Solidaridad en la epidemia

Coronavirus makers: el virus bueno

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voluntarios-ensamblando-piezas-de-viseras / C.Makers

Juan Fernández

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El Covid19 no es lo único que ha aprendido a extenderse de forma exponencial últimamente. Desde hace dos semanas, por todo el país se está propagando otro contagio, este de carácter humano y solidario, pero que crece a una velocidad parecida a la del virus asesino. Lo componen los miles de voluntarios que se han apuntado a la red de Coronavirus Makers, y a otras parecidas, para diseñar, fabricar en casa, distribuir y hacer llegar a los hospitales y servicios de salud de toda España material de protección personal de primera necesidad.

Unos crean prototipos de viseras, gafas, cascos, respiradores y otros artilugios para el personal sanitario. Otros los fabrican en las impresoras 3D que tienen en sus hogares o en sus empresas. Otros ofrecen sus vehículos para llevarlos a los puntos de recogida, donde otros los desinfectan, los ensamblan, los empaquetan y los acercan a los hospitales, residencias de mayores y centros de salud donde ese material está sirviendo para salvar vidas.

Voluntad de ayuda

Hay industrias que donan el plástico con el que se fabrican las piezas y empresas de logística que se brindan a transportarlas. Hay cuerpos policiales que colaboran en los operativos y particulares que echan una mano haciendo inventarios de las necesidades más urgentes que transmiten los hospitales. Pero en ningún momento se intercambia dinero. Solo circula voluntad de ayuda y material sanitario, pero el movimiento se está extendiendo a la velocidad de un virus.

Cuando esta pesadilla pase, no solo habrá que escribir el relato de la expansión del contagio para tomar nota de lo que funcionó y falló de cara a próximas pandemias. También habrá que recuperar la memoria de las innumerables acciones solidarias que han aflorado en estos días de shock y aislamiento. Entre ellas, la historia de Coronavirus Makers llama la atención por la viralidad (maldita palabra) de su propagación y por su capacidad para auto organizarse.

El 13 de marzo, la ingeniera Esther Borao, directora del Instituto Tecnológico de Aragón, anunciaba en su cuenta de Twitter que había creado un grupo en Telegram para intercambiar información y plantear la posibilidad de fabricar material de protección personal de primera necesidad -los famosos EPIs- en impresoras 3D. La comunidad ‘maker’, formada por usuarios de este tipo de ‘fábricas domésticas’ y adictos a la filosofía del ‘do it yourself’ (háztelo tú mismo), suele estar estrechamente intercomunicada. Este factor, unido a las inquietantes noticias que llegaban desde el sector sanitario anunciando un previsible desabastecimiento de material protector, tuvo un efecto catalizador sobre el proyecto y en apenas 24 horas ya se habían apuntado 2.000 ‘makers’ al grupo de Telegram.

40 equipos de trabajo

“Al principio, Coronavirus Makers era un foro donde la gente compartía ideas y diseños de viseras, mascarillas y respiradores, y se ofrecía a colaborar. En seguida, el volumen de mensajes, prototipos y datos que circulaban creció tanto que tuvimos que crear varios grupos para que el foro fuera operativo”, explica el ingeniero David Cuartielles desde Malmo (Suecia), en cuya universidad ejerce de profesor, y desde donde se ha ido encargando de canalizar la información que llegaba al chat. El día 15, la red contaba ya con 9.000 voluntarios, repartidos por 40 equipos de trabajo organizados a escala local y autonómica, y empezaban a salir de las impresoras las primeras viseras, que es el material que, dada su fácil elaboración, ha concentrado hasta ahora la mayor parte de la producción.

A este caudal ciudadano, no tardó en unirse una avalancha de empresas y entidades públicas y privadas dispuestas a colaborar. En esta aventura de solidaridad no todos son ‘makers’ con impresora en casa. También hay compañías de transporte que se ofrecen a hacer los traslados, periodistas que se brindan a redactar las notas de prensa y abogados que ponen a disposición de la red su experiencia para resolver los asuntos legales de las patentes.

“El dominio de internet lo registró una pareja de programadores una noche y a la mañana siguiente ya estaba montada la web. Se nos ocurrió pedir psicólogos para prestar asistencia a la gente que está sola en casa con su impresora, trabajando día y noche, y en seguida nos llegaron decenas de ofrecimientos, relata Cuartielles.

Nodos de reparto

La capilaridad que ha alcanzado la red ha permitido dotarla de una asombrosa agilidad y acercar la producción del material sanitario a las necesidades reales de los centros de salud. “En los hospitales catalanes nos han pedido 8.700 viseras y ya les hemos servido 2.500. Estamos fabricando una media de 500 unidades al día y tenemos 4.000 pantallas pendientes de ser recogidas y distribuidas”, enumera Daniel Cruz, cooperante social de Sant Feliú de Llobregat que coordina desde su casa el grupo de Catalunya, formado por más de 3.500 voluntarios.

La mecánica recuerda a la de las grandes multinacionales del sector retail, pero ha sido improvisada sobre la marcha y se ha puesto en funcionamiento en cuestión de días. Un grupo se encarga de contactar con los responsables de compras de los hospitales para conocer sus necesidades. Cuando un ‘maker’ tiene un volumen importante de piezas elaboradas, un transportista voluntario, o un miembro de la asociación Taxi Solidario, recoge el pedido en su casa y lo lleva a un nodo, donde el material es desinfectado y se prepara para ser trasladado a los centros de salud.

En Catalunya, el principal nodo está en la Escuela Superior de Diseño y Arte Llotja, pero hay centros similares repartidos por multitud de comarcas, conectados a su vez con hospitales como los de Vic, Martorell, Terrassa, Sant Pau, Sant Celoni, Bellvitge o el Clinic, entre otros, para hacerles llegar las piezas que fabrican. La red funciona de forma similar en el resto de comunidades autónomas.

Cortadoras láser

El proyecto de Coronavirus Makers no es el único que ha surgido en los últimos días en la comunidad 'maker' para surtir de material de protección al personal sanitario. El 26 de marzo, una veintena de talleres y pequeñas empresas empresas de Catalunya puso en funcionamiento una red propia dedicada a fabricar viseras, no con impresoras 3D, sino con cortadoras láser.

"Nuestros aparatos permiten elaborar más unidades al día. Al final, no se trata de ver quién corre más, sino de aportar todo el material de protección que podamos a quien lo necesita", explica Óscar Haro, miembro de LibreGuard, nombre con el que han bautizado a este colectivo y a su modelo de visera. En cuatro días, han hecho llegar 11.000 pantallas protectoras a los hospitales Vall d'Hebrón, Sant Pau, Clinic y varios centros de salud y servicios de ambulancia. Con el dinero que recauden a través del proyecto de 'crowdfunding' que lanzarán este jueves, esperan poder fabricar hasta 4.000 unidades al día.

350.000 viseras

Desde el 15 de marzo, Coronavirus Makers ha producido más de 350.000 viseras y actualmente está fabricando una media de 41.100 unidades al día, a la espera de recibir el visto bueno de las autoridades sanitarias para elaborar otro tipo de elementos, como respiradores y mascarillas. La cuestión de los permisos está dando serios quebraderos de cabeza a los ‘makers’. En algunas comunidades, como Madrid, después de admitir sus producciones, las han rechazado alegando falta de homologación.

Dos semanas después de nacer, la red la forman ya 16.400 soldados de un ‘virus bueno’ que está plantando cara al Covid19. “Su labor tiene un beneficio catártico, aparte del sanitario. No solo están fabricando material que salva vidas. Al hacerlo, se están ayudando a sí mismos, y están demostrando el poder que tiene la sociedad civil cuando se pone en marcha y trabaja en red”, analiza Cuartielles.