LA RUTA DE LAS EPIDEMIAS (y 6)

Barcelona y el sida, una intensa relación

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Gemma Tramullas

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Vivir bajo la amenaza intermitente de un cataclismo se ha convertido en la mayor arma de control de los seres humanos: la guerra nuclear, las enfermedades infecciosas, el cambio climático… Lo escribía Susan Sontag en 'La enfermedad y sus metáforas': “El hecho de que incluso un apocalipsis pueda ser visto como formando parte del horizonte normal de posibilidades constituye una agresión inaudita a nuestro sentido de la realidad, a nuestra humanidad”. Así ocurrió con el sida a finales del siglo XX y así está ocurriendo con el covid-19 en el siglo XXI, que ha llevado al extremo la ansiedad anticipatoria de la sociedad contemporánea.

Este último capítulo de la serie dedicada a cómo Barcelona ha resistido a las epidemias a lo largo de 2.000 años, se centra en la relación entre la ciudad y la pandemia del VIH/sida. Una relación, por cierto, muy intensa. En España, el primer caso se detectó en 1981 en el Hospital de la Vall d’Hebron, aunque entonces se describió como un cáncer poco habitual porque los científicos aún tardarían dos años en aislar el virus causante de la infección.

Diez años más tarde, España ya era el país europeo con más contagiados por el virus. En plena euforia olímpica, Catalunya tenía un récord de 18 casos por 100.000 habitantes y en 1994 el sida se convirtió en la primera causa de muerte entre los 20 y los 40 añosEn Barcelona fallecieron, entre 1986 y 1998, 3.451 personas. 

La primera muerte de una celebridad por esta causa que dio la vuelta al mundo fue la del actor Rock Hudson, en 1985. Seis años después, en 1991, fallecía otra figura muy relacionada con la historia de Barcelona: Freddy Mercury. El vocalista de Queen compuso el himno de las olimpiadas de 1992 y lo cantó por última vez junto a Montserrat Caballé en 1988. Durante años, la diva fue de las pocas personas que sabían que el cantante estaba enfermo.  

La ruta cultural La Barcelona de las epidemias: una historia de lucha y superación, que ha inspirado esta serie de artículos, hace una parada ante el mural de 30 metros que el artista norteamericano Keith Haring pintó en 1989, un año antes de morir, a los 31 años, por una complicación derivada del VIH/sida. Inicialmente la obra estaba en la plaza Salvador Seguí, pero dado su mal estado fue reconstruida en 2014 y colocada junto al Macba. Es una de las piezas de arte público más emblemáticas de la ciudad.

"El eslogan que reproduce el mural, ‘Todos juntos podemos parar el sida', recuerda mucho a los mensajes de la actual pandemia", apunta la guía de la ruta, Marga Arnedo. Una observación que encaja en el marco teórico que la pensadora norteamericana Susan Sontag estableció ya en 1978: "Las llamadas a la movilización general para hacer frente a una amenaza sin precedentes son frecuentes en toda sociedad de masas", escribió. Pero también advertía de su cara B: "La supervivencia de la nación, de la sociedad civilizada, del mundo mismo, está en peligro. Es la conocida afirmación con que se justifica la represión".

Así como la tuberculosis representaba los males de fines del siglo XIX, el sida ha sido el espejo de todos los miedos de las últimas décadas del siglo XX. Aunque se trata de un proceso natural, que se transmite cuando la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna que transportan el virus entran en un organismo sano, desde sus orígenes ha sufrido el estigma moral aún más que otras enfermedades de origen infeccioso.

Como afirmó sin pelos en la lengua el histórico activista Joaquim Roqueta, "era la enfermedad de las putas, los yonquis y los maricones". "No sabíamos cómo se transmitía y había tanto desconocimiento, incluso dentro del mundo médico, que provocaba mucho rechazo". Pese a su incansable tarea pedagógica, los colectivos LGTBI y otros muchos que luchan contra esta afección consideran que aún queda mucho trabajo por hacer contra el estigma y la exclusión social.

Las campañas para introducir el uso del preservativo y otras medidas de prevención cambiaron la manera de relacionarse sexualmente y nuevos tratamientos farmacológicos (si se tiene acceso a ellos) han conseguido que el sida se convierta en una enfermedad crónica grave. Pero aún no existe una vacuna. Es la primera pandemia que avisa de que, pese a todos los avances tecnocientíficos, los seres humanos siguen siendo una especie vulnerable. El covid-19 es la segunda.

Dimensiones globales

Desde el inicio de la pandemia se han contagiado en todo el mundo 76 millones de personas y ha habido 33 millones de muertos. Actualmente, dos tercios de las personas con VIH viven en países africanos, donde 1 de cada 25 adultos son portadores. Cada día se detectan 10.000 nuevos casos.

La pandemia del covid-19 ha reforzado un argumento que ya evidenció la aprición del VIH/sida, y es que cualquier problema, lejos de afectar a un determinado territorio, tiene dimensiones globales.

"Todo es cíclico, todo llega y todo pasa –afirma a modo de reflexión final Clara Arnedo, una de las cuatro guías de la ruta cultural La Barcelona de las epidemias--. Lo importante es aprender de las experiencias del pasado para encontrar soluciones. ¿Qué habremos aprendido?".

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