Belicismo verbal

El virus de la guerra

Los gobiernos se suman al lenguaje y actitud bélica ante la propagación del coronavirus días después de permitir controvertidos actos multitudinarios

El general Villarroya, en rueda de prensa.

El general Villarroya, en rueda de prensa. / EFE Pool Moncloa JM Cuadrado

Josep Cuní

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Este partido lo vamos a ganar. Este cántico de la afición futbolística ante los grandes y decisivos encuentros de sus colores ha tenido múltiples aplicaciones. Lo hemos podido escuchar en concentraciones varias, manifestaciones de diverso tinte y protestas dispares. Coreado a pulmón y siguiendo el compás del servicio de megafonía, su cadencia permite otras frases de libre adaptación a las circunstancias. Incluso para  anunciar embutidos. Es lo que tiene el deporte, que aúna sentimientos, hermana sensibilidades, marca caminos y vende productos.

A su vez, buena parte de su lenguaje, tanto reglamentario como narrativo, está inspirado en expresiones bélicas que describen rivalidad y lucha. A partir del ataque y la defensa podríamos ir desglosando su vocabulario. Lo damos por bueno y a nadie le parece mal. En cambio, lo pasamos a la crisis que estamos sufriendo y nos chirría en los oídos. Seguramente porque se ha dado un paso más y se habla abiertamente de guerra. Y esta ya es palabra mayor.         

Cada día aparece en rueda de prensa el general Miguel Ángel Villarroya para dar el parte de la jornada

Si como orientó Sun Tzu en 'El arte de la guerra' la rapidez es su esencia, no parece que nuestros gobiernos lo hayan tenido en cuenta. Ninguno. La relativización de lo que sucedía en China hace escasos dos meses y ante los primeros contagios europeos constan en todos los archivos. También es evidente que si aquel manual de contienda indica que cuando se está cerca se debe parecer lejos y cuando se está lejos se debe parecer cerca, la consigna tampoco ha estado presente. Y así van intentando controlar las cifras de víctimas entre una ingente multitud que siempre es sinónimo de peligro contra la ventaja que supondría maniobrar con un ejército real que siempre es ventajoso, según el mismo texto clásico. Será para compensar este error estratégico que cada día aparece en rueda de prensa el general Miguel Ángel Villarroya.

«Sin novedad en el frente» soltó el jefe del Estado Mayor de la defensa al iniciar su intervención. Y acabó postulándonos como soldados de un ejército socializado. Se unía así a la vanguardia internacional organizada por Emmanuel Macron cuando les anunció a los franceses: «Estamos en guerra». Se lo dijo al día siguiente de haber permitido la primera vuelta de las elecciones municipales, lo que hoy se considera un error tan craso como lo fue fomentar la participación en las manifestaciones del 8 de marzo por parte del Gobierno español. En ambos casos, los respectivos ejecutivos sabían qué se estaba cociendo a nivel de salud pública. En ambos casos, la presión de las formaciones políticas que pensaron antes en su imagen que en el bien común ayudaron a poner a sus respectivos países en el mapa del drama mundial. Y escalando posiciones. A partir de entonces, todos se han apuntado a la metáfora bélica y al paralelismo con la Segunda Guerra Mundial. Vencedores y vencidos. 

Es obvio que a una parte de la ciudadanía el argot militar que se está utilizando en la campaña contra el coronavirus le disgusta. También observar uniformados que, dependiendo de un Gobierno civil, se dirigen a la sociedad igualmente desmilitarizada. Tan obvio como que existe el bloque contrario en el que se sitúa el Gobierno. Incluso la titular de Hacienda  y portavoz ha declarado que «estamos en guerra con otros países para conseguir material sanitario chino». Quizás por eso desde la Gran Muralla le han mandado al Ministerio de Sanidad miles de  tests rápidos sin licencia. Porque «el arte de la guerra se basa en el engaño». El maestro Sun lo advirtió unos 400 años antes de Cristo. Fue un general chino.