CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

El Día C: España, confinada por el coronavirus

El confinamiento contra el virus pone a prueba el civismo ciudadano y la responsabilidad y la eficacia de las administraciones

Segundo día del estado de alarma por el coronavirus

Segundo día del estado de alarma por el coronavirus. En la foto, una mujer se protege con mascarilla frente a la Sagrada Família. / periodico

JOAN CAÑETE BAYLE

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Pedro Sánchez no tiene la oratoria de Winston Churchill. En su discurso para anunciar el estado de alarma y las medidas de confinamiento por el coronavirus le hubieran ido bien las palabras que el primer ministro británico dedicó al pueblo británico en junio de 1940, en lo más duro de la Segunda Guerra Mundial: «Lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas».

En playas, pistas de aterrizaje, campos, calles y colinas; en parques infantiles, escuelas, fábricas y oficinas;_en bares, restaurantes, gimnasios y trasporte público. Después de un extraño fin de semana, hoy es el Día C en España, la primera jornada laborable de confinamiento de la población del país para intentar romper la cadena de contagio del coronavirus, evitar el colapso del sistema sanitario y salvar vidas, sobre todo la de aquellos que forman parte de los denominados grupos de riesgo. Es el primer día con los niños sin escuela; el primer día en que muchas empresas ensayarán sin red el teletrabajo; el primer día de parón económico para muchos autónomos y pequeños empresarios. Es el primer día laborable de confinación sin que se sepa cuántos más vendrán: el estado de alarma dura 15 días pero es prorrogable; la lucha contra el virus no tiene un final marcado en rojo en el calendario. Solo cabe confiar en los héroes de bata blanca. Y luchar en cada playa.

EL «ENEMIGO»

El sentido del deber cívico de la ciudadanía se pondrá a prueba después de un fin de semana en que el confinamiento ha sido seguido de forma mayoritaria (el tráfico de salida y entrada de Barcelona se redujo ayer en un 75%) pero con excepciones muy afeadas en unas redes sociales en la que la información y los bulos se trasmiten más veloces que el propio virus. La lista de prohibiciones es larga, los poderes atribuidos a las fuerzas de seguridad (incluido el Ejército) bajo el real decreto del estado de alarma son amplios, y las multas decididas por el Ministerio del Interior pueden ser cuantiosas, al amparo de la denominada ley mordaza. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, dispone de poderes excepcionales para luchar contra el «enemigo», como llamó ayer al virus. En esta guerra, el frente está en los hospitales, las trincheras en los hogares y la única vacuna disponible, como dicen algunos expertos, es cada uno de los ciudadanos con una actitud cívica y responsable. Todos a casa.

CRISIS TAMBIÉN SOCIAL

A Sánchez y su Gobierno de coalición la legislatura les ha saltado por los aires justo cuando empezaba a andar. Después de tantos años en los que la palabra «crisis» ha sido la más usada en la conversación política, Sánchez debe gestionar ahora una emergencia con mayúsculas. Si el confinamiento se prolonga, se corre el riesgo de que a la emergencia sanitaria y económica se le sume una social: la de aquellos que, sin trabajo, clientes, consumidores y usuarios, no puedan pagar alquileres o hipotecas. Ante  ello,  Sánchez no cuenta con el apoyo incondicional de la oposición y, pese a sus llamamientos a la unidad, ve como el coronavirus se convierte en arma arrojadiza para el enfrentamiento político en términos territoriales, con críticas de la Comunidad de Madrid, el País Vasco y Catalunya. Eso sí, las reacciones del lehendakari, Iñigo Urkullu, y las del ‘president’ Quim Torra han sido  muy diferentes.

'Coronavirus hoy'

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En Catalunya, el independentismo ve en el decreto del estado de  alarma agravios territoriales y terreno fértil para marcar perfil político y agitar la confrontación, llegando a extremos intolerables en redes (Clara Ponsatí y su «De Madrid al cielo» retuiteado por Carles Puigdemont).  Entre criticar las medidas del Gobierno por lentas o poco drásticas y convertir el coronavirus en un asunto de soberanía hay un trecho que el Ejecutivo catalán ya ha transitado. La ausencia de la firma de Torra en el comunicado conjunto de la conferencia de presidentes no abre una crisis porque la situación de emergencia es demasiado grave, pero sí retrata el sentido de la responsabilidad de cada dirigente ante esos ciudadanos a los que se pide civismo.

Ni Sánchez tiene la oratoria de Churchill, ni el coronavirus equivale a la invasión nazi, pero el impacto que el covid-19 ha tenido sobre la economía española es similar al de un conflicto bélico: duro e inmediato. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) prevé consecuencias demoledoras este año sobre la economía española. Todos los agentes económicos exigen al Gobierno medidas paliativas: la patronal, los sindicatos, los autónomos, las pymes, los hoteleros, los restauradores... La epidemia es global, como también lo es su impacto económico, y la forma con la que España salga del túnel dependerá en gran medida de las medidas que tome la Comisión Europea respecto a la disciplina presupuestaria. En esta epidemia global, las soluciones son individuales y también globales.  La lucha se libra en las playas y en los despachos. «Es en los peores momentos cuando se demuestra quiénes somos en realidad». No lo dijo Churchill, sino que lo escribe en una carta a este diario la lectora Cristina Gutiérrez.