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La ONU examina España por la gestión de la desigualdad

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Elisenda Colell

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“Las estadísticas ya las conozco, ahora quiero oír sus historias, conocer la realidad de cómo viven ustedes”. Así ha empezado la tarde de este sábado Philip Alston, relator especial de la ONU sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, una de las reuniones que ha mantenido hoy en Barcelona, a la que ha podido estar presente EL PERIÓDICO. Este es una de las decenas de encuentros que el relator está haciendo en toda España a lo largo de estas semanas para analizar si los poderes públicos está o no tratando de erradicar la miseria.

Se trataba de una reunión con dos entidades sociales, ABD y Ecoserveis, especializadas en la pobreza energética. Pero lo más importante, y la petición de las Naciones Unidas, ha sido hablar con los usuarios de estos servicios que le han contado qué significa no poder pagar los recibos del agua o la luz. “Las estadísticas han colocado España en la cola en términos de acceso al trabajo y a la vivienda, no es ningún secreto”, ha apuntado Alstom antes de iniciar la charla, al mismo tiempo que ha asegurado que durante la primera semana en España ha visto “trabajadores irregulares o españoles que no pueden afrontar los precios de la vivienda”. También ha destacado “el alto nivel de inseguridad laboral” y ha explicado que quiere “tratar de entender cuáles son las prioridades del Gobierno”. Para él, una de las más esenciales debería ser la da “permitir el acceso a la vivienda a las personas pobres”.

Uno de cada tres niños es pobre

Alston ha manifestado que su intención es tratar de entender cómo viven las personas más vulnerables de la sociedad, más allá de los datos. Y es que la estadística arroja una realidad escalofriante. En Catalunya, la tasa de riesgo de pobreza ya alcanza al 21,3% de la población, un máximo histórico según la última encuesta de condiciones de vida del 2018. Uno de cada tres niños es pobre, y los porcentajes de pobreza suben hasta el 50% si se focaliza fijamos en los hogares monoparentales o las personas inmigrantes.

En Barcelona, los Punts d’Assessoramente Energètica detectan un corte de suministro eléctrico al día a personas que no pueden pagar la luz, y en Catalunya, cada día 38 familias son desahuciadas porque no pagan el alquiler o la hipoteca, datos que la sitúan como la comunidad a la cabeza del ‘ranquing’ de desahucios de Epaña. Mientras, el parque de vivienda pública no llega al 2% y las entidades denuncian que las prestaciones sociales, como la innovadora renta garantizada, no están llegando a todas las personas que la necesitan.  

Comer o pagar recibos

Durante una hora, Alston ha estado escuchando las historias de personas que han vivido en la calle de Barcelona, han estado ocupando viviendas sin suministro con sus hijos, o que han tenido que abandonar sus empleos para cuidar de sus padres. Y el dilema siempre es el mismo para todos: "Te planteas entre si decides comer o pagar la hipoteca y la luz", han explicado. Y Alston ha tomado notas. En la conversación, se ha nombrado a la Constitución española, como norma que obliga a la Administración a asegurar un techo digno y un hogar seguro. "¿Se cumple, se aplica, o es papel mojado?", ha preguntado el representante de la ONU. "Mire señor, yo he estado 13 años viviendo en la calle, no sé ni cómo he sobrevivido, tendría que estar muerto, quizá alguien esperaba que llegara este momento para poder hablar con usted y decirle que no, que este derecho no se cumple”, ha respondido uno de los afectados. 

"¿Qué políticas creen que deberían aplicar los gobiernos?", se ha preguntado Alston. En materia energética, todos lo tenían clarísimo: "Bajar el precio de la electricidad y que la gente sepa que es su derecho y no un lujo". A lo que la responsable de Ecoserveis, Marta García, ha añadido: "Si habláramos de beneficiaros de electricidad no nos verían como clientes y consumidores". "Y no habría víctimas", ha señalado Alston.

Una hora clavada ha estado Alston escuchando estos relatos. El mismo día en el que se ha reunido con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), el ‘conseller’ de Afers Socials, Chackir el Homrani, y  la Taula d'Entitats del Tercer Sector Social.

Madres luchadoras

Ester y Paloma tienen muchas cosas en común. Ambas están en el paro, ambas han descubierto sus derechos energéticos, y ambas cuidan a sus dos hijos en soledad. Ellas ponen rostro a una de las realidades más incómodas: la pobreza de las familias monoparentales. Unos hogares que duplican el riesgo de pobreza y exclusión social en Catalunya.

Antes de estallar la crisis, tanto Ester como Paloma "estaban bien". Trabajos estables y bien pagados. Se hipotecaron, e iban pagando su vivienda. Pero hace ya unos dos años, cuando la economía colapsó, perdieron su empleo. "De un día para otro nos dijeron a todos que la empresa cerraba", explica Ester, que estuvo 11 años trabajando de teleoperadora. Algo similar le ocurrió a Paloma, que trabajaba de diseñadora de escaparates. "Cuando vi que me desahuciaban es cuando me di cuenta que tenía que pedir ayuda, no sabía por dónde empezar", explica.

"Lo primero que intentas hacer es buscar trabajo, pero no había nada para nosotras", explican. Porque ellas, hay empleos que no pueden coger. "Encontré un trabajo de tardes pero, qué hago con mis hijos, si tenía que pagar canguro me arruino", replica.

Paloma se vio frente un desahucio. Ester no quiso, y se dedicó a pagar la hipoteca como pudo. "Te planteas qué gastos son renunciables, y cuáles no lo son, y por ahí te pones a ahorrar", expone. ¿Por ejemplo? "En mi casa no ponemos la calefacción". La "suerte", es que el termostato está estropeado. Otro ejemplo: "Aprovechaba la luz de la tele para alumbrarnos, así no gastabamos luz".

Falta de información

Paloma reconoce que, en su casa, el pescado es prácticamente un lujo. Tras el desahucio logró un piso de alquiler social pero pagar las facturas de la luz, los libros de los niños, las extraescolares, los ‘casals’ de verano o la comida diaria se ha convertido en su particular lucha de obstáculos. "El problema es que la gente no tiene información, no sabemos que la factura de la luz se puede rebajar, que hay becas y que te pueden tratar de ayudar", expone.

Como usuarias de los servicios sociales y víctimas de la pobreza energética, optaron a un programa municipal de inserción social para trabajar en uno de los 10 Punts d’Assesorament Energètic (PAE) que ha creado el Ayuntamiento de Barcelona, gestionado por dos entidades sociales especialistas en pobreza y derechos energéticos: ABD y Ecoserveis. "Allí nos dimos cuenta que la gente no sabe leer sus recibos de la luz, que puede rebajar sus facturas y no tiene ni idea de cómo hacerlo ni que se pueda hacer", apuntan. Es decir, que tener electricidad es un derecho y no un lujo.

Ester, por ejemplo, recuerda que cuando iba al parque con sus hijos, las familias se le acercaban con los recibos en la mano  para que se los descifrara. "Hay muchísima gente que necesita poder pagar menos de luz o estar protegida de los cortes de luz y no tiene ninguna información, y no solo estamos hablando de personas en paro", insiste. Incluso le llegó a llamar la directora de la escuela de sus hijos. "Se dio cuenta que a su padre le habían subido la factura de la luz", asegura.

Las dos terminaron ese trabajo y ahora continúan en el paro. Los gastos siguen estando, y no ven por ningún lado la recuperación económica. .

Soledad y olvido

Rafa Vilalta no tiene pelos en la lengua. ¿Qué es ser pobre? "Mira, hay dos tipos de pobreza, o eres un sintecho o un sinhogar, y yo he sido de los dos, nadie como yo sabe que es vivir esta realidad", asegura. Rafa estuvo tres años viviendo en pisos ocupados, párquins y otras viviendas precarias. Después llegó su adicción a la heroína, que le precipitó a 13 años viviendo en la calle de Barcelona.

"Dicen que soy un caso de éxito, yo no sé qué pasó, se cruzaron los astros, y logré dejar la heroína y me concedieron un piso de protección social", expone. Rafa pasó por delante de las más de 100 personas que vivían en un albergue de Barcelona, y consiguió entrar en el programa Housing First del Ayuntamiento de Barcelona. "Mi paso fue de cero a cien, a veces me siento como un extraño en mi piso, pienso que igual que yo se lo merecen miles de personas en esta ciudad", sentencia.

Rafa no tiene tapujos en hablar de "la soledad y el olvido" en el que viven los toxicómanos, las personas que aguardan temblando una la orden de desahucio o la subida de su alquiler y aquellos que tienen que sobrevivir meses sin poder pagar la luz y ahorrando electricidad.

Pero en realidad Rafa pone rostro a cientos de personas que necesitan "más voz que nadie", ya que  ha estado trabajando ocho meses en los Punts d’Assesorament Energétic (PAE) de Barcelona. En su caso, se dedicaba a visitar las personas afectadas por la pobreza energética y a ayudarles en la revisión eléctrica y del cableado."Vi una mujer viuda y jubilada que no tenía absolutamente nada en la nevera, no tenía calefacción, no ponía la luz, no tenía nada", destaca como una de las visitas que más le han sorprendido. Se trataba de una mujer que, como no tenía dinero, dejó de pagar las facturas de la luz y le cortaron el suministro. "Luego lo entendí, recibía una pensión de 650 euros y pagaba un alquiler de 600... No sé cómo se piensan que viven las personas mayores", añade.

Otro caso, una familia con niños cuya casa estaba repleta de humedades. "Revisamos el falso techo y vimos que tenían las vigas completamente rotas", expone gesticulando. "No entiendo como no hay más casas que no se derrumban, en esta ciudad hay miles de personas que viven en casas que no se les puede llamar casas", se queja.

Ir en calzoncillos

Insiste en que lo esencial es que la gente pueda tener derecho a una vivienda. "Vivir en un sitio precario, que tu sabes que no es tu casa, es indigno". Recuerda, por ejemplo, los llamados pisos patera donde se agolpan trabajadores con escasos recursos o los pisos donde varias personas que no se conocen de nada tienen que convivir. "Si no tienes el poder de ir en calzoncillos por tu casa si te apetece, es que no es tu casa". Y señala: "Todos estos, lo sepan admitir o no, son pobres".

Después de terminar este programa, que se enmarca en un plan de inserción, Rafa se apuntó a muchísimos voluntariados. Uno de ellos, en el Banco de Alimentos de Nou Barris. "¿Sabes la cantidad de gente que viene a buscar comida porque no tiene dinero para comer? Hay miles de personas que no tienen nada que llevarse a la boca... Alguien debería avergonzarse de esto". Admite que el goteo de casos que constantemente necesitan al Banco de Alimentos para comer le asusta y le asombra.  

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