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Denuncian desatención en una residencia de Sant Joan Despí: "Los dejaron morir"

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zentauroepp53718266 soc200612172457 / Ferran Nadeu

Elisenda Colell

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"La han dejado morir", repite una y otra vez Pepi Luchiano, dos meses después del fallecimiento de su madre en la residencia Sophos de Sant Joan Despí (Baix Llobregat), con algunas camas públicas y otras privadas. Como ella, una treintena de familiares del centro se han agrupado para criticar la "desatención" en la que dicen han vivido sus familiares. De 110 pazas que tienen el centro, en los últimos tres meses han muerto 35 personas, cuando de media hay cinco defunciones al mes. El centro argumenta que en ningún momento faltó personal, pero insiste en señalar que el "colapso del sistema sanitario dificultó el traslado a los hospitales". Esta es una de las 30 residencias que han sido denunciadas ante la Fiscalía de Barcelona, a través de la coordinadora de familiares de geriátricos 5+1.

El presidente de la asociación de familiares de este geriátrico, Cipriano Victorio, tiene serias dudas sobre las atenciones que recibió su madre, ahora ya difunta. "Murió en condiciones terribles, estaba indefensa", sostiene, aún emocionado. Su madre, el 5 de abril contrajo una broncoaspiración, aunque desde el centro temen que también se infectara del virus, por los síntomas que presentaba. No fue trasladada a ningún hospital. "Me dijeron que en la residencia estaría bien atendida y yo me lo creí", dice Cipriano. El día 8 la mujer fallecía, pero antes, el hijo la pudo ir a visitar. "Le habían colocado un respirador, pero no lo tenía ni puesto, vi que tenía los pies llenos de llagas y nadie se lo había curado... había otros pacientes correteando por la planta... eso era un caos", mantiene. Las imágenes de las llagas en los pies de su madre ya constan en el escrito de la fiscalía. "Debí haber dicho que sí al traslado al hospital, pero yo qué sabía, yo no soy médico", añade. 

Nicolàs Martín pagaba cada mes 2.200 euros para que su madre, Valeriana, viviera en este geriátrico. Ella sí logró ser trasladada a un hospital y a día de hoy sigue luchando por seguir viviendo. Según su relato, se contagió de coronavirus el 20 de mayo, y dos días después, Nicolàs consiguió visitarla. "La vi fatal... había perdido mucho peso, estaba desorientada y me preguntaron si la quería trasladar a algún hospital", cuenta. Logró que ingresara en la clínica Guadalupe. "Y allí me dijeron que había llegado al límite, que si hubiera aguantado unos días más ya no la habríamos vuelto a ver", agrega el hijo.

Pepi, otra familiar, supo a principios de abril que su madre, de 94 años y diagnosticada con alzhéimer, había enfermado. Convivía en la misma habitación con una mujer, que también falleció. "Me decían que todo iba bien" agrega. El 8 de abril consiguió verla. "La vi muy mal, no podía respirar... ¿Por qué no la derivaron a algún hospital?", se pregunta la hija, mirando hoy las cenizas de su madre. "El 11 de abril a las tres de la mañana me llamaron, diciendo que mi madre había muerto", relata entre llantos. "Pienso que murió sola, pienso que no la pudimos salvar... y no puedo aguantar este dolor terrible", explica. 

Otra historia denunciada es la de María Porcel. Su madre, Fátima Serrano, ya había sufrido un ictus el año pasado, y a consecuencia de ello se alimentaba por sonda y apenas hablaba. El 17 de marzo la familia asegura que a su madre le costaba respirar y se ahogaba. "Nos dijeron que era un resfriado, nos ocultaron su verdadero estado de salud", lamenta la mujer. Cinco días más tarde, los médicos, externos al centro, ya hablaban de una insuficiencia respiratoria y pidieron el traslado al hospital. "Estuvimos seis horas esperando la ambulancia", explica la familia, que vivió la espera desde el párquing del geriátrico. Al hospital, sostienen los familiares, llegó deshidratada y con una descompensación diabética. Murió dos días después en la unidad de cuidados paliativos del Hospital General de l'Hospitalet de Llobregat.

"Este es el problema que nos hemos encontrado, que nosotros no somos un hospital y hubo algunas semanas que los hospitales estaban colapsados, y no podíamos hacer traslados, era muy difícil que nos aceptaran pacientes porque estaban llenos", reconoce el gerente del grupo Sophos, Ignasi Aleta, en relación al caso de Serrano. Cuenta que el criterio que adoptó el centro fue preguntar a los familiares si querían el traslado al centro hospitalario. "Muchos dijeron que no, porque al menos en la residencia podían entrar a verlos", añade. Durante el estado de alarma han muerto 35 ancianos que vivían en este centro, 13 con diagnóstico del coronavirus, y una cuarentena de trabajadores enfermaron, lo que representa cerca de la mitad de la plantilla. "La Generalitat tardó un mes en hacer los tests, y nos requisaron compras de material, es que íbamos a ciegas", se defiende. El mismo ayuntamiento les proveyó de mascarillas.

Sin embargo, Aleta niega cualquier desatención. "Puede ser que por el hecho de estar en la cama y aislados los abuelos comieran menos, pero se han ofrecido complementos alimenticios si se han requerido", se defiende. Además, niega que el centro se haya quedado sin profesionales. "Cada día hemos repuesto los profesionales que estaban de baja, es cierto que quizá no tenían toda la experiencia, pero personal había", añade. Y recuerda que a principios de abril eran los médicos de la atención primaria quienes tutelaron el geriátrico.

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