El duelo en la infancia en tiempos de coronavirus

Dos niños, jugando en casa durante el confinamiento

Dos niños, jugando en casa durante el confinamiento / SAVE THE CHILDREN / PABLO BLÁZQUEZ

ANA ALONSO CABALLO. SAVE THE CHILDREN

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Afrontar el duelo por la muerte de un padre o una madre durante el confinamiento por coronavirus está resultando una de las experiencias más duras para miles de personas en las últimas semanas. Es difícil para los adultos, pero también lo es para los niños, niñas y adolescentes que sufren la pérdida de un abuelo, una abuela, u otro familiar cercano, ya que tienen menos recursos para afrontar las pérdidas, pero también son más resilientes y adaptables.

Como madres y padres, no podemos evitarles el dolor, pero si podemos acompañarles para que lo superen de la manera más saludable. La muerte sigue siendo un tabú en nuestra sociedad y no tenemos educación para afrontarla. Pero incluso los niños y niñas más pequeños sufren el duelo por la muerte de las personas con las que tienen un vínculo estrecho, además de verse afectados por cómo afrontan sus padres y madres esta situación y las reacciones de ansiedad o tristeza que muestran.

Dependiendo de la edad y etapa del desarrollo en que se encuentren niños y niñas, las ideas hacia la muerte, la capacidad de expresar sus emociones, la forma de expresar el duelo y los recursos que tienen para hacerle frente varían. Antes de los 7 años, los niños y niñas no suelen haber alcanzado la suficiente madurez como para comprender la muerte como algo irreversible, definitivo y universal tal y como lo entendemos los adultos, pero sí son conscientes de que la persona ya no está con ellos y sienten que su entorno está sufriendo la pérdida.

La expresión de dolor, tristeza y preocupación será también diferente. Los más pequeños tendrán reacciones más físicas o corporales, como pérdida de apetito, cambios en el sueño, enuresis, rabietas o no querer dormir solos ni separarse de nosotros. Según van madurando y a diferentes edades, el duelo se puede también expresar de maneras muy distintas. Son frecuentes en adolescentes los cambios de conducta, reacciones de ira, inquietud, dificultad para concentrarse en las tareas educativas, culpa o tristeza; muchas veces pasan por estados de conmoción e incredulidad, incluso insensibilidad.

Es importante que entendamos que la forma de expresar el duelo es muy variable, y debemos normalizar y ayudarles a poner nombre a sus emociones. Sin olvidar que nosotros, como madres y padres, también estamos sufriendo ese duelo; no hay un modo correcto o incorrecto de asumir este dolor, pero si es importante poder expresarlo y no ocultarlo.

Debemos adaptar la información y el lenguaje a lo que pueden comprender, explicar lo ocurrido de un modo sencillo, y responder a sus preguntas. Es mejor evitar frases como “está de viaje”, “está dormido” o incluso “está en un sitio mejor” que lo que hacen es confundirles y hacerles creer que hay posibilidad de que la persona vuelva.

Ante la temida pregunta de si nosotros también nos vamos a morir, debemos intentar tranquilizarles explicándole que estamos sanos y que lo más seguro es que sigamos viviendo más tiempo con ellos.

No debemos desatender los cuidados. Si la pérdida nos ha afectado gravemente, se deben reorganizar los cuidados en la pareja, o con las personas que puedan asumirlos. Uno de los consejos más repetidos durante el confinamiento es el de intentar mantener las rutinas y horarios en el día a día; en el caso de sufrir un duelo, retomarlos lo antes posible les ayudará a superar el dolor, y si hay que reestructurar las tareas, debemos asegurar al niño o niña que seguiremos cuidándole y atendiéndole. Cuídate también como madre o padre. Permítete el espacio que necesites para estar a solas, o conectada con otras personas con las que poder hablar y expresar tus emociones.

Utiliza la expresión artística y el juego. En función de la edad y los intereses de cada niño o niña, se puede animar a usar pintura, fotografía, moldear materiales, escribir poemas o canciones, o hacer una carta de despedida. Dejarles espacio a los y las más pequeñas para el juego libre, y acompañarles para poder poner palabras. No solo son mecanismos para desahogarse y expresarse, sino que es la manera de poder ir integrando poco a poco lo sucedido.

Podemos recurrir a los cuentos y las historias. Se puede encontrar mucha variedad de lecturas en función de la edad para tratar el duelo, como Vacío de Anna Llenas para los más pequeños, o Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness para adolescentes. También podéis escribir juntos la historia que conozcáis del abuelo o abuela y recordar y agradecer los buenos momentos juntos.

Es conveniente preparar una despedida con los medios a vuestra disposición. El duelo es también colectivo; en circunstancias normales, la familia y amigos se reuniría a despedirse, dar el pésame a los más cercanos, charlar, consolar, recordar a quien se ha ido y despedirnos de esa persona. En estos momentos en que el confinamiento nos lo impide, es importante que busquemos el modo de adaptar esta despedida colectiva. Se puede hacer una reunión a través de videoconferencia con familia y amigos que deseen despedirse, y preparar un pequeño ritual en el que encender velas o incienso, tocar o poner música, ver fotografías, contar historias juntos, rezar en caso de ser creyentes, o dedicar unas palabras de despedida. La participación de los niños y niñas es lo deseable, pero no obligatorio. Una vez pasado el estado de alarma, planear el ir a despedirse donde se vayan a depositar los restos del ser querido, y poder llevar las cartas, poemas o dibujos.

Por último, prueba a dedicar cada día 15 minutos en la mañana, y la hora de acostarse, para tener un momento de dedicación exclusiva con cada hijo o hija, en el que escucharles más que hablarles, y en el que estar dispuestos a reconocer que también nos equivocamos como padres y madres. Un sencillo hábito que todos podemos incorporar, aprovechando el tiempo juntos que el confinamiento nos está regalando.