Una epidemia global

Tailandia naufraga en la lucha por mantener la calma frente al coronavirus

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zentauroepp52079238 soc200201182227 / EPA / DIEGO AZUBEL

Luis Garrido-Julve

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Los monjes budistas en los aeropuertos tailandeses suelen gozar de ciertos privilegios que, para algunos, no encajan del todo con la sencillez que se le atribuye a su dogma. Lujosos y exclusivos sofás de cuero, pasos prioritarios y salas acondicionadas. Estos días, además, muchas aerolíneas les han permitido a quienes visten el naranja -y que ahora lucen mascarillas blancas- a que facturen y accedan sin hacer colas por primera clase para evitar posibles contagios por coronavirus. Y es que los aeropuertos de Bangkok y Chiang mai, siempre atestados de turistas chinos, son considerados lugares de alto riesgo en el país que, fuera de China, suma el mayor número de afectados.

Tailandia ha confirmado oficialmente 19 casos de personas infectadas por el coronavirus y también que al menos una persona fue contagiada sin salir del país. Y mientras los hoteles y las aerolíneas sufren cancelaciones masivas de turistas y profesionales, el Gobierno dice tener todo bajo control pese a no ofrecer soluciones concretas. Es más, se anima a los visitantes chinos a que vengan pese a admitir que no se cuenta con los mecanismos de control necesarios. “No podremos parar el contagio”, admitió el ministro de Salud, Anutin Charnvirakul. Días atrás, él mismo había querido restar importancia al coronavirus al decir que era una gripe normal.

En la calle, sin embargo, la opinión popular es otra. Más allá de que el hashtag #crapgovernment [gobierno de mierda] se hiciera popular desde el pasado fin de semana, los tailandeses evitan los transportes públicos y no salen sin mascarilla a la calle. Si el turismo chino nunca gozó de gran popularidad, ahora el miedo hace que afloren los odios.

Apartamentos de alquiler ilegales

Katto, quien vive en el barrio de On Nut y prefiere mantener el anonimato, ha reunido a unos cuantos vecinos de su edificio de mil apartamentos para amenazar con denuncias a aquellas dos docenas de propietarios que alquilan sus apartamentos por Airbnb a turistas chinos. El alquiler vacacional es delito, si bien se suele hacer la vista gorda, y ahora en muchas comunidades de residentes se acusa a los viajeros -sin pruebas- de poder contagiar a los locales. 

El eje comercial de Ratchaprasong y algunos de los templos de la capital tailandesa han sido señalados como zonas de máxima alerta y han quedado como lugares casi exclusivos para los grupos chinos de turistas, en los que todo el mundo lleva mascarilla. Hasta algunos guías turísticos se han tomado vacaciones.

En mitad de todo esto, el primer ministro y general militar Prayuth Chan-ocha afirma que todo está bajo control, y contradice la versión de los departamentos del Estado que temen una epidemia. No se ha impuesto ningún mecanismo de control a los vuelos que llegan de China y el único escrutinio sanitario es un ligero escaneo de temperatura en el aeropuerto. 

25.000 chinos de Wuhan en una semana

Tailandia, avisan los expertos, se ha vuelto dependiente del dinero chino y un recorte en las inversiones procedentes del país más grande del mundo puede dañar notablemente su economía. Por no hablar del turismo: entre el 3 y el 27 de enero aterrizaron más de 25.000 viajeros procedentes de Wuhan y otras regiones cercanas fuertemente afectadas por el coronavirus, afirmó el Ministerio de Salud. 

“El Gobierno recibe con los brazos abiertos a los turistas chinos, pero deja abandonados a los nuestros que están en Wuhan”, lamentó el viernes un ciudadano en televisión. Se refería a los 161 tailandeses atrapados en la ciudad china, un caso que se hizo popular gracias a la reportera Tapanee Eaidseechai, quien dio voz a los afectados desde el epicentro del coronavirus. 

Las autoridades, de momento, dan largas y se emplazan a la semana próxima. La aerolínea AirAsia ha cogido el testigo y se ha ofrecido a fletar aviones para ellos sin coste. “Estábamos pidiéndole al Gobierno que salvara a los tailandeses [en Wuhan], pero es alguien de Malasia, Tony Fernandes, quien va a salvar a los tailandeses”, ironizó el comentarista político Voranai Vanijaka. 

Noticias falsas y daños económicos

Donde sí ha puesto énfasis la administración tailandesa es en censurar las noticias que los oficiales estimen que no son verdad. “El primer ministro ha insistido en que perseguir la información falsa tiene la máxima prioridad, es un asunto sensible”, dijo esta semana el ministro de Economía Digital.

De momento, se han confirmado dos arrestos por publicar noticias falsas. La primera fue la de un hombre chino que se colapsó en el aeropuerto debido a una borrachera, y la otra mencionaba la muerte de un occidental en la ciudad vacacional de Pattaya. Ambos casos fueron atribuidos erróneamente al coronavirus. En cambio, nada se sabe de la noticia censurada en un importante periódico en tailandés que hablaba de la posible muerte de un turista infectado con el patógeno. 

Es por ello que muchos cuestionan la información oficial y el comentario habitual en la calle es que quizás el número de contagios sea mucho mayor de lo que afirma el Gobierno. Y es frecuente escuchar que el primer ministro está más preocupado en mantener la inversión china y sus flujos de turistas, ya que lo contrario podría ser un desastre económico. De momento, la divisa nacional ha perdido en menos de un mes todo lo que se revalorizó en seis meses del pasado año.