HISTORIA DE DOS MUJERES

"¡El feminismo es eso; tú eres feminista!"

Nico y Toto, nieta y abuela, de 18 y 73 años, charlan sobre sororidad, chicos, su primera regla y el despertar sexual.

Una conversación grabada hace justo un año, ajenas al cataclismo que lo cambiaría todo días más tarde.

Helena López

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Los últimos días se febrero de 2020 la ilusión por una nueva jornada histórica para el feminismo eran inmensurables y las noticias que llegaban desde Oriente sobre un nuevo y letal virus parecían entonces muy lejanas. En ese contexto, EL PERIÓDICO tuvo el privilegio de colarse -con su invitación, por supuesto- en casa de Toto y compartir una tarde cualquiera con esta septuagenaria barcelonesa y su inseparable nieta Nico. Momentos íntimos entre abuela y nieta en aquel momento tan cotidianos y que hoy tanto echan en falta. "Hemos pasado de comer juntas tres veces por semana a vernos dando un paseo por la calle", se resigna Nico, quien en estos 12 meses ha cumplido la mayoría de edad, ha acabado el instituto y ha votado por primera vez. "Nos hacía mucha ilusión ir a votar juntas, pero con lo de las franjas horarias por edades no pudo ser", señala la joven, quien, eso sí, habla con su abuela por teléfono todos los días.

A continuación revimos aquella tarde de hace tan solo un año; escena que tanto abuela como nieta sueñan con repetir en breve.

25 de febrero de 2020

Toto no tiene muy claro qué es eso de la sororidad, pero la irradia. Tampoco acaba de identificarse con la etiqueta de feminista. "Para mí se queda corta; yo soy más humanista, creo en la igualdad", le dice a su nieta. "Pero el feminismo es eso, Toto, ¡es justamente eso!", le responde la joven, a quien se le iluminan los ojos cuando mira y escucha a su abuela. Es martes y son las cuatro de la tarde. Todos los martes y los jueves Nico come casa de sus abuelos cuando sale del instituto. Estudia segundo de bachillerato, año intenso, en el Poeta Maragall. Comen juntas, charlan y ríen. Ríen mucho. La abuela le pregunta a su nieta por los exámenes, las amigas y los chicos. Los de ella y los de su hermana. "Es muy cotilla", dice Nico con una sonrisa. La joven también tiene preguntas. Le pide a Toto -el apodo es cosa de sus nietas, pero ya la llama así todo su entorno- que le cuente historias de cuando ella era joven, de sus hermanas...

Todo lo que sucede en este luminoso hogar en el corazón del castigado Gòtic, a dos pasos de la Rambla, se antoja un espejismo. Casi un milagro. Lo que pasa fuera -los turistas, las cadenas de ropa, los patinetes, las prisas - parece otra galaxia al compararlo con lo que pasa dentro. Un comedor forrado de cientos de libros en los que una abuela y una nieta comparten café y confidencias mientras desbordan complicidad y amor. Dos galaxias que chocan casi tanto como las vivencias de los 17 de una -la edad actual de Nico, crecida entre el Gòtic y el Raval- y los de su abuela; educada en un colegio de monjas del Madrid de los años 50. 

-¿Recuerdas tu primera regla, Toto?

-¡Claro! Pensaba que me moría. Solo pensaba en cómo le iba a dar ese disgusto a mi madre, en qué pecados tendría que confesar por si acaso... De hecho, a la primera, no le dije nada. Al ver que me volvía a pasar le dije 'lo siento mucho, te tengo que dar un disgusto'.

-¿Pero cómo puede ser, Toto? ¡Si vivías rodeada de mujeres! ¿Ni tus hermanas, ni las monjas... nadie te había dicho nada?

La primera regla de Nico fue una experiencia muy distinta. "Era Nochebuena. Estábamos todas las primas encerradas en el lavabo. Al día siguiente, en vez de decirme feliz Navidad, todos me decían 'felicidaaades'...", comparte la joven, a quien no le afectó tener la regla, sino que los chicos sexualizaran su cuerpo antes que ella misma. 

-Ese verano lo pasé fatal. Tú te sigues viendo como una niña, pero los demás no te miran así. Odias tu cuerpo, tus tetas, tu culo, tus caderas. Me daban ganas de llorar. Todo eso te pesa, te molesta. Pasas de los tops, que no sujetan nada, a tenerte que poner un sujetador; que te hace un poco de ilusión, pero no mucha. Necesitas tu tiempo para mirarte y decir 'qué sexy que soy'. En plan, me gustan mis tetas, me gusta mi culo... Hasta que te empoderas y te sientes súper poderosa y te encantan tu culo y tus tetas. Es muy importante la educación sexual para fomentar el respeto, que te den tiempo hasta que digas 'aquí estoy yo y mi cuerpazo'.

-Bueno, tampoco te pases...

-No me paso. ¡En eso no hay límite, Toto!

Las risas vuelven a llenar la cálida sala. 

"Y hablemos del pelo -prosigue Nico-. ¿Por qué a los chicos que les salga el pelo es algo guay, de machotes, y en nosotras es negativo y hay que quitárselo?". Mientras la escucha, su abuela no esconde el orgullo. 

En la enorme estantería que les hace de escenario, entre las memorias de Frank Zappa y las obras completas de Goethe, una preciosa foto en blanco y negro de la boda de Toto y Enrique, el abuelo de Nico, hoy en un respetuoso segundo plano. "Nos casamos que las niñas ya eran mayores, porque les hacía ilusión ir a una boda", explica Toto, feminista mucho más práctica que teórica, quien no se ha perdido una sola manifestación del 8 de marzo. "Los primeros años fuimos juntas. Toto tejió cientos de gorritos rosas, de los de <strong>Women's March</strong>", cuenta Nico, ella también visiblemente orgullosa de su abuela. El año pasado no se encontraron -"había muchísima gente"-, pero se llamaron. Se buscaron. Sabían que estaban allí. También estaba la madre de Nico, su hermana, su tía y su primo.

Los 17 de Toto, coincidieron con la eclosión del 'hippismo'. "Se empezaban a escuchar los Beatles, se notaba que allí afuera había algo que se movía, pese a que España vivía amurallada... Recuerdo el primer domingo que me atreví a no ir a misa", relata. Estudió bachillerato laboral y se puso pronto a trabajar, lo que la ayudó también a abrirse, pese a que "los jefes eran todo hombres y las chicas éramos las que abríamos la puerta, servíamos los cafés, cogíamos el teléfono y escribíamos a máquina; pero eso era lo normal. Ni se me pasaba por la cabeza que podía ser de otra manera".

La huella del machismo

Estos días Nico está un poco más tranquila. Ha terminado los exámenes y ha entregado el Treball de Recerca, que ha escrito a partir de un voluntariado en el Casal dels Infants del Raval. Le gustaría estudiar Educación Infantil y Educación Social. Su abuela estudió también en la universidad, aunque ya de mayor, "después de tener a las niñas". Las niñas son, por supuesto, la madre y la tía de Nico. 

Toto empezó a ser consciente de cómo el machismo había marcado su vida paulatinamente. "Para mí la sociedad en la que me crié era 'lo natural'. Es con el tiempo que te vas dando cuenta...", señala la mujer, a quien las monjas la educaron diciéndole que los chicos eran "el mal". "Había una monja que los llamaba los pollos. Nos había llegado a tener encerradas en el colegio hasta las ocho y media de la tarde porque había chicos en la puerta", le explica a su nieta, que abre los ojos como platos. 

La abuela sabe que a su nieta le encanta escuchar sus batallitas y a ella le gusta quizá todavía más contárselas. Le cuenta también aquella vez en que una monja les estaba explicando que tenían que tener mucho cuidado con los chicos, 'porque les das un dedo y te cogen la mano, les das la mano y te cogen el brazo...', y ella levantó la mano y preguntó: "¿Y si les das un brazo, qué te cogen?". Todas sus compañeras se pusieron a reír y acabó expulsada. "¡Pero yo lo preguntaba de verdad! ¡En aquella época era muy imbécil y tenía curiosidad!", añade entre risas. "Imbécil, no, Toto, ¡Chapada a la antigua!", le dice Nico sujetándola de la mano, esta vez de forma literal y consentida.

Y continúa. A los 15 años, su mejor amiga, que tenía hermanos mayores, la invitó un verano a su casa en El Escorial. Dormían en una habitación con literas y sus hermanos se ponían debajo para verles las bragas: "Yo solo pensaba en que aquello era pecado y se tendrían que confesar. Recuerdo también un día, que era el cumpleaños de uno de sus hermanos. Fue la primera vez que un chico me pidió salir a bailar. Por supuesto yo no sabía bailar, pero no sabía ni lo que sentía... Me pareció maravilloso, aquel guateque". 

-¿Guateque?

Toto no es la única que desconoce palabras de la galaxia de la otra; pero ese no es un problema en el universo propio y precioso de Nico y Toto.

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