evolución de la pandemia

La Generalitat descarta el confinamiento domiciliario del Segrià pese al fuerte aumento de positivos

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zentauroepp53994360 ambient als carrers de lleida el dia que s ha tancat la coma200706121149 / Jordi V. Pou

Elisenda Colell

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La Generalitat confía en la responsabilidad colectiva y en el uso de mascarillas para frenar la escalada de infectados de coronavirus que asola El Segrià y, por el momento, se niega a decretar más restricciones ni confinamientos domiciliarios. Sin embargo, el número de contagiados llega ya a niveles de récord: ayer la cifra de positivos se multiplicó por siete, según los datos que difundió el Govern. Mientras, los trabajadores sociales y los mediadores socioculturales tratan de contener la expansión del virus entre los temporeros pero admiten que hay muchas personas que se escapan de los dispositivos para no quedarse sin ingresos. Los Mossos ven "imposible" blindar la entrada y la salida de la comarca y denuncian falta de agentes en las comarcas de Ponent.

Con una mochila rota y destartalada, y la ilusión brillando en sus ojos, Andala y Mali abandonaron el jueves el Segrià en autobús, para llegar este viernes a Bilbao. Llevaban tres meses en Lleida sin encontrar trabajo de temporeros, viviendo en la calle y comiendo de la beneficiencia. Lograron comprar el billete hasta el País Vasco por 36 euros revendiendo productos en la calle. "No nos pidieron las pruebas PCR, solo demostrar que estábamos empadronados en Bilbao", explicaban al subir al autobús. Además, este diario pudo comprobar en repetidas ocasiones cómo se podía entrar y salir de la comarca sin encontrarse con ningún control policial. Son dos ejemplos que demuestran cómo el confinamiento perimetral de la comarca para evitar la expansión del coronavirus está lejos de reducir todos los flujos de entrada y salida de la zona. Y esta es, de momento, es la única restricción sin fecha de caducidad que va a mantener la Generalitat para gobernar el rebrote, más allá de ampliar camas hospitalarias en varios dispositivos.

No hay suficientes policías

"Cerrar la comarca entera es imposible, no tenemos suficientes efectivos", sentencian al unísono Josep Milagros y Toni Castejón, portavoces de dos de los principales sindicatos de los Mossos d'Esquadra. Como en Ponent faltaban agentes para cerrar toda la comarca, tuvieron que enviarse policías del resto de regiones policiales.

"Se pasan seis horas viajando y dos haciendo el control, es totalmente inútil y desgastante", se queja Castejón, del sindicato Sap-Fepol. Milagros, además, añade que no tan solo es imposible cerrar la movilidad no esencial en la comarca, también lo es encerrar a las personas que han dado positivo en coronavirus. El propio 'conseller' de Interior, Miquel Buch, ha admitido "algunas dificultades" en el confinamiento del Segrià en comparación con la cuenca de Òdena.

Empresas agrícolas

La realidad es que el número de contagios, y de brotes, no ha hecho más que crecer, especialmente entre los jóvenes. Ya se cuentan 280 positivos (el jueves eran 41) y 81 personas hospitalizadas, 11 de ellas en la uci. Hay unos 20 brotes activos en toda la provincia. La mitad afectan a empresas agrícolas y tres son en residencias (una de ellas en Oliana). Los enfermos están en el hospital tienen, mayoritariamente, entre 65 y 40 años. Pero el problema reside en la transmisión que hacen los positivos, que en un gran grueso de ellos tienen menos de 30 años. "El aumento de los casos es insostenble", dijo ayer el delegado del Govern en Lleida, Ramón Farré. Como nuevas restrucciones a adoptar, propuso la responsabilidad colectiva. "Tómense el café con mascarilladense besos con mascarilla", recomendó.

"Tómense el café con mascarilla, dense besos con mascarilla"

Ramón Farré

— Delegado de la Generalitat en Lleida

Y parte del rebrote, y de la transmisión comunitaria, según explicó el doctor Pere Godoy, jefe de vigilancia epidemiológica en Lleida, se debe a que a partir del mes de mayo llegaron a la comarca más de 30.000 personas sin dinero en sus bolsillos y muchas ganas de trabajar en el campo, sea donde sea. Muchos viven en condiciones insalubres, y se mueven de un pueblo a otro. "Han activado la transmisión del virus y esperamos que en 10 días la situación se complique aún mas", admitió Godoy. A su explicación añadió un detalle imprescindible: "No es facil que estas personas puedan cumplir con el aislamiento". 

Precisamente, para mitigar el efecto del coronavirus entre esta población tan vulnerable, Salut ha reforzado un equipo de mediadores interculturales en toda la región. "Estamos trabajando con unos 250 hombres que han dado positivo de coronavirus", cuenta la trabajadora social Júlia Ferrer, la coordinadora de este equipo. Son los profesionales sanitarios los que advierten a los sociales que deben acudir a sus 'viviendas'. El equipo de mediadores, que domina lenguas como el árabe o el francés, les explica que deben hacerse las pruebas, y les convence, en caso que sean positivos, de que se deben confinar, si no en su casa, en los espacios que habilitados por los ayuntamientos. "El problema que tenemos es que hay muchos que, al no tener síntomas, se escapan de este servicio, y es complicado, a veces, que nos digan los contactos", reconoce Ferrer. "Es clarísimo. Ellos necesitan trabajar, no pueden quedarse encerrados", señala la mediadora, sin tampoco herramientas legales para obligar a nadie a confinarse. 

Temporeros sin hogar

Las fugas también las confirman a este diario trabajadores del pabellón que ha habilitado el ayuntamiento donde cada noche duermen 300 temporeros sin hogar. "Hay un miedo real a perder el empleo, que es lo único que tienen", explican. Ellos ven de nuevo como decenas de hombres prueban de entrar en el pabellón, a los pocos días de infectarse del virus. Otros, ni se pasan por ahí. Mientras, los que no logran trabajo, se agolpan frente los sitios de recogida de alimentos, como el que monta Arrels Sant Ignasi en el centro de Lleida. "Estamos a niveles récord, hay 90 temporeros cada día, tendremos que cambiar de espacio para evitar aglomeraciones", explica Roger Torrent, párroco y director de la entidad. "Queremos trabajar", imploran los chicos en la cola, mientras tratan de vencer la hambruna.

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