crisis sin precedentes

El coronavirus obliga a las floristerías rusas a tirar millones de rosas

La caída de ventas por el confinamiento de la población está provocando la destrucción de 1,2 millones de flores al día

Olga Popova (Reuters)

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Los cultivadores de rosas de Rusia están destruyendo un 1,2 millones de flores al día debido a la caída de ventas inducida por el <strong>coronavirus</strong>, según la Unión Rusa de Invernaderos. Con las tiendas no esenciales ordenadas a cerrar, los floristerías se encuentran entre las muchas empresas que luchan por la supervivencia y han recurrido a las ventas por internet en un intento por recuperar parte de los ingresos perdidos. Y eso en un país donde las flores son tan populares que algunos negocios operan las 24 horas del día.

"Todos lloramos porque tienen que ser desechadas: todas crecieron, todas están vivas", explicó a Reuters Yulia Charyshkina, directora y propietaria del complejo de invernaderos de Podosinka.

De 50.000 a 5.000 pedidos el día después del confinamiento

El presidente Vladímir Putin aviso a finales de marzo de que Rusia se embarcaría en un periodo especial de no trabajo para tratar de frenar la propagación del coronavirus y que la gente debería trabajar desde casa si podía. La medida, que obligó a cerrar la mayoría de las empresas, excepto las que se consideran esenciales, ha impedido que muchas empresas trabajen y redujeran las ganancias, ya que la mayoría de los consumidores se han confinado.

Charyshkina cuenta que los pedidos de flores de su compañía se redujeron de 50.000 a 5.000 el día después de la decisión de Putin. A veces, los pedidos han caído hasta 1.000 por día, asegura, obligando a la compañía a destruir 200.000 flores en estoc y todos los esquejes nuevos desde que comenzó el autoaislamiento.

Producción anual de 300 millones

Con una producción anual de rosas en Rusia en 300 millones de flores, un mes sin ventas podría significar la pérdida del 10-12% de la cosecha, afirma Alexei Sitnikov, jefe de la Unión Rusa de Invernaderos.

Los productores han recurrido a internet en un esfuerzo por aumentar las ventas, ofreciendo grandes descuentos y anuncios emocionales. Pero recortar los precios reduce las ganancias y pone en riesgo a empleados y compañías enteras. "Tenemos un producto muy caro. Ahora tenemos un precio que no nos permite vivir", dice Florence Gervais d'Alden, propietaria de la firma Rose Fairy, con sede en Kaluga, que creó en el 2008.

La empresaria lamenta que tendrá que despedir a algunos empleados cuando sea necesario elegir entre salarios y facturas de servicios públicos. "Lo más aterrador es que este ciclo no se puede detener. Personalmente estoy absolutamente lista para ir a la quiebra, pero no estoy especialmente segura de que sobrevivamos".