CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

Barcelona, en estado de calma

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Carlos Márquez Daniel

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Todas las ciudades tienen 'sheriffs' sin placa, personas que saben cosas casi sin querer, que conocen a todo tipo de gente, las costumbres, las modas. Puede que no afinen en el diagnóstico, pero rara es la ocasión en la que fallan midiendo la temperatura urbana. Aquí, ese personaje, este sommelier de la calle, lleva un vehículo amarillo y negro. Por eso, una vez superado el estado de alarma, nadie mejor que los taxistas para calibrar cómo están las cosas. Todos los consultados, en el aeropuerto y en los barrios, están de acuerdo. "Hay menos gente que antes, no ha venido casi nadie y se han marchado muchos". Barcelona, en estado de calma.

El aeropuerto de El Prat sigue operando solo con la terminal 1. La vieja, la que Ricardo Bofill tuneó cara a los Juegos del 92, se mantiene desierta, ideal para la siguiente película de Jaume Balagueró. Qué lejos queda el debate de inicios de año sobre la ampliación de la tercera pista... En la T1 ha habido muy poco movimiento este domingo. Los accesos están controlados por el personal de seguridad, de manera que solo entran los que van a coger un vuelo. Si vienes a recibir a un familiar, espera fuera. O en el vestíbulo que queda justo encima de la entrada del metro. Un veterano vigilante de seguridad, que suele estar en la T2 y la prefiere "porque es más familiar", explica que apenas ha notado diferencia respecto a semanas atrás. "Hay más vuelos, pero vienen todos medio vacíos". Al bajar la persiana del aeropuerto, este domingo habrán salido un total de 45 aviones y 39 habrán aterrizado, 25 de los cuales llegados del extranjero. 

Camino de la nieve

Entre los que se van, un grupo de esquiadores que aspiran a ser profesionales; muy jóvenes y con sus padres, que embarcan esquís y botas camino de Múnich. ¿Pero todavía queda nieve? "En los glaciares de Austria, mucha", detalla el progenitor de uno de ellos, que añade que los chavales se mueren por volver a entrenar. No muy lejos de ellos, al lado de la caseta de información, custodiada por una simpática mujer, dos señoras asiáticas con percepciones del riesgo muy dispares. Tendrán unos 50 años. Una de ellas viste pantalón rojo y blusa blanca. Mascarilla, por supuesto. Su compañera lleva un traje de protección biológica, como los que usa Putin para visitar hospitales, pero en blanco. El pelo lo lleva cubierto con rejilla y el rostro lo tapa con máscara y pantalla. Si coge alguna cosa, es probable que sea el sarampión. No hablan inglés, así que no hay más datos que aportar. En las llegadas, según señalan los taxistas, algunos turistas, sobre todo alemanes, han pedido carreras a distintos puntos del Empordà. "Normalmente hacen ese trayecto en tren o bus, pero supongo que ahora les da cosa ir en transporte público". Curioso, el taxi, aunque de gestión privada, también lo es. 

En la estación de Sants, que sigue siendo el epicentro ferroviario de Barcelona a la espera de la Sagrera, que lleva 10 años levantando polvo y lodo, hay mucho más movimiento. Todo, público peninsular, puesto que la alta velocidad que salta a Francia no reanuda la actividad hasta el 1 de julio. Los trenes a Cartagena y Alicante, por ejemplo, dibujan una larga cola de pasajeros para bajar al andén. Pocos maletones y mucho bulto de cabina, como de pasar unos días o regresar a los origenes para visitar a la familia. También mucho usuario de Rodalies camino de las playas del Maresme y Garraf, quizás animados por las fotos de la semana pasada en el rebosante litoral barcelonés. Este sábado, de hecho, ha vuelto a ser necesario cortar el acceso a seis de los 10 arenales de la ciudad

Idas y venidas

En el puerto, con los cruceros sin poder operar todavía, solo los pasajeros de un ferri italiano han podido tomar tierra en Barcelona. El barco ha quedado amarrado, con la chimenea humeante, como riéndose de la zona de bajas emisiones, que solo restringe los vehículos contaminantes que no floten. Poca gente en la Rambla. Mucho más vivaracha se presenta la casi paralela Rambla del Raval, con las terrazas llenas de vecinos y niños jugando en el paseo central. Los parques han amanecido algo más desiertos que en días anteriores. Ya se pueden usar las zonas de juego infantil. Justo en el momento en el que muchas familias se han desplazado a sus segundas residencias o a pasar el fin de semana fuera... De ahí la calma: pocos han venido, más se han marchado. 

Por la tarde la cosa se ha animado sobremanera en las zonas de ocio, llenas de jóvenes, precisamente la franja de edad sobre la que ahora hay cierto temor, puesto que se está registrando un incremento de casos positivos en la franja de entre 15 y 29 años. El coronavirus no hace vacaciones