Delincuencia endogámica

Los robos a víctimas locales abren la puerta de la cárcel a ladrones violentos

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Guillem Sànchez

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Los ladrones han vuelto poco a poco a hacer de las suyas en Barcelona, regresando a su normalidad. Aunque durante estos días de desescalada la batalla entre carteristas y ciudadanos se ha jugado sin extranjeros. Ni había turistas a los que asaltar ni tampoco competencia de delincuentes temporeros que hubieran decidido desembarcar en la ciudad procedentes de otras regiones del planeta, como en veranos anteriores.

En las próximas semanas, con la reapertura de fronteras la situación se parecerá más a la de sesiones anteriores. De momento, sin embargo, las cifras que manejan los Mossos d’Esquadra indican que los delitos crecen tras meses de confinamiento pero que aún siguen lejos de los registros habituales. En el distrito del Eixample, por ejemplo, se han contabilizado estas semanas una media de veinte robos violentos semanales y de cincuenta hurtos –sumando los cometidos en la vía pública y en el interior de establecimientos comerciales–. Sin el efecto de la pandemia, estos números serían siete u ocho veces superiores. Los Mossos, en previsión de un verano que se presenta cargado de incertezas debido a la afluencia de turistas que acabará visitando Barcelona, han activado esta semana un dispositivo contra la multirreincidencia de autores de hurtos y robos violentos. La zona de mayor vigilancia se reparte entre los distritos de Ciutat Vella y Eixample aunque abarca también algunos puntos de los de Sant Martí y Sants-Montjuïc.

Víctimas locales

El jefe de los Mossos, Eduard Sallent, avisó de que estas circunstancias –menos hurtos y robos pero con mayor impacto sobre la ciudadanía local– podrían acabar pesando más sobre la percepción de inseguridad. Si quien sufre el delito es un familiar, un amigo o un vecino el ruido de este es superior. Si por el contrario lo sufre un turista que vuelve a los pocos días a su país de origen, a menudo, el barcelonés ni llega a enterarse de la actividad real que despliegan los carteristas. Que los roles de víctima y victimario se repartan exclusívamente entre jugadores nacionales tiene otra consecuencia. Esta última no deseada por los ladrones violentos: crecen las posibilidades de que acaben en la cárcel, subrayan fuentes tanto de los Mossos como de la Guardia Urbana.

La impunidad que ha acompañado en años anteriores a ladrones violentos como los 'relojeros' procede de que asaltan a turistas que a los pocos días abandonan el país y no regresan para reconocerlos ni para participar en juicios que –con su presencia– acabarían en condenas. En los últimos años, Los Mossos y la Guardia Urbana han tenido que priorizar las patrullas de paisano y concentrarse en sorprender a los ladrones in fraganti para sortear este fenómeno. Detener al agresor mientras su víctima sigue en España posibilita tomar declaración a ambos y generar así una prueba preconstituida que, más adelante, permite juzgar al sospechoso sin necesidad de que el turista declare en el juicio. La mayoría de las veces, sin embargo, esto no pasa. Lo que más frecuente es que el turista denuncie una sustracción violenta, se marche y, cuando la policía capture a su agresor, rechace volver para declarar en el juicio. Los policías han vivido esta historia –que también explica que el desequilibrio entre detenciones y condenas sea abismal en los ladrones reincidentes– en centenares de ocasiones.

El hecho de que los delincuentes acosen ahora a víctimas nacionales puede cambiar las cosas porque abre la posibilidad de que cada denuncia acabe en un juicio. Si el colapso de la justicia no lo alarga en exceso, subrayan fuentes policiales, varios de ellos podrían acumular antecedentes penales en los próximos meses. Acreditar su reincidencia frente a un juez –los antecedentes policiales no sirven– permitirá imponer medidas cautelares y penas más duras. 

Dispositivo contra la multirreincidencia

El dispositivo activado por los Mossos este pasado miércoles replica el plan poliédrico diseñado para contener los delitos protagonizados por grupos de menores extranjeros no acompañados en el verano del 2019. Actualmente, la presencia de estos adolescentes ha decaído en la ciudad y los robos y hurtos registrados los protagonizan delincuentes más veteranos con emplazamientos menos previsibles.

Agentes de seguridad ciudadana, policías de paisano, motoristas y antidisturbios trabajan conjuntamente en un convoy móvil que pretende asegurar zonas conflictivas. "El objetivo es retirar de la circulación a cuantos multirreincidentes encontremos. Sorprendiéndolos in fraganti o realizando identificaciones y comprobando si se encuentran en situación irregular", explican fuentes policiales. Si los investigadores demuestran que actúan en puntos concretos, como en el transporte público o los aparcamientos –los Mossos acaban de desarticular una banda que operaban en párkings públicos de la ciudad–, se solicitarán "órdenes de alejamiento" para evitar que se enquiste su actividad, aclaran las mismas fuentes.

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