.000 pesetas de la época", que ninguna autoridad tuvo el detalle de quitarles.
Al llegar a Bellvitge, supieron que el herido era su hijo Pedro. Mientras Juanjo trataba de averiguar más cosas, Carmen y las dos hijas esperaban en una habitación. Recibieron entre aquellas cuatro paredes la visita de dos hombres que se identificaron como policías. "Ya se habían ido cuando entré yo pero mi mujer me contó que, en lugar de explicarles nada sobre lo ocurrido con Pedro, se dedicaron a interrogarlas".
A las cuatro de la madrugada, los médicos comunicaron a la familia que Pedro había sido asesinado, tenía un disparo en la cabeza y no habían podido hacer nada por él.
La versión de la novia
Pedro no había cenado esa noche en casa porque quiso acompañar a su novia hasta su domicilio en L’Hospitalet de Llobregat . La pareja cruzó a pie por la avenida de Catalunya y un coche estuvo a punto de atropellarlos. La novia increpó al conductor, que bajó del vehículo, la abofeteó y la tiró al suelo. Pedro intervino y el conductor sacó una pistola y le disparó.
Juanjo no tiene "ninguna duda" de que aquel conductor era el agente del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) que fue arrestado y que llegó a estar encerrado preventivamente en la cárcel como sospechoso del crimen. Sin embargo, las puertas de la prisión se abrieron y el policía quedó en libertad a los pocos días. Casi 28 años después, Juanjo y Carmen siguen sin saber quién mató a su hijo aquella noche infinita de 1992. "Porque Pedro no murió de una enfermedad, le dispararon en la calle", recuerdan. Y se hacen preguntas que tiene derecho a responderse: "¿Por qué no lo investigan?" o "¿Qué tienen miedo de descubrir?".
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