CRUDA METEOROLOGÍA EN LAS TIERRAS DE PONENT

Niebla en Lleida: la vida en blanco y negro

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Carlos Márquez Daniel

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Rosa atiende en una agencia de viajes sita en la calle más comercial de Lleida. La ciudad acumula ya 14 días seguidos de niebla y vale la pena, más allá de la estadística y lo conocido, comprobar hasta qué punto la vida en blanco y negro afecta a los vecinos de Ponent. Cuenta esta amable señora que las tinieblas tienen ahora más que ver con la cuesta de enero que con el clima. "Porque este mes es siempre malo para el comercio. Pero si me preguntas si la niebla afecta a la gente, creo que hay dos tipos de personas: los de aquí de toda la vida, que sabemos que no queda otra que aguantar; y los nuevos, como mi marido, que es de la Seu d'Urgell, que lo llevan un poco peor". La rutina bajo la nube húmeda es cruda, pero muchos aprovechan los domingos "para salir en busca del sol". Como Superman cuando necesita energía. Un poco de vitamina C y regreso a la calígine. 

Es miércoles 8 de enero y los meteorólogos pronostican que la situación de cerrado invierno llega a su fin en la capital del Segre. Ya ha sucedido en los alrededores, en el pla de Lleida, pero el manto todavía resiste en la ciudad, con pequeñas grietas que no permiten saber si son las 10 de la mañana o las tres de la tarde. Porque esa es una de las virtudes de la niebla, que consigue no solo congelarte el cuerpo, sino también helar el reloj: sin poder localizar al gran astro, todas las horas saben igual. Los termómetros digitales de la calle Major marcan 5,5 grados cuando fuera de la nube, a no demasiados kilómetros, se superan los 12. Es mediodía y la visibilidad es buena. No sucede lo mismo a primera hora, cuando apenas se ven los nidos que las cigüeñas han instalado en lo alto del puente del Príncep de Viana que permite sortear el Segre.

Llorenç González es el president del Eix Comercial de Lleida, que concentra 425 tiendas de la milla de oro de la ciudad. Atiende en la joyería inaugurada por su padre en 1960, sita en la calle Correu Vell. Cuenta que la niebla no se ha notado durante la temporada navideña, que las compras se han hecho con normalidad. Pero también señala que desde el martes esto está mucho más parado de lo normal. "no sabría decirte si es la niebla o que muchas tiendas avanzaron las rebajas, pero lo cierto es que esta semana está paseando muy poca gente". Los primeros días de nubes bajas -la cosa empezó el día de Navidad- no fueron de niebla mojada, señala González. "Pero ahora sí, y eso, la boira pixanera, ya es más molesto, porque se te mete más en el cuerpo". Parece ser que hay muchos vecinos de Lleida, de la ciudad y de la provincia, que están enamorados de la niebla. Como también habrá personas en el Empordà a las que les chifla la tramuntana. "Muchos amigos míos -relata Llorenç- dicen que si no hay niebla esto no sería Lleida. Les gusta y se sienten cómodos". La reivindican como propia, como los de Argentona con los botijos o los de Palamós con las gambas. Algunos años, sostiene el joyero, han tenido niebla en Vic mientras aquí el cielo azul quitaba el sentido. "¿Te quieres creer que algunos incluso se enfadan si está tapado en otras partes y aquí no?". 

¿Y la Seu Vella?

Meritxell, que aguarda en la calle a que su hijo salga de la escuela pública Príncep de Viana, no comulga con ese fervor por el fenómeno. "He nacido aquí y he vivido toda la vida aquí, pero te puedo asegurar que si existiera un ventilador gigante que pudiera llevarse esto, pagaría lo que fuera". Su familia suele escaparse los fines de semana de oscuridad a la costa de Tarragona, donde los abuelos tienen una casa. si no hubiera niebla, quizás nos quedaríamos, pero estoy harta de aguantar este tiempo toda la semana y necesito un poco de sol". No piensan lo mismo Jaume y Carlus, acabados de salir de un viejo café situado junto a la plaza de la Paeria, desde donde apenas se distingue la montaña de la Seu Vella por entre la callejuela que sube vertical a través de unas escaleras mecánicas que parecen ascender al cielo. Tendrán unos 70 años, de Lleida de toda la vida, con tierras en el Urgell, agricultor e industrial, ambos jubilados. "No creo que en la Vall d'Aran se quejen por la nieve, ni que el en Caribe les moleste el sol. Es lo que hay y tienes que querer a tu tierra, sea como sea. Que nos toca la niebla, pues nos aguantamos. Que en verano no se puede salir a la calle a mediodía, pues en casa encerrados".

¿Pero puede llegar a afectar tantos días bajo el manto gris? Josep L. Celma es el presidente del Col·legi Oficial de Psicologia de Lleida y vicedecano segundo del de Catalunya. Explica que estas jornadas de niebla revuelven los ritmos circadianos, que para que se entienda, se trata del reloj biológico, de la respuesta del cuerpo ante la luz y la oscuridad. Estos periodos de blanco y negro en el ambiente, cuenta el experto, "engañan al cerebro". Pero no un simple despiste al que uno puede ajustarse con facilidad. "Las consecuencias pueden ser depresión, ansiedad, alteración del sueño, pérdida del hambre o trastorno del estado de ánimo que pueden traducirse en tristeza, apatía, fatiga o melancolía". Todo un cuadro. En los países nórdicos, señala el psicólogo, se recurre a técnicas de tratamiento lumínico, esto es, aportarle al cuerpo la luz que la naturaleza le niega para que pueda regularse y salir del barbecho psicológico. Concreta que cada persona lo externaliza de un modo distinto, que algunos lo llevan bien mientras que a otros les daña sobremanera. Para esos segundos, más allá de las terapias propias de la profesión, como "trabajar la autoestima o dotar de herramientas y recursos para que puedan seguir adelante", la receta más eficaz es darse "baños de sol". Escapar de la burbuja, a 20 o 30 kilómetros, "y dejar que nuestro cuerpo reciba una dosis de media hora de luz". No confundir con la moda del blanqueamiento de ano. "De esta manera, los ciclos circadianos se regulan de nuevo y podemos recuperar una cierta normalidad". 

De excursión a la luz

El presidente del Eix Comercial confirma lo de las excursiones al sol. Ya lo hacía de pequeño, cuando su padre aprovechaba para cazar y su hermano y él correteaban bajo la gran luz. "Solíamos ir hacia las Garrigues, a lo que él llamaba les crestes, entre la Granadella, Ulldemolins y Bellaguarda. El día de Reyes, mi mujer me propuso ir a ver el sol". Ahí que se fueron. Otros, comparte, prefieren irse a Reus o a Tarragona.  

Los que más pueden experimentar las malas sensaciones de la niebla son los no nativos. Y no hace falta que se trate de un vecino llegado de Cuba. Un estudiante de Barcelona que haya venido a la Universitat de Lleida puede pasarlo mal con estos letargos climáticos. Una matrimonio de senegaleses con un bebé, detenidos en un semáforo, se encogen de hombros al ser requeridos sobre la niebla. "Peor estaríamos en nuestro país. No nos gusta porque hace mucho frío y se te mete en los huesos, pero tenemos que acostumbrarnos porque no hay alternativa". Al niño lo tienen que parece que lleva siete capas de ropa. Apenas puede moverse, pero se le ve lozano.  Se marchan por la calle del Alcalde Costa. Al fondo, un termómetro. Ha bajado un poco la cosa, cinco grados.