el drama de los ancianos

Párquings de abuelos

Una mujer de una residencia de Guissona de la Segarra, con el móvil, el 28 de abril del 2020

Una mujer de una residencia de Guissona de la Segarra, con el móvil, el 28 de abril del 2020 / periodico

Elisenda Colell

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"Ni a ti ni a mí nos gustaría vivir en un sitio así, yo no les llamaría casas, les llamaría albergues o aparcamientos de abuelos", resume el cuidador Pep Martínez, también representante sindical de Comisiones Obreras en el sector de la Geriatría. "¿Que los abuelos viven como en casa? ¡Esto es una mentira gordísima!", se queja Clara García, cuidadora de un geriátrico y delegada sindical de la UGT, que considera que la falta de medios en las residencias hace que el trato que se dispensa acabe siendo "inhumano". Ambos aclaran que esta realidad no es la de todas los centros de ancianos, pero sí el de aquellos que se han convertido en un negocio para grandes empresas o fondos de inversión en los últimos años, escatimando costes de atención y cuidados de los más vulnerables. 

"Tienes 10 minutos para levantar a un abuelo, ducharlo, vestirlo y darle de desayunar. ¿Que cómo se hace? Se opta por poner a todos los ancianos de pie, en una pared, rociarlos con agua y 'tira que te va' porque si no no llegas. No es agradable, pero es lo que hay", describe Martínez. Una imagen que vale más que mil palabras, y que explica como la falta de cuidadores impacta en el trato de los geriátricos. "Hay quien pone más cuidadores de los que dicta la ley, pero hay otros que no aplican las ratios de la Generalitat o lo hacen a rajatabla, por lo que un cuidador tiene que atender de 12 a 15 ancianos... esto es lo más habitual", responde Clara García, de la UGT. "Yo creo que para una atención digna deberíamos tener seis ancianos a nuestro cargo", añade. 

Oficialmente, la ratios de las residencias en Catalunya, modificadas en el 2014, establecen que cada anciano debe recibir, como máximo 580 horas de cuidados de un gerocultor al año, 70 de enfermería y 17 para el resto de profesionales (terapeuta, psicólogo o trabajador social). Es decir, los cuidadores deben estar una hora y media al día por anciano, los enfermeros 12 minutos y el resto, tres minutos. "Trabajamos corriendo, como burros, no tenemos tiempo para hablar con ellos, es inasumible. La comida, los cambios posturales, de pañales... lo hacemos como podemos, a contrarreloj", cuenta García. Por eso no es de extrañar que, en muchas ocasiones vengan familiares a hacer su trabajo, a dar la comida y la cena a sus padres. "Muchos vienen para ayudarnos, o también para comprobar que los abuelos comen, así directamente", sostiene García.

Pero a parte de la falta de tiempo para atenderles, está el ahorro con el material. "A veces llega comida que no puedes dar, tortillas o filetes de ternera que son como un zapato y que ellos no pueden morder", cuenta Martínez. Según García, aquí la diferencia se ve cuando la cocina es un servicio externalizado del centro, o no. "El 90% de centros no tienen cocina, a ti te dicen que les estás dando pescado pero no sabes lo que es, tiene una mala pinta...", expone. "A veces la comida es repetitiva, siempre comen lo mismo, croquetas y tortilla", añade la trabajadora. 

La calidad del producto

La comida de calidad es el único material que escasea en según que centros. También los pañales. Según las recetas del CatSalut cada anciano puede usar cuatro pañales por día, pero hay gente que necesita muchos más. "A veces usas pañales de otro para poder cambiarles el pañal, pero es que muchas veces tampoco tenemos tiempo. Tu sabes que esa persona necesita un cambio de pañal, pero quizás tienes tres o cuatro abuelos más que aún no han ido al baño ¿qué haces?", aclara Martínez. Según este representante sindical, es muy habitual ver largas colas de abuelos en los baños de las residencias. "Les metemos a todos juntos a una hora del día y así nos aseguramos que van pasando por el labavo, solo así lo podemos hacer", explica. Aunque esto signifique un mayor riesgo de infecciones de orina, o de irritaciones. 

Otro problema está en el mobiliario. "Hay camas que no son articuladas, que hay que moverlas a pulso". La consecuencia, una vez más, la vuelven a pagar los cuidadores. "Llevo 20 años trabajando en residencias, me duelen los músculos, los huesos... acabas rebentado, el esfuerzo físico es brutal", comenta García. 

"¿Los familiares saben que por las noches un auxiliar está al cargo de 130 personas, saben la atención que reciben los ancianos? Me temo que no, porque se estarían tirando de los pelos desde hace años", concluye Martínez. Según García, la clave del asunto es que "la gente no ha sido nunca consciente de como está el sector, y quien lo sabe, mira para otro lado".