INICIATIVA SOLIDARIA

Mascarillas de colorines gratis para los niños del pueblo

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J. G, Albalat

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La Llacuna es una pequeña población de la comarca de Anoia que no llega a los 900 habitantes que se ha volcado en la lucha contra la pandemia del coronavirus y conseguir hacer más llevadero el confinamiento de sus vecinos. Un grupo de voluntarias, encabezadas por las artesanas Cecilia González y su hermana Mercé, se pusieron manos a la obra nada más conocerse el confinamiento de Igualada. Al día siguiente, empezaron a fabricar mascarillas caseras para los habitantes de la localidad y este jueves han comenzado a repartir de forma gratuita tapabocas con llamativos estampados para los niños, que podrán salir a la calle a dar un paseo a partir de este domingo.

Cecilia y su hermana son dos artesanas especializadas en pintura en seda y en el arte textil. Tienen un taller donde exploran y desarrollan técnicas propiasdesde hace unos 20 años. No solo participan en ferias de artesanía, sino que también organizan exposiciones. Cecilia, sin embargo, tiene una actividad paralela. Desde hace unos ocho años ejerce de voluntaria en la escuela del pueblo donde estudian 58 alumnos.  Junto con otra persona, enseña a coser en las clases de plástica. No solo a mano, sino también con máquinas de coser. “Me gusta coser y enseñar”, explica.

Cuando la pandemia hizo los primeros estragos en la vecina Igualada (a unos 22 kilómetros de la Llacuna), Cecilia pensó que no podía quedarse de brazos cruzados ante la tragedia. No se lo pensó ni un minuto y propuso a sus convecinos la idea de fabricar mascarillas caseras con tejido de algodón para que la gente pudiera salir a comprar protegido. “Queríamos ayudar. Teníamos que hacer algo para que la enfermedad no se propagara.  A nivel anímico nos ha ido muy bien”, explica. En su taller tenía tejido y el pueblo se volcó en la iniciativa aportando material. Desde un grupo que aglutina productores y comerciantes de la localidad se propagó el proyecto.

Desinfectadas y ensobradas

Las siete voluntarias que se han embarcado en esta iniciativa solidaria han fabricado alrededor de 800 mascarillas de ropa. Antes de ensobrarlas, las esterilizan para que sean seguras. Los antifaces para los adultos los distribuyen desde el horno, la farmacia y el supermercado. En el envoltorio se deja claro que no están homologadas y se advierte del buen uso que se debe hacer. Las promotoras han llegado a hacer un patrón y un video donde se enseña cómo se fabrican. Cada voluntaria puede hacer unas 10 mascarillas en una hora. 

Con los primeros anuncios de la posibilidad de que los niños pudieran salir a la calle a pasear, estas voluntarias cayño en la cuenta de que no había mascarillas para los menores. Como ya hicieron con los adultos, volvieron a coger la máquina de coser y la aguja y han elaborado un centenar de antifaces ajustables para  los pequeños. Hay de dos tallas: una de tres a seis años y otra de siete a 12 años. Los más mayores, en un principio, podrán usar la de adultos.

En esta ocasión, se distribuyendesde el horno, lugar de paso de madres y padres que acuden a comprar el pan. Son gratuitas. La diferencia es que la ropa usada es más llamativa. La cinta elástica permite, además, pasarla por las orejas o por el cuello, para que el niño esté más cómodo. “Son diseños divertidos”, sostienen Cecilia. Pero este grupo de voluntarias no se ha quedado ahí, sino que también han elaborado unas 15 mascarillas con rosas pintadas para  darselas a los dependientes de los comercios del pueblo. “Queremos contribuir con el espíritu de este Sant Jordi tan raro”, recalca esta mujer artesana. Solidaridad contra la pandemia.