CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

BCN cierra dos comedores sociales para "ordenar" las ayudas alimentarias

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zentauroepp53393244 colell200513174030 / FERRAN NADEU

Elisenda Colell

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El Ayuntamiento de Barcelona ha clausurado dos espacios de la ciudad que repartían comida a familias en situación precaria en plena crisis social tras el coronavirus. Ni el Gimnàs Social Sant Pau, ni tampoco la Fundació Fomació i Treball, instalada provisionalmente en la Estació del Nord, podrán ya proporcionar alimentos a las cientos de personas que, día tras día, se agolpaban en estas colas del hambre. Además, el consistorio prepara la desescalada de los albergues de emergencia para personas sin hogar, creados a partir de la pandemia, como es el caso del macrocomplejo instalado en la Fira de Barcelona con la ayuda del Ejército. 

"No vamos a dejar a nadie sin comida", insisten fuentes del Ayuntamiento de Barcelona tras divulgarse la decisión, que ha creado cierto malestar entre algunas entidades y movimientos sociales. Hace ya una semana que el polideportivo de la Estació del Nord, donde se habían llegado a acumular 300 personas para alimentarse, ha dejado de ofrecer comida. El equipamiento debe preparar su reapertura. Los gestores, la Fundació Formació i Treball, recuerdan que era un servicio "piloto", aunque están buscando otros dispositivos para poder seguir haciendo este reparto.

Ahora las personas que se desplazaban hasta allí deberán ir a por sustento al Casal del Barri La Lacuna (Poblenou). Desde este lunes, tampoco el Gimnàs Social Sant Pau, en el Raval, puede ofrecer un plato caliente a las cientos de personas que, cada día, hacían cola para poder comer. "Lo que sí se mantiene es el servico de duchas, que usan unas 160 personas, y hemos conseguido poder darles un bocadillo gracias a la entidad Acción Plantetaria", explica su director, Ernest Morera. 

Todas aquellas personas que se agolpaban ante el Gimnàs ahora se deberán de trasladar a la Iglesia de Santa Anna, el único espacio de reparto de comida que quedará abierto en el distrito de Ciutat Vella. "En medio de esta gravísima crisis social,  no se entiende que el ayuntamiento se dedique a cerrar comedores", se queja el rector del templo, Peio Sánchez. Estos dos días han notado un aumento de peticiones, debido a los nuevos usuarios que antes iban al Sant Pau. Varias personas ya han tenido que escuchar la frase que no querían escuchar: "lo siento, no nos queda más". "Ya vamos al límite", se queja el rector. 

Huir del asistencialismo

El ayuntamiento asegura que lo que está haciendo es "poner orden" "redistribuir" los comedores, tras la "emergencia y urgencia" social vividas en los últimos meses, donde los comedores sociales han registrado un aumento de casi el 200% del volumen de comida repartida y donde, en pocas semanas, los servicios sociales ya han atendido al mismo número de personas que en los últimos tres meses del 2019. "Estamos tratando de mejorar esta asistencia, y estudiando con todas las entidades un nuevo modelo de reparto de comida menos asistencialista, con tarjetas monedero, donde las familias puedan comprar libremente lo que necesiten valorando casos por caso con los servicios sociales", añaden fuentes del consistorio. 

Por su parte, el Banc dels Aliments constata cómo el proyecto World Central Kitchen, impulsado por el chef Jose Andrés, reducirá el número de comidas a repartir por la reapertura de la restauración. Si durante estas últimas semanas se estaban dando 5.000 raciones al día, ahora deberá reducirse a las 1.500. "Muchos de los cocineros voluntarios tienen que volver a abrir sus restaurantes, esto era una medida para la emergencia pero hay que pensar en volver a la normalidad", explica Lluis Fatjó, presidente del Banc. Fatjó también constata que Barcelona no es el único municipio del área metropolitana que está reduciendo los espacios de distrubición de alimentos. "Ahora los servicios sociales ya han vuelto a la normalidad, y son ellos quienes deben de encargarse de dar estas ayudas", agrega. 

Cuenta atrás para las personas sin hogar

Los dos pabellones de la Fira de Barcelona, abiertos para dar cobijo a 500 personas sin hogar de la ciudad de Barcelona en plena pandemia, y el albergue Pere Calafell, con 60 plazas, se preparan para su desescalada. Una información transmitida a finales de la semana pasada a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO informa de que ya no se dejaría entrar a más personas debido al fin de la fase cero de la desescalada. El consistorio asevera que han rectificado y, si bien el acceso a este recinto dejará de ser libre, podrán entrar en él quienes dispongan de un informe favorable de los servicios sociales o de alguna entidad del sector. 

A partir de la semana que viene, además, estos espacios habilitados para las personas sin hogar solo abrirán por la noche, garantizando el desayuno y la cena, pero no la comida, que deberá repartirse en los comedores que siguien abiertos. El calendario sobre el cierre de estos espacios no está del todo claro. En uno de los dos pabellones, el cierre se plantea a finales de junio. El otro no cerraría hasta el final del verano, según explican fuentes municipales. "Sea cuando sea, estas expulsiones serán un drama", apunta el director de la Fundació Arrels, Ferran Busquets. Y es que, según explica, muchas de las personas que viven en La Fira han sido expulsadas de habitaciones realquiladas tras perder el empleo. "No los pueden devolver a la calle", insiste. 

Sin embargo, fuentes municipales agregan que hay tres equipamientos para personas sin hogar creados durante la emergencia del coronavirus que van a seguir abiertos de forma permanente. Son un albgue para mujeres, con 60 plazas, otro para personas con adicciones (75 plazas) y un tercero que acoge a jóvenes migrantes sin hogar, en una casa de colonias de Montgat.