PANDEMIA Y VIDA SEXUAL

Sexo y confinamiento: no pasa nada si no tienes ganas

Una pareja, durante el confinamiento, en la terraza de su casa en Madrid.

Una pareja, durante el confinamiento, en la terraza de su casa en Madrid. / periodico

Olga Pereda

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La sexualidad es un aspecto central en la vida del ser humano, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La actividad sexual tiene efectos positivos comprobados, incluso en la salud. Genera endorfinas y bienestar. "Un orgasmito u orgasmazo es una experiencia maravillosa y gratuita. No sabemos el poder que tenemos", explica la sexóloga y psicóloga Laura Morán Fernández en su libro 'Orgas(mitos)', editado por Next Door Publishers. Un orgasmo es beneficioso para la autoestima. Igual que un baño, un buen libro, ir al gimnasio o al spa. Hasta aquí, todo perfecto. Ahora bien. ¿Qué pasa con el confinamiento y el estrés que conlleva? ¿Qué pasa cuando convives con tu pareja las 24 horas del día? ¿Qué pasa si estás solo o tienes pareja, pero vivís en ciudades diferentes? ¿Qué pasa con la falta de intimidad en las casas pequeñas? ¿Qué pasa cuando los hijos te quitan el poco tiempo libre que tienes? Que no tienes espacio. Que no tienes ganas de vivir tu sexualidad. Ni a solas ni con tu pareja. Y es normal.

"El deseo sexual es multifactorial. Influye el estado emocional, el tipo de pareja, si tienes hijos o no, si vives con los abuelos en casa…", explica Morán Fernández, habitual colaboradora en espacios de divulgación científica como Naukas y 'Órbita Laika' (La 2). "Vivimos una situación muy nueva. En todo caso, no es lo mismo una parejita sana que lleva junta poco tiempo y que, a lo mejor, está disfrutando mucho del sexo durante el confinamiento a otra con más años de convivencia y con hijos pequeños. Los metros cuadrados de tu casa también cuentan. En los minipisos es complicado buscar un rato íntimo para tener un orgasmo o explorarte un rato tú solo. Tampoco es lo mismo una pareja estresada pero unida a otra que ya estaba en crisis antes de que empezara la pandemia".

Altibajos emocionales

La falta de libertad provoca altibajos emocionales que hacen que un día estemos apáticos y otros, eufóricos y productivos. "Cuando comenzó el confinamiento parecía que esto iban a ser unas vacaciones en las que íbamos a poder leer, escribir, cocinar y hacer todo lo que no habíamos hechos en los últimos tiempos. Pero ahora ya nos hemos dado cuenta de que no tenemos ganas ni ánimo. Yo, por ejemplo, no he hecho nada de lo que tenía pensado hacer. Es normal", explica Morán Fernández.

La incertidumbre provoca un estrés sostenido que, a su vez, influye en la testosterona y la progesterona. "El cortisol es una hormona que segrega la glándula suprarrenal en situaciones de estrés y afecta tanto a la testosterona, la principal hormona reguladora del deseo sexual, como a la progesterona y estrógenos, haciendo que la regla se retrase", subraya Morán Fernández. "El estrés sostenido afecta al deseo", concluye la experta tras dejar claro que el cambio de hábitos y rutinas pueden tanto facilitarlo como inhibirlo.

No nos debemos preocupar

Si vivimos en pareja y no tenemos ganas de actividad sexual o si vimos solos y tampoco nos apetece tocarnos ¿nos debemos preocupar? No. "Es una situación excepcional y estresante. Pasaría lo mismo si, por ejemplo, nos despidieran del trabajo", responde Morán Fernández. El sexo es parte fundamental de nuestra vida, pero no es una necesidad vital, como comer, beber agua y dormir.

"Estamos cansados de todo. Del sofá, del ordenador, la televisión y la pareja"

Laura Morán Fernández

— Sexóloga y terapeuta familiar y de pareja

La estadística confirma que a mayor conviencia mayor número de discusiones. "Nunca hemos convivido tanto con nuestras parejas. Eso es un reto nuevo para nosotros. No es que no quieras a la tuya, es que estás saturado. En condiciones normales, tras una discusión, te vas a la calle a dar una vuelta. Ahora no. No podemos escapar. Estamos cansados de todo. Del sofá, del ordenador, de la televisión… y la pareja", explica la autora de 'Orgas(mitos)'.

No tomar grandes decisiones

La psicóloga, terapeuta familiar y de pareja, recomienda no llegar a grandes conclusiones ni tomar grandes decisiones. "Después de un superorgasmo no decides casarte y después de una bronca tampoco divorciarte, ¿verdad? Pues con el confinamiento, lo mismo". Morán Fernández añade que es importante saber en qué momento te ha pillado la pandemia. "Hay muchas parejas que ya estaban prácticamente rotas antes del estado de alarma, así que todo esto ha deteriorado más su convivencia y aumentado su vulnerabilidad. Pero mi recomendación es que nadie tome grandes decisiones ahora mismo. Si cuando todo acabe sigues pensado en que sería mejor divorciarte, hazlo".

Soluciones

Consciente de que ser mujer (u hombre) no tiene que ver con tener vulva (o pene) y que disfrutar a solas o en compañía de la sexualidad es mucho más que tocar y tocarse los genitales, Morán Fernández explica que un primer paso en este duro confinamiento y estrés sostenido puede ser empezar a buscar ratos para estar solos y sin los niños (en caso de tenerlos). "No necesariamente para mantener relaciones sexuales ni llegar a un orgasmos sino para ver una serie juntos o, simplemente, abrazarse en el sofá. O rascarnos un poco para que nos dé gustito. Conectar, vamos. Si eso te lleva al orgasmo, genial. Y si se queda en ese abrazo, pues también genial". En lo que jamás deberíamos caer es en hacer algo por obligación o por complacer a la pareja o porque nos dé pena, advierte la psicóloga. La sexualidad hay que vivirla de manera placentera, saludable y, sobre todo, libre.

Respecto a los que viven solos, la divulgadora asegura: «Parece que solo hay sexo cuando tenemos con quien compartirlo.  Por suerte no es así. La sexualidad es un aspecto central del ser humano, que se vive y expresa durante toda la vida de muchas maneras y no solo a través de las relaciones sexuales. El sexo no es cosa de dos»

Sexualidad posconfinamiento

La nueva enfermedad Covid-19 cambiará la vida. Incluida la sexual, a la que también llegará la nueva normalidad. No es una enfermedad de transmisión sexual, pero las relaciones sexuales son incompatibles con la distancia social de dos metros, primer mandamiento de la nueva vida a la que nos enfrentamos.