Estaciones en desescalada

A bordo del AVE: De Barcelona a Madrid en fase 2

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zentauroepp53743521 soc ave barcelona madrid200613154616 / EL PERIÓDICO

Guillem Sànchez

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El hermano de Teresa falleció por motivos externos al covid-19. Llevaba tiempo enfermo en Lleida y, como desde hace 30 años, ella seguía cuanto afecta a su familia de lejos, desde Granada. Hace una semana la cosa se puso fea y decidió acercarse cogiendo un AVE. Murió el miércoles. Lo enterró el jueves. El pasado viernes era una de las pasajeras a bordo de uno de los trenes de velocidad que no han dejado de cruzar la península Ibérica durante los últimos tres meses. Una de las personas que se han visto obligadas a cruzar regiones sanitarias distintas y a desafiar desescaladas. Pasajeros urgentes que llenan vagones que han pasado meses casi vacíos, cosidos en convoyes fantasma que recorrían territorios confinados.

"La semana pasada tuve que cambiar de tren en la estación de Atocha pero hay una frecuencia tan baja de salidas que me tocó esperar cinco horas. Fuera soplaba un viento fuerte y me quedé paseando por la estación. Estaba casi todo cerrado, salvo un par de puestos de comida para llevar. Impresionaba verla así pero a mí tampoco me apetecía estar con gente". Teresa no es la misma mujer que salió de Granada, la que ayer regresaba de Lleida ha perdido a un hermano. Una semana después, el AVE tampoco es el mismo tren. Hasta el lunes 8 de junio en los asientos biplaza solo viajaba una persona. Esta semana los trenes, que siguen siendo muchos menos que antes de la pandemia, ya han vendido todas las plazas y las distancias de seguridad han desaparecido. A Teresa le da igual.

Ainhoa no le hace ninguna gracia. "Al hombre que pretendía sentarse a mi lado le he dicho que no se lo tomara mal pero que iba a buscarme otro lugar". Ainhoa trabaja para la industria del cine, que este fin de semana comienza a reabrir algunas salas. Cuesta de comprender por qué se permite viajar en AVE a desconocidos codo con codo y, en cambio, los cines no pueden vender todas las butacas.

Renfe también ha recortado personal. El tren de este viernes estaba en manos de tres personas: una tripulante, un supervisor y el maquinista. En condiciones normales en un convoy Barcelona-Madrid con 10 vagones debería haber no menos de tres tripulantes. El vagón cafetería sigue cerrado. Detrás de la barra, la única tripulante simultanea tareas. Es la voz que informa de que los asientos han sido desinfectados –los pasajeros la escuchan y tuercen el gesto– y de que es obligatorio el uso de máscara. También es la que pone las películas. Este viernes ha puesto 'La Verdad' (Hirokazu Koreeda, 2019) aunque también traía un peliculón: 'Ad Astra' (James Gray, 2019). "¿La de Brad Pitt es buena? No la he visto pero tampoco puedo elegir cuál pongo, tengo instrucciones por escrito. 'Ad Astra' es solo por si falla 'La Verdad'. Pero si es buena, yo sí la veré". Instantes después llega el supervisor y no aprueba que la tripulante hable con periodistas. Parece atribulado.

Diputados y constructores

En los vagones delanteros viaja una cara conocida. La del diputado Gerardo Pisarello. Se desplaza porque forma parte de la Mesa del Congreso y tiene una comisión, "de infraestructuras como esta", explica señalando el suelo del tren. Salvo las dos semanas de confinamiento más cerrado, Pisarello ha seguido estos meses usando el AVE. "No había casi nadie en los trenes y te dabas cuenta de que te estabas desplazando por un paisaje desértico. Era extraño, casi angustioso". Esos convoyes sin apenas pasajeros son los mismos que cogía un constructor, Jordi, que ha tenido que seguir yendo y viniendo de Madrid porque había obras que lo requerían. "Algún día he tenido el vagón para mí solo", recuerda con algo de inquietud.

Tampoco Jordi llegó a usar el AVE durante las dos semanas de confinamiento más estricto. La tripulante que proyecta 'La Verdad' sí viajó esos días. "Los usuarios eran sobre todo médicos, policías, jueces… profesionales que seguían necesitando desplazarse", recuenta. Cuando el tren entra en la estación de Atocha, coge el micrófono y pide que, por favor, no se formen colas. Se debe abandonar el vagón por orden de cercanía a la puerta desde los asientos. Nadie le hace caso. 

A diferencia de lo sucedido en la estación de Sants, donde los Mossos d’Esquadra comprobaban certificados para justificar el viaje, no hay filtros policiales este viernes en Madrid. Atocha ya no muestra una cara tan hostil como la descrita por Teresa, que además deberá pasar menos de cinco horas para comenzar el segundo trayecto hasta Granada. Pero sigue sin ser una estación 'normalizada'. Faltan trenes y los pasajeros enmascarados que los usan todavía están obligados a hacerlo.

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