ACTUACIÓN JUDICIAL
Un clan de Hostafrancs vendía cuadros falsos de Casas, Nonell, Rusiñol y Sorolla
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
J. G. Albalat
Ramon Casas, Eliseu Meifrèn, Joaquim Mir, Santiago Rusiñol, Isidre Nonell y Joaquín Sorolla son algunos de los grandes pintores españoles que fueron plagiados por un vendedor de ropa usada del Rastro madrileño con un especial talento para imitar el trazo de estos grandes genios. Sus cuadros falsos fueron comercializados y distribuidos por una red liderada por un clan del barrio barcelonés de Hostafrancs y que logró engañar a ejecutivos y empresarios amantes del arte. La Fiscalía de Barcelona solicita para cada uno de los siete acusados, entre ellos el que era encargado de una sala de subastas y exalto cargo del Gremi d’Anticuaris de Catalunya, una pena de 14 años de prisión por presunta falsedad, estafa, un delito contra la propiedad intelectual y pertenencia a grupo criminal, según el escrito entregado al juzgado al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO.
La trama fue desarticulada por los Mossos en colaboración con la Guardia Civil en febrero del 2017, tras la denuncia presentadas por los incautos que creyeron que adquirían una ganga y que, a la postre, resultaron engañados por estos embaucadores. En una sala de subastas de Barcelona, que estaba gestionada por uno de los encausados, Carles X. S., la policía se incautó de obras falsas de reputados artistas, aunque también se localizaron otras en coches y en el taller de la plaza de Lavapies de Madrid, donde Antonio M. S., el pintor, confeccionaba los cuadros, cuya autenticidad era certificada mendazmente por otro de los imputados, Ángel J. M.
La fiscalía sostiene que, al menos, desde el 2003 hasta febrero del 2017, los acusados, “de común acuerdo y con ánimo de ilícito beneficio”, formaron un "colectivo estructurado” dedicado a la venta de obras pictóricas falsas, que eran "acompañadas" en ocasiones de certificados de autenticidad fraudulentos. Con esta estratagema, los compradores eran engañados y pagaban un precio “elevado”. Uno de los estafados pagó 7.200 euros por un Ramon Casas falso, mientras que otro empresario se gastó 70.000 euros en 30 obras pictóricas que no eran auténticas y que habían sido elaboradas por Antonio M.S. Así, hasta contabilizar nueve víctimas conocidas.
Distribución de tareas
Cada uno de los acusados, según la fiscalía, efectuaba funciones distintas. Antonio M. S. elaboraba en su taller de Madrid las obras y las firmaba con el nombre de los pretigiosos artistas, como si fueran originales, mientras que el acusado Ángel J. M. se encargaba de confeccionar los certificados falsos de autenticidad y, en ocasiones, retocar los cuadros para mejorarlos. Era el pintor quién contactaba con los otros imputados para que buscaran clientes y comercializan los lienzos.
A uno de ellos, Antonio F. V., apodado Tombie, le ayudaba su nieto, Antonio F. J., que le hacía de transportista. Los dos, según la fiscalía, eran conocedores de que las obras eran falsas y captaban a futuros compradores en la ciudad de Barcelona. No eran los únicos, otro de los distribuidores era Antoni J. C., Titis, que, a su vez, mantenía relaciones comerciales con Carles X.S., el encargado de una sala de subastas ubicada en la parte alta de la capital catalana y que ponía a la venta los cuadros sabiendo que no eran buenos. La tercera persona que comercializaba las pinturas, pero en este caso en Zaragoza, era A. F. X, alias Pampero.
Pinchazos telefónicos
Fuentes de la investigación precisaron a este diario tras desarticularse la trama, en febrero del 2017, que las conversaciones grabadas a los imputados constituyen una prueba concluyente de que los acusados conocían la falsedad de las pinturas. “Hazme un Ramón Casas….y luego me haces un (Isidre) Nonell…Pero házmelos grandes”, les espetó uno de los implicados al pintor de Lavapiés. “Dos piezas de esas…son 500 euros”, contestó. “400, son 400 (…) y esta vez que sean guapos. Una gitana guapa. Una cosa más alegre”, replicó. “Pero es que lo que hacía (Nonell)…No hacía más que gitanas y las hacía siempre ‘agachas’ y pidiendo limosna. Nunca hizo una mujer guapa, en su vida”, concluyó imitador madrileño.
Según los Mossos, ese pintor lograba “imitar la manera de pintar del autor plagiado” usando los mismos “temas, técnicas, trazos y la textura”. De las escuchas telefónicas, además, se dedujo que hay una cifra desconocida de estafados. No se descarta la posibilidad que algún coleccionista de arte crea tener en su salón un Casas o un Mir, cuando en realidad la obra salió de los pinceles de un habilidoso vendedor ambulante.
En su escrito de acusación, la fiscala Sonia Canal detalla las operaciones que han podido ser descubiertas. Por ejemplo, relata que en noviembre del 2016, el acusado Antonio F. V. le vendió a un empresario una obra en carbón y acuarela sobre papel supuestamente de Casas, así como un óleo sobre madera de Joaquim Mir, una acuarela con carboncillo sobre papel con la firma de Nonell y una obra presuntamente de Joaquin Sorolla por 11.000 euros y la entrega, a cambio, de tres cuadros de otro pintor. Esta víctima no reclama.
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