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El azote de 'Gloria' deja un Delta del Ebro aún más frágil

Bassa de l'Arena (Deltebre) engullida por el mar

Bassa de l'Arena (Deltebre) engullida por el mar / periodico

Luis Benavides

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La flecha que dibuja el Delta de l’Ebre, que penetra unos 22 kilómetros en el mar, se ha desdibujado tras el temporal 'Gloria'. La falta de arena proveniente del río Ebro por la construcción de los embalses, que dificultan el transporte de sedimentos aguas abajo, está detrás de esta desaparición. La única respuesta, coinciden los expertos, es poner en marcha urgentemente un plan de sedimentos que incluya un cambio en la gestión de los pantanos de Riba-Roja y Mequinensa. Fuentes de la Generalitat ya han hecho balance. En total, el temporal ha anegado con agua 3.200 hectáreas de cultivo de arroz, 2.500 en el margen izquierdo del río Ebro y otros 800 en el margen derecho.

La salinidad de esta inundación, no obstante, fluctúa desde el agua del mar al agua dulce en función de la proximidad de los campos al mar o al río. El Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) considera que evaluar los daños del temporal provocados en el Delta es complicado mientras no baje el nivel del mar.

No solo hay arroz en el Delta. Muchas familias viven de los moluscos. "Ahora mismo hay unos 50 propietarios de viveros, a los que se tienen que sumar todos los empleados y trabajos indirectos”, explica a este diario el presidente de la asociación de productores de mejillones de la Badia de Fangar, Ramon Carles, que ha visto como estos días las fuertes corrientes se han llevado mar adentro numerosas cuerdas y mallas con la cosecha. En su zona hay 77 viveros, de los cuales nueve han quedado destruidos y otros 22 han quedado bastante tocados. En la Badia dels Alfacs, 'Gloria' ha sido algo más benevolente: de los 90 viveros solo cuatro han quedado parcialmente afectados.

Flora y fauna en peligro

El molusco nacarado, un bivalvo en riesgo de extinción, podría haber quedado muy afectado por el temporal 'Gloria' a su paso por el Delta de l’Ebre. Es solo una de las muchas especies, entre flora y fauna, que están ahora en peligro. Muchas se concentraban en la Isla de Buda, en el término municipal de Sant Jaume d’Enveja.  Este espacio protegido es una de las zonas más valiosas del litoral y en general del Mediterráneo.

La entrada de agua del mar tras romperse la delgada barra de arena que protegía las lagunas de agua dulce de su interior perturbará sin lugar a dudas la Isla de Buda, un ecosistema en el que habitan especies protegidas. Esta zona húmeda es “el tesoro del Delta de l’Ebre”, asegura el coordinador técnico de la Taula del Consens del DeltaRafa Sánchez, preocupado por las consecuencias del temporal en las comunidades vegetales. “Al entrar tanta agua de mar las condiciones de salinidad han cambiado de manera dràstica. Algunas se adaptarán, pero muchas otras seguramente desaparecerán”, explica a este diario Sánchez, experto en conservación de ecosistemas acuáticos.

Sin ir más lejos, en este punto del delta se encuentra un tipo de limonium en peligro de extinción que prácticamente solo se ha visto en la isla ahora anegada de agua salada. “Puede pasar desapercibida pero es una planta muy valiosa a nivel de conservación.

Las lagunas, conocidas como ‘calaixos’, han albergado durante años una gran cantidad de aves acuáticas que encontraban en este punto del delta un buen lugar para nidificar e hibernar. De hecho, alrededor de un 60% de todas las aves acuáticas del Delta de l’Ebre se concentraba en la Isla de Buda. Si no encuentran refugio o comida, explica Sánchez, volarán hacia otras zonas y la pérdida para el parque natural será incalculable.

La inundación de los arrozales pasará factura a una comunidad de pájaros muy concreta, en la que destacan el avetorillo común y la polla de agua, aves con predilección por las desembocaduras de ríos litorales y todo tipo de humedales.

Más allá de la mayor salinidad de las lagunas y arrozales, la regresión de las playas también supone un problema capital para las aves. “En el delta se han visto más de 300 especies (de aves) y se ha convertido en uno de los más diversos de Europa. Si cada vez tienen menos espacio no podrán hacer su vida aquí y tendrán que buscarse la vida en otras partes”, explica un ambientólogo y doctorado en aves marinas del Delta del Ebro, Albert Cama, que teme que especies como la gaviota de Audouin o la gaviota picofina vayan perdiendo lugares de reproducción porque crían en primera línea. Los que llegan en invierno, continúa, se podrán adaptar mejor aunque sus condiciones serán peores.

La acción (y la inacción) humana

La acción del hombre, con la construcción de unas 70 presas en toda la cuenca, la mayoría entre los años 1950 y 1970, está destruyendo el Delta del Ebre. Pero también su inacción posterior.  “Todos los deltas son estructuras dinámicas, que se van adecuando al oleaje y las corrientes marinas. Si no llegan sedimentos cada vez habrá más espacios inundados”, explica uno de los  investigadores del Center  for Climate Change (C3) de la Universitat Rovira i Virgili (URV), Javier Sigró, quien recuerda que hace más de una década la Generalitat presentó un informe en el que preveía una subida del nivel del mar de hasta 15 centímetros en el 2050. El escenario más pesimista, detalla este informe presentado por una empresa de ingenieria ambiental en el 2008 pronostica un aumento del nivel  del mar de un metro en el 2100. 

La subida del nivel del mar, vinculada al cambio climático, es solo un factor más para el investigador. Al problema se suma la subsidencia natural del delta –el hundimiento del terreno- principalmente por la compactación de la arena.

El cambio climático está intensificando fenómenos que ya se producían. El investigador de la URV explica la relación entre el calentamientos global y temporales como 'Gloria', cada vez más frecuentes: “A temperaturas más altas, más calor en el Mediterráneo y por tanto más evaporación. Eso implica más masa de agua y, en defintiva, más energía”. En los últimos años, continúa, se han registrado récords de intensidad de precipitaciones y sobre todo de persistencia.

Algunos estudios detallan que se necesitarían al menos 1,2 millones de toneladas anuales de sedimentos para que el Delta deje de retroceder.  “La existencia de playas amplias con sistemas dunares y charcas o pantanos con abundante vegetación habrían atenuado los efectos del temporal", sostiene Nuno Caiola, investigador del programa de Aguas Marinas y Continentales del IRTA, que entiende que  “el golpe ha sido muy duro” y ahora es el momento de tomar decisiones “con la cabeza fría”.

Reclamación casi histórica

Los pantanos se quedan con los sedimentos que crearon de manera natural el Delta y que ahora alimentarían la zona. Antes de la construcción de estas grandes instalaciones, a mediados del siglo XX, el Delta recibía unos 20 millones de toneladas al año mientras ahora solo llegan 90.000 toneladas. En otras palabras, los embalses retienen prácticamente el 99% de los sedimentos que aportaría de manera natural el cauce del río.  Son cálculos del IRTA, un centro de investigación adscrito al Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació de la Generalitat de Catalunya. “Fenómenos como 'Gloria' evidencian que es necesario implantar soluciones que hace años que pedimos, como es la recuperación de los sedimentos fluviales”, ha explicado a este diario Caiola.

Los sedimentos  fluviales son “el material constructivo de los deltas”, cuenta Caiola, que considera fundamental hacer una especie de ‘by pass’ aguas abajo.  Los embalses de Riba-Roja y Mequinensa son los más grandes y los que retienen más sedimentos porque están situados en el tramo final. Esta transferencia no se haría con grandes camiones, algo que encarecería muchísimo la solución, sino aumentando “la fuerza del río” para que los sedimentos volvieran a llegar a la desembocadura.

El agua baja turbia por la arena y se queda en el fondo de los embalses. Y para recuperar esos sedimentos existen varias alternativas. La más viable y seguramente deseable, sostiene el experto del IRTA, sería instalar en esas presas un sistema de aspiración: “Unas grandes tuverías transportarían el agua con sedimentos a la desembocadura y el mar haría su función de distribuir la arena con sus hidrodinamismos”.