crisis sanitaria

El reto de resistir al coronavirus con un trastorno obsesivo compulsivo

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Raúl Paniagua

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El coronavirus ha comportado un cambio radical en las rutinas de todos. El obligado confinamiento pone a prueba la paciencia y la determinación de las personas, que se enfrentan a una situación completamente nueva. No es así en algunos casos. O al menos no del todo. Existe un colectivo, el formado por las personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), que ya conocían perfectamente algunas de esas sensaciones. La pandemia supone un desafío más en su tortura diaria.

"Llevo toda la vida preparándome para el coronavirus", asegura Raquel Romero en una charla telefónica con EL PERIÓDICO. Su sentencia mezcla a partes iguales la aceptación y el desasosiego. Su lucha contra las obsesiones empezó muy pronto.

"Le decía a mi hermano pequeño: 'lávate las manos, lávate las manos, lávate las manos'. En el colegio también me pasaba. A los 13 años me di cuenta de que algo no funcionaba y comencé las terapias. Cuando estaba peor podía tirarme 10 minutos seguidos lavándome las manos". Ahora, tiene 23 y vive una sensación extraña con esta maldita pandemia. Por un lado, considera que la gente puede entender mejor cómo se siente ella habitualmente y, por otro, teme que en el futuro sus temores puedan ir a peor.

De baja por ansiedad

Raquel capea esta cuarentena con sus padres y no sale de casa para nada. Bueno, sí. "Al balcón, a fumar", aclara. Es teleoperadora en una oficina, pero ahora no trabaja. "Soy asmática también, me daba mucha ansiedad esta situación y pedí la baja. Dentro de casa lo llevo bien. Para mí darle la mano a cualquiera supone la misma angustia que este miedo por contagiarse. Yo cada lunes limpiaba mi teclado en la oficina con gel desinfectante y me lavaba las manos muchas veces. Ahora se ha normalizado", explica.

El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones de carácter recurrente que provocan un malestar clínicamente significativo y el deterioro acusado de la actividad general de la persona. En España afecta al 3% de la población, lo que vendría a ser 1,4 millones de personas, pero solo el 0,8% acude a la consulta.

 "Antes si se me caía algo al suelo lo cogía, ahora no lo haré. Pensaría que me llevo el coronavirus a casa. Nuestra mente lleva todo al extremo", dice Raquel, paciente con TOC

Suelen pasar entre 8 y 10 años desde que empiezan los síntomas hasta que se visita al especialista. Antes se intenta disimularlo en secreto para que la sociedad no se entere pero acaba siendo insoportable. Según la OMS, es uno de los cinco trastornos psiquiátricos más frecuentes.

El miedo al contagio

Para reducir la ansiedad, la persona pone en marcha una serie de conductas mentales repetitivas llamadas compulsiones o rituales. "Conozco a un chico que limpia los cristales todos los días dos veces. Mi principal miedo es a contagiarme. En el <strong>metro </strong>nunca me agarro a las barras, en invierno utilizo la manga del abrigo, en verano hago equilibrios para no tocar nada. Lo mismo me pasa al pagar con dinero, abrir puertas… Todo lo toco con la chaqueta o con un pañuelo". 

Hace unos días su madre se le acercó para darle recomendaciones sobre el virus. "Le dije que no hacía falta, que lo vivo cada día. Es un reto más, pero no un cambio rotundo". Solo aprecia una novedad notable: "Antes si se me caía algo al suelo lo cogía, ahora no lo haré. Pensaría que me llevo el coronavirus a casa. Nuestra mente lleva todo al extremo", agrega Raquel.

"No hay que hablar del tema. Es como si estás enamorado de alguien y lo quieres dejar. Si te hablan de esa persona no te olvidas" (Blanca Bueno, presidenta de la Asociación Toc 2.0 Barcelona)

La madre forma parte de la Asociación TOC 2.0 Barcelona, que opera desde el 2013. Su presidenta es Blanca Bueno, que explica sus sensaciones en este contexto de alarma sanitaria. "La creencia era que se iban a poner peor, pero no es así. Al reducirse el estrés están más relajados. Las exigencias que nos piden son mucho menores que las que demanda el TOC", apunta la psicóloga de la Teknon. "Tengo un par de pacientes que estaban mejor y han empeorado, pero en general el coronavirus pasa a un segundo o tercer plano. Se mantiene la obsesión nuclear".

Fobias reconocidas

José Manuel Menchón, presidente de la fundación española de psiquiatría y salud mental, conoce a la perfección estos casos. "Con el coronavirus no he detectado un claro empeoramiento, pero son personas que por su forma de ser tienen más percepción de amenaza de peligro. Hay una mayor prudencia, más concienciación", apunta el doctor.

"Saben perfectamente que es algo absurdo, pero si no lo hacen no se quedan tranquilos. Es un mecanismo para reducir la ansiedad" (José Manuel Menchón, psiquiatra)

El 50% de los casos tienen relación con el temor a contaminarse, pero también hay trastornos relacionados con otros factores como el orden. "Son como las fobias, hay gente que tiene miedo a volar o a coger ascensores. Lo saben y no los cogen. Aquí igual. Tienen esos temores y ahora se notan menos desajustados".

Duchas de dos horas

Entres sus pacientes, Menchón destaca que hay personas con TOC que pueden darse duchas de hasta dos horas. No queda ni un rincón sin frotar. En el frecuente lavado de manos, a veces con detergentes y productos agresivos, suelen invertir "entre seis y ocho horas diarias", lo que lleva a tener problemas de dermatitis”.

Con el coronavirus la frecuencia puede ampliarse incluso más. El uso de agua y jabón están garantizados. "Es tan sistemático que ya lo tienen todo dentro. Saben perfectamente que es algo absurdo, pero si no lo hacen no se quedan tranquilos. Es un mecanismo para reducir la ansiedad", cuenta el psiquiatra.

Un futuro inquietante

Mantener la mente ocupada en actividades como la lectura o las series, no hablar nunca del tema y evitar la sobreinformación son tres consejos básicos para convivir mejor con la pandemia. "Es como si estás enamorado de alguien y lo quieres dejar. Si te hablan de esa persona no te olvidas. Ahora la gente puede empatizar con la pesadilla que supone vivir con esta enfermedad", remarca Bueno.

El confinamiento acabará tarde o temprano y la gente volverá a salir a la calle. Pero el sufrimiento seguirá para ellos. "Me preocupa más ese futuro. Ahora me siento protegida en casa. En unas semanas el virus seguirá y me dará más ansiedad coger el bus, llegar a la oficina, tocar el teclado, la silla… La angustia continuará”, concluye Raquel.