polémica por la 'app' de moda

La guerra por TikTok

Trump apunta a TikTok en su cruzada contra China

periodico

Ricardo Mir de Francia

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Pocas cosas parecen más alejadas del ruido de sables geopolítico que los vídeos de una veinteañera que perrea a ritmo de hip-hop en el porche de su casa, un chaval que se zambulle en el mar desde el mastil de un viejo mercante o un gracioso que despierta a su novia con una araña de plástico crepitándole en la pierna. Pero lo cierto es que el mayor fenómeno global de la tecnología china desde que comenzara a competir con Estados Unidos se ha convertido en el último foco de conflicto entre las dos superpotencias. La Casa Blanca ha amenazado con prohibir TikTok en su territorio, la aplicación de vídeos cortos que hace furor entre los jóvenes, y el jueves prohibió las transacciones con la compañía. Esgrime riesgos para su seguridad nacional, pero todo sugiere que es parte de una estrategia para alimentar la tensión con China en plena campaña electoral y forzar la desconexión de su sector tecnológico

La suerte de TikTok alcanzó un punto de inflexión la semana pasada, cuando el presidente Donald Trump amenazó con prohibirla en su territorio para castigar a China por la propagación del coronavirus. “Es un gran negocio”, dijo en una entrevista en Fox News. “Mire lo que pasó con el virus en China, lo que le han hecho a este país y el mundo entero es escandaloso”. Desde entonces su Administración ha explicado que el riesgo se deriva de que el Gobierno chino pueda acceder a los datos personales de los 100 millones de usuarios estadounidenses de la aplicación para chantajear a sus funcionarios o utilizarla como herramienta de propaganda, según consta en el decreto que prohibirá las transacciones con TikTok dentro de 45 días. 

“Es legítimo preguntarse hasta qué punto son independientes las empresas chinas de su Gobierno, si tiene acceso a sus datos o si está tratando de robar información de forma encubierta, pero los argumentos contra TikTok parecen extremadamente débiles”, opina el analista del Carnegie Endowment for International Peace, Michel Swaine

TikTok es propiedad de ByteDance, la compañía fundada hace casi una década por Zhang Yiming, un emprendedor chino de 37 años que renunció a un empleo en Microsoft porque se aburría trabajando en lo que ha descrito como un engranaje demasiado burocrático. Y, desde el principio, Yiming trató de mantener a TikTok alejada de los tentáculos del Partido Comunista para escapar al control de sus censores, aunque algunas fuentes sostienen que censuró contenidos durante las protestas en Hong Kong. La aplicación nunca ha operado en su país de origen. Sus centros de datos están en Virginia y Singapur. Y desde el mes de mayo, cuando el aliento de Washington empezaba a abrasar su cogote, está dirigida por un alto ejecutivo de Disney.

No son los primeros

Pero nada de ello le ha servido para aplacar el celo de la Administración, que ha optado por abrir un nuevo capítulo en su guerra tecnológica al obligar a Ziming a vender sus operaciones en EEUU a una empresa estadounidense como condición tácita para seguir operando en el país. Hasta ahora se había centrado en peces más gordos, principalmente ZTE y Huawei, el gigante de las telecomunicaciones que compite en todo el mundo por los contratos de las lucrativas redes 5G. Washington no solo ha prohibido a sus compañías que hagan negocios con Huawei, a la que acusa de cercanía al régimen chino, sino que lleva meses haciendo lobi para que sus aliados le cierren las puertas. 

“Las compañías de internet están entrando en mundo con barreras crecientes para operar globalmente”, dice Daniel Castro, vicepresidente de la Information Technology and Innovation Foundation. Barreras que empiezan a configurar un telón de acero virtual que, según los expertos, empujará a terceros países a escoger bando a medida que ambas potencias proceden a ‘desconectarse’ tecnológicamente. Un proceso como mínimo complicado, dada la extrema integración de las cadenas de suministro en el sector. “Al final, todos perdemos, porque subirán los precios y alguna gente perderá el acceso a ciertos tipos de tecnología”, añade Castro. 

Ni la Administración ni ningún otro país ha presentado hasta ahora ninguna prueba de los riesgos que atribuye a TikTok, que negocia su venta a Microsoft tras verse atrapada en la pugna geopolítica entre ambos países. Una pugna que altos cargos como el negociador comercial, Peter Navarro, o el canciller, Mike Pompeo, abanderan por motivos ideológicos y otros como el presidente, por mera rentabilidad política. “El mundo libre debe triunfar sobre esta nueva tiranía”, dijo recientemente Pompeo en un durísimo discurso en el que describió como un fracaso la política de acercamiento a China del último medio siglo.

Para Trump la cosa es más elemental. Su discurso antichino le dio muy buenos resultados en 2016, una estrategia que ha redoblado en esta campaña tras ver como su matraca de agravios calaban entre la población. El 66% de los estadounidenses tiene una opinión desfavorable de China, la cifra más alta desde que el Pew Center empezó a hacer la pregunta en 2005. Y el presidente ya no solo acusa a Pekín de estafar comercialmente a su país o haber arruinado su tejido industrial; también le culpa de propagar el covid-19 o haber contaminado instituciones internacionales como la OMS. 

Una estrategia que ha sido cínicamente abrazada por su partido. “No defiendan a Trump, ataquen a China”, decía un memorando enviado en abril a sus cuadros por el Comité Nacional Republicano. Ante esa aparente búsqueda de chivos expiatorios, TikTok se perfila como la última víctima propiciatoria para avivar esos miedos y, de paso, arrebatarle a Pekín la aplicación móvil con más éxito global de su historia.

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