una tragedia en el banquillo

Accidente del metro de València: "Yo sí quería venganza"

Trece años después, el juicio por el accidente del metro de València se cierra con una condena pactada y un durísimo reproche moral a los acusados

Las víctimas del accidente del Metro Valencia celebran la sentencia del juicio que se ha celebrado en la Ciudad de la Justicia

Las víctimas del accidente del Metro Valencia celebran la sentencia del juicio que se ha celebrado en la Ciudad de la Justicia / MIguel Lorenzo

Nacho Herrero

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En las paredes del estrecho acceso a la Sala Tirant de la Ciudad de la Justicia de València aún resuena el reproche. "Eres mala persona", le espetó una de la víctimas del accidente del metro de València a Marisa Gracia, exgerente de Ferrocarrils de la Generalitat.

Condenados y absueltos en el juicio compartieron este lunes una doble condena, la del ‘telediario’ y la del pasilloLa tercera, a 22 meses de cárcel que no cumplirán, fue solo para cuatro de los exdirectivos de FGV. En el pacto, otros cuatro se libraron.

Al acabar una treintena de víctimas se situaron a ambos lados de la angosta entrada. Cabeza alta y mirada digna, dejaron pasar a los acusados. Unos recorrieron con prisa un trayecto de una decena de pasos que seguro ninguno olvidará. Otros, como Gracia, lo hicieron altivos. "Sinvergüenza", le dijeron. "Si hubiera ido tu hija en ese metro…"

Reproches morales

No fue el primer encontronazo con ella. La hija de Carmen murió en ese tren y se lo había recordado dentro. "¿Puedes dormir tranquila?" "Sí, señora, duermo muy bien". "Pues eso demuestra la catadura moral que tienes", le apuntó.

Al tenso diálogo se unió Beatriz Garrote, que perdió a su hermana. "Sabes que mentiste en la comisión de investigación. Lo que llevas, te lo llevas encima", le sentenció.

Con esa incuantificable carga moral pero formalmente absuelta, Gracia abandonó los juzgados. "¿No reconoce ninguna responsabilidad? No, en absoluto", respondió tajante a los periodistas pese a la condena de sus subordinados.

Todos ellos habían tenido que oír antes la durísima intervención de Vicente Baeza, el abogado de la asociación de víctimas. "Los hechos probados son demoledores. Cuando uno los lee no puede menos que estremecerse. Luego tenemos el daño causado, no el moral, sino los 43 fallecidos y los 47 heridos", destacó.

"Pero en el campo del reproche la indignación es infinita. Eran funcionarios públicos y no cumplieron el trabajo por el que se les pagaba. De ellos dependía que hoy no estuviésemos aquí", les recordó con una pausa que heló la sala.

También subrayó que las víctimas "nunca quisieron venganza, querían que se investigase, han querido justicia". Su “nobleza”, les achacó les evitará conocer una celda.

“No perdono”

Eran las 10.10 horas, cuando 13 años, seis meses y veintitrés días después de aquel fatídico 3 de julio de 2006, la jueza leyó la sentencia. Y llegaron las lágrimas.

Entre ellos, Julián, que perdió a su mujer. "Yo sí quería venganza", reconocía a EL PERIÓDICO. “No perdono y no lo haré en mi vida”, afirmaba con el dolor saliendo aún a borbotones.

“Desde entonces me pasa de todo pero con lo que más sufro es con la cabeza. No duermo más de tres horas seguidas”, contaba. Lamentaba que los condenados sean “cuatro cabezas de turco” y no estén en su lugar “cuatro políticos empezando por Francisco Camps y Marisa Gracia y su séquito”.

Ni él ni nadie de ellos olvida tampoco a Nieves Molina, la instructora que archivó tres veces el caso y que intentó con una tenacidad digna de mención que la responsabilidad se limitase al fallecido conductor. “Nadie sabe los palos que nos ha puesto”, explicaba Baeza, entre indignado e incrédulo.

Final imperfecto

Ana, herida de gravedad aquel día, estaba aliviada por tener un final. “Ahora tenemos que conseguir archivarlo en algún lugar de nuestras cabezas y vivir”, explicaba a El Periódico.

A las puertas de la Ciudad de la Justicia se sucedían los abrazos emocionados.“Llevamos catorce años juntos y por el respeto y el cariño que nos tenemos somos una familia”, aseguraba.

Pasaban las 11 y algunos se quitaban ya las camisetas reivindicativas que habían recuperado por última vez. La sensación era agridulce. “Ha faltado un gesto, que el reconocimiento les saliera del corazón. Nos queda esa espina”, lamentaba Rosa Garrote.

“Pero es un triunfo, un final digno. Teníamos todo en contra y hemos conseguido darle la vuelta. Se han quedado muchas cosas en el camino pero hemos hecho todo lo estaba en nuestra mano y hemos conseguido todo lo que se podía conseguir. Ha valido la pena”, sentenciaba.