OTRAS VÍCTIMAS DE LA CRISIS SANITARIA

El fin del "espejismo" de la igualdad escolar

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Helena López

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La escena pasa en pleno confinamiento, en una calle de Trinitat Nova. Dos adolescentes se encuentran para pasarse unos papeles. Sacan el móvil, los fotografían, los guardan y se marchan. Todo ello corriendo el riesgo de ser multados por infringir las restricciones del Estado de Alarma y, algo mucho peor, de contagiarse. Los papeles son tareas del colegio. Uno de los chicos no tiene ordenador en casa y su amigo se los imprime y se los pasa. El primero los hace a mano, vuelven a quedar, les sacan una foto con el móvil y se los pasa al profesor para que los corrija. Situaciones invisibles que pasan en la Barcelona capital del móvil. Lo denuncia Lucas Pardo, el profesor destinatario de los ejercicios, tutor de cuarto de ESO del Institut Escola Trinitat Nova. 

No es un caso aislado. Pardo cuenta que puede estar hablando por whatsapp con un alumno a las diez de la noche desde su móvil personal, porque está solo en casa y preocupado porque su madre, con anemia, no ha vuelto todavía a casa del trabajo. En el Institut Escola Trinitat Nova, centro de máxima complejidad -la más alta categoría en cuanto a vulnerabilidad del alumnado- son muchos los alumnos que viven situaciones similares. Otros chicos de la clase, también de 15 años, tienen que cuidar de sus hermanos y hacer la compra porque sus padres están hospitalizados -el coronavirus ha afectado con mayor dureza en los barrios más pobreso todo el día fuera de casa en trabajos precarios que no pueden dejar. "Asumen responsabilidades que no corresponden a su edad; viven situaciones bastante duras. Son familias que no tienen papeles o que tienen trabajos sin contrato, familias que viven realquiladas o que comparten piso varias familias…", explica.

"Muchos de nuestros alumnos asumen responsabilidades que no les corresponden por su edad: cuidar a sus hermanos, ir a comprar..."

Lucas Pardo

— Tutor de ESO en el Institut Escola Trinitat Nova

Varias de las madres limpiaban pisos en negro, les dijeron que no fueran más y dejaron de tener ingresos; mujeres que no tendrán ninguna ayuda extra porque quedan fuera de las medidas del gobierno. "Hace 10 días fui personalmente a llevar 100 euros del colegio a una familia que está empadronada en Barcelona, pero que, por el precio del alquiler, se marchó a vivir a L’Hospitalet, donde los servicios sociales no les atendían al estar empadronados en Barcelona", narra también el maestro, a quien también podría aplaudirse cada tarde a las ocho. Sobran los motivos y el de Lucas tampoco es un caso aislado. El director del centro, Joan Artigal, habla con orgullo de la entrega al 200% de toda la plantilla para intentar que ningún niño se escape durante estas semanas -o meses- de su radar. Y no precisamente para perseguirles con los deberes. Saber que todos están bien. Que todos tienen un plato en la mesa.

En la misma línea, de orgullo de equipo y de entrega total, hablan Laura Tolosa, directora de la escuela Collaso i Gil, en el barcelonés barrio del Raval, Francesc Freixanet, director del Institut Escola Antaviana, en el barrio de Roquetes, en el distrito de Nou Barris, como Trinitat Nova.

Los cuatro profesionales coinciden en que les preocupa bastante más el posconfinamiento que las clases virtuales en este tercer trimestre a distancia. "Esta situación está aumentando las desigualdades y la administración ha de ser consciente de lo que viene. Es imprescindible la renta mínima garantizada, bajar ratios, dotar de más recursos a las aulas de acogida y agilizar las sustituciones o la situación empeorará- resume mirando hacia adelante Pardo-, ¿cómo te vas a concentrar en estudiar cuando estás pendiente de los datos del móvil que le estás gastando a tu padre para hacer el ejercicio, angustiado porque ves a tus padres sufriendo porque no tienen dinero para el butano, o no tienes una mesa y un ordenador? Sus mochilas se van llenando.

Objetivo: acompañar

"Somos el producto del fracaso más absoluto, que es el cierre de tres centros en los que no se atrevían ni a entrar. Eso hace reducir plantilla y reducir equipo directivo, pasando de tres centros, dos colegios y un instituto,  a uno", se presenta sin paños calientes el director del Trinitat Nova, quien plantea una reflexión necesaria. "Nuestro sistema no soporta la desigualdad, pero las desigualdades existen y esta crisis las ha dejado al descubierto, han dejado de ser invisibles tras el espejismo de que no existían porque todos los niños van al colegio. Esta situación ha destapado una realidad, que es que no hay una única escuela. Nuestro objetivo es poder acompañar a nuestros alumnos en el cómo están", expone Artigal, convencido de que la escuela es una propuesta colectiva y ahora estamos ante el paradigma de una propuesta individual. "Que te manden un correo con unos deberes y tú se los mandes al maestro no es una escuela, pierde el contexto socializador, el sentido social. Una escuela es construir el saber de manera colectiva y socializada", prosigue el director. En su centro la mitad de los alumnos <strong>no tiene acceso a internet.</strong>

"Nos preocupa el verano. Las colonias. Los niños llevarán meses encerrados en pisos pequeños. Necesitan salir al campo, airearse"

Francesc Freixanet

— Director del Institut Escola Antaviana

El director del Institut Escola Antaviana coincide en que "ahora toca proximidad, cariño, afecto, después ya recuperaremos lo académico". Y aporta otro elemento: "Lo que nos preocupa mucho es el verano. Los campamentos y las colonias. Los niños llevarán meses encerrados en pisos pequeños. Necesitan salir al campo, que les de el aire", apunta Freixanet. Con la mirada puesta en septiembre, más que en lo académico, lo que notarán -reflexiona preocupado- es una pérdida en el vínculo, en el sentimiento de pertenencia, que les costará remontar. 

Laura Tolosa, directora de la <strong>Collaso i Gil,</strong> comparte el diagnóstico y las preocupaciones de sus colegas. "Ahora nos tenemos que ir adaptando día a día a las nuevas necesidades. Por ejemplo, tramitar las ayudas para familias que antes no estaban becadas, pero estaban muy al límite y ahora sí lo necesitan, porque han caído en la vulnerabilidad. Los alimentos son lo más importante; en casa <strong>muy pocos alumnos cuentan con los medios</strong>, así que las clases virtuales no son nuestra prioridad", se sincera. De hecho en lo que trabajan es en preparar un kit básico de trabajo, con libretas y lápices para todos los niños. La imagen de la desigualdad.

Campaña de recogida de portátiles

De las 200 mujeres en situación de precariedad y vulnerabilidad económica que participan en el programa Obrint Portes de la <strong style="font-family: PTSerif-Bold;">Fundació Surt,</strong> en <strong style="font-family: PTSerif-Bold;">el Raval, </strong>el 65% tienen ingresos por debajo de los 400 euros y el 55% son familias monoparentales. Datos duros, aunque Esther Ramos, responsable del programa, destaca otra cifra: el 47% de esas mujeres llegan de los servicios sociales, pero el 53%, no. La mitad llega a través de otras entidades o del boca a oreja; es decir, muchas mujeres están fuera del circuito asistencial. Cuando empezó esta crisis hicieron una ronda de llamadas a todas estas mujeres para preguntarles cómo estaban y qué necesitaban. 40 de ellas les expusieron que estaban muy preocupadas por cómo seguirían sus hijos el curso sin las herramientas. "Claro que tienen móviles, pero un móvil no es suficiente para hacer los trabajos. Necesitan ordenadores o tablets, por eso hemos lanzado una campaña para que la gente done portátiles o tablets que ya no use, y estamos contactando también con empresas, par que hagan donaciones de sus aparatos viejos en buen estado", afirma.