efectos del covid
Un refugio para envejecer juntos
Gemma Tramullas
Periodista
Gemma Tramullas
“Nada es posible si antes no lo soñamos”, dice uno de los jubilados británicos que deciden vivir la vejez en un destartalado hotel de la India en la película El exótico hotel Marigold. Pero en el caso de los miembros del colectivo Walden XXI, que han comprado un viejo hotel en Sant Feliu de Guíxols (Baix Empordà) con la intención de adaptarlo para envejecer en comunidad, además de soñar hay que picar mucha piedra para hacer realidad un proyecto que lleva asociada una inversión de varios millones de euros.
Casi cuatro años después de constituirse como grupo bajo el paraguas de Sostre Civic (una entidad que promueve un modelo de vivienda cooperativa no especulativa), los impulsores de este proyecto de covivienda sénior único en Catalunya empiezan a ver la luz al final del túnel. La pandemia ha intensificado el debate sobre el futuro de las residencias, el derecho a vivir la vejez con autonomía y la necesidad de diversificar la economía y superar el monocultivo turístico . En este contexto, Walden XXI resulta una valiosa experiencia que combina tres ejes: envejecimiento, vivienda y recuperación del patrimonio en desuso.
“En otoño tendremos el proyecto básico terminado y esperamos que en marzo empiecen las obras de rehabilitación, pero lo más gordo ya está hecho --explica el portavoz del grupo, Josep Maria Ricart--. La previsión es entrar a vivir en el segundo semestre de 2023”. Para entonces, las 74 habitaciones del hotel Jecsalis se habrán convertido en 31 apartamentos y 800 m2 de zonas comunes.
Aunque empezaron 3 o 4 personas, actualmente el grupo lo forman 24 mujeres y hombres entre 55 y 70 años y aún quedan algunas vacantes para cubrir todas las plazas. Su filosofía se revela ya desde el mismo nombre, que hace referencia al libro Walden o la vida en los bosques de Thoreau: “La gente que se implica lo hace con espíritu democrático, generoso, poco egoísta, por contribuir a un mundo un poco diferente”, explica Ricart.
Enfocar el envejecimiento desde la autogestión y no desde la instucionalización, ser libres hasta el final de la vida y no convertirse en una carga para las hijas y los hijos son sus principales objetivos: “A la gente mayor nos tienen apartados, pero sabemos hacer cosas, y lo de ir a toc de pito con 80 años no va con nosotros”.
Según el estudio Movicoma, la covivienda “es un fenómeno propio de los baby boomers (nacidos entre 1950-60) y muy característico de las clases medias”. El perfil mayoritario son mujeres con experiencia en el ámbito educativo, sanitario y asociativo. El modelo nació en los países escandinavos y actualmente en España hay 34 grupos séniors, 9 de los cuales ya están conviviendo.
La cohesión del grupo es el principal reto de estas iniciativas. En el caso de Walden XXI, a lo largo de los años han entrado y salido del proyecto 60 personas. Otro reto es el económico, dada la dificultad de las administraciones para ceder suelo público. Can 70, otro grupo de covivienda sénior, ha estado años esperando que el ayuntamiento de Barcelona les cediera un edificio o un terreno de servicios y ahora se plantea seguir los pasos de Walden XXI y adquirir suelo privado para su proyecto. Mientras tanto, no han perdido el tiempo y han elaborado una guía para los cuidados de las personas mayores.
Los miembros del colectivo de Sant Feliu de Guíxols aportan cada uno 45.000 euros en concepto de capital social retornable y heredable, que alcanza para cubrir el 20-25% del proyecto; el resto, unos cinco millones de euros, habrá que financiarlo vía créditos bancarios y títulos participativos. Los residentes pagarán una cuota mensual de entre 850 y 1.200 euros en concepto de alquiler, a los que hay que sumar otros 600 por los servicios, que incluyen la contratación de profesionales para atención a la dependencia cuando sea necesario. Precisamente, una de las particularidades de Walden XXI es que se adapta a todas las etapas del envejecimiento.
Según la CEOE, el covid-19 forzará el cierre de 65.000 empresas de turismo y hostelería y según la alcaldesa Ada Colau hay que diversificar la economía. En este contexto, ¿podría plantearse el cambio de uso de hoteles y rehabilitarlos para acoger a gente mayor que ahora mismo tiene que pasar años en una lista de espera para acceder a una residencia?
El arquitecto Marc Trepat, experto en atención a la dependencia, asegura que rehabilitarlos para mayores autónomos no sería problema, “pero es mucho más difícil en el caso de personas dependientes porque los códigos de edificación son mucho más estrictos”. En todo caso, continúa, “si la sociedad cambia, no hay tanto turismo y los hoteleros no se ganan la vida, se podría hacer pero los hoteles son caros y se necesita dinero y voluntad política”.
El diseño de los hoteles, con espacios privados y zonas comunes, es muy parecido al de los edificios destinados a residencia colectiva. Su estructura se adapta incluso a las personas con necesidades especiales, como demostraron los hoteles-salud que se activaron durante el momento álgido de la pandemia. De hecho, en Estados Unidos hace años que están reconvirtiendo hoteles en viviendas para mayores.
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