Las calles de Lleida se ahogan en el nuevo confinamiento

La resignación y la tristeza envuelven al vecindario cuando se superan siete días de encierro domiciliario

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Anna Mora

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Persianas bajadas, pero no para combatir el calor de mediados de julio. Lleida, junto a seis municipios más del Segrià –Aitona, Alcarràs, la Granja d’Escarp, Seròs, Soses y Torres de Segre–, lleva una semana aislada, con limitaciones en las entradas y salidas y sometida a las restricciones más duras de toda Catalunya. Las calles de la ciudad amanecen cada día en este nuevo confinamiento, con la mayoría de cafeterías, bares y restaurantes cerrados, comercios con aforo limitado y unos ciudadanos que sospesan enfado y responsabilidad, mientras algunos ya se despiden del verano. 

Carteles de cita previa y rebajas comparten los escaparates. En la calle comercial, Patricia Castillo se siente sola en un comercio de 300 metros cuadrados: aunque su empresa “vela por los trabajadores”, sus tres compañeras no han podido escapar del erte (desempleo temporal). Esta tienda de ropa ha visto reducidas sus ventas en un 80% durante la última semana. La encargada percibe ahora “menos miedo” porque “la ciudadanía es más consciente”. Y agradece: “encuentro consuelo en mis clientas habituales, que compran a pesar de las limitaciones”. 

Sentadas en un banco

También salen a comprar, pero en el supermercado, Pilar y Montse, que sustituyen su antiguo café de media mañana por sentarse en un banco. Donde ahora se amontonan mesas y sillas, antes había una concurrida zona de terrazas. “Nos han castigado” afirma una de ellas, mientras la otra se pregunta “¿por qué nosotros somos distintos al resto?”. La lluvia las disuade, como a los pocos habitantes que se ven en la calle, que mantienen la distancia social y visten mascarilla de forma responsable. 

En una histórica panadería, a su dependienta solo le sale lamentar: “Fatal, esta semana la calle da pena”. Y, a unos metros, una farmacéutica confiesa que solo “escucha tristezas”. Casi en frente, José Jiménez encara los días en un quiosco inaugurado en junio ya de inicio “con un trabajador menos”.

Txema Muñoz regenta un bar en pleno centro histórico de la ciudad y su indignación es la de alguien que hace meses que denuncia las problemáticas. Es por eso que habla, sobre todo, como integrante de la Associació de Veïns de Jaume I, Som Veïns y presidente de la Plataforma per la Dignificació del Pla de l’Aigua, para denunciar la presencia de “200 personas” en esta zona el pasado fin de semana, “que solo se ponían la mascarilla cuando se acercaba la policía”, así como de actividades “sin licencia”. La población del barrio está muy envejecida y, según él, se ve obligada a evitar ciertas calles por las que pasar “por miedo al contagio”. Propone: “la solución no es aplicar medidas generalizadas, pasa por educar e integrar a los que más lo necesitan”. 

Siguen los contagios

Los sanitarios piden que se mantengan todas las precauciones. En este sentido, el dispositivo habilitado de forma anexa al Centro de Urgencias y Atención Primaria (CUAP) Prat de la Riba ha llegado a atender hasta 600 personas con sospecha de Covid en un día. Aún así, hay datos para la esperanza: la cifra de nuevos positivos en la demarcación, aunque sigue aumentando, podría empezar a estabilizarse y Lleida presenta el porcentaje de aumento de casos más bajo en una semana.

Lleida intenta sobrevivir esperando tiempos mejores. Quizá llegarán la próxima semana, que se presenta clave a nivel epidemiológico. El de este año está siendo un mes de julio poco convencional: las temperaturas son ligeramente más bajas que la media habitual y este descenso la gente también lo agradece. Un pequeño respiro entre tanta tormenta.